CEIBA. Su entrada al magisterio se dio, prácticamente, por una casualidad. Pero, Juan R. Santana Cantres atesora ese momento que le dio un giro a su vida, profesional y personal, y que lo llevó a encontrar su verdadera vocación como profesor de música en el sistema de educación pública del país.

Santana proviene de una familia de músicos: a sus cinco años, comenzó a cantar; los ocho, aprendió a tocar instrumentos de percusión; a los nueve, los de viento; y a los once, ya formaba parte de una agrupación musical.

Sin embargo, fue a sus 19 años, en 1989, mientras se encontraba en la sala de espera de una oficina médica transcribiendo unas partituras, que sucedió el inesperado encuentro que cambió su trayectoria.

“Después de (el huracán) Hugo, esto fue lo mejor que me pasó… En la oficina de un pediatra una señora me preguntó tres veces que si yo era maestro. Yo le dije dos veces que no, pero que conocía a un buen maestro. Cuando me lo dijo por tercera vez, solté el lápiz y le dije: ‘Dígame, señora, ¿qué es lo que usted me quiere decir?’. (Ella le responde) ‘Mira, que acabo de salir de la oficina de la superintendente escolar de Loíza y me pidió un maestro de música, aunque no tuviera la escolaridad. Y yo te veo ahí bregando con música…’”, contó Santana Cantres.

El músico, nacido en Nueva York pero criado en Puerto Rico, le contestó a la mujer que no era maestro, pero que lo intentaría. Y así mismo fue. El lunes a primera hora se reunió con la superintendente de escuelas en Loíza y ésta le brindó la oportunidad de dar clases. A Santana le gustó tanto la experiencia, que se decidió a estudiar formalmente educación en la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras y más tarde completó una maestría en educación musical de la Universidad Ana G. Méndez. Desde entonces, ha trabajado en escuelas en Río Grande, Fajardo, Loíza, Humacao y Canóvanas hasta llegar a Ceiba, donde ejerce como maestro de banda hace 11 años en la Escuela Irma Pedraza Ruiz.

Como docente, disfruta mucho ese momento en que los alumnos descubren que son capaces de tocar un instrumento, especialmente aquellos que en un principio no se sentían motivados a ingresar a la banda. Pero su mayor retribución es poderlos ver entrar a una universidad o institución especializada en arte, gracias a la base musical que obtuvieron en la escuela. Por eso, fuera del horario de clases, Santana dirige la agrupación El Musicorillo, una banda para los estudiantes interesados en pulir sus destrezas más allá del currículo escolar.

Quizás el mayor reto que ha enfrentado el maestro es conseguir los instrumentos para la banda, debido a la escasez de materiales y equipos en el Departamento de Educación (DE). Así que la mayoría de los instrumentos que se utilizan en las clases fueron comprados por él o donados por colegas de la industria y ciudadanos.

“Aquí yo tengo dos trompetas que son del departamento”, admite el maestro acerca de los únicos instrumentos que el DE le ha provisto para la banda de la escuela intermedia.

A pesar de las dificultades que enfrenta en el magisterio, el trompetista y guitarrista se mantiene motivado y enfocado en el valor de la educación musical en la vida de sus estudiantes.

“Entendí que la música era un canal con el que uno puede alcanzar a los estudiantes. Realmente, la música es una excusa para llegar al estudiante y darle herramientas que para mí son herramientas para la vida. Porque con la música se puede trabajar, digamos, aprender a trabajar en equipo, aprender a darle al estudiante valores, a fortalecer su autoestima. No concibo una vida sin música”, concluye el maestro, quien como músico ha acompañado a artistas como Andy Montañez, Danny Rivera, Michael Stuart y Simón Pérez.