¿Usted diría que Sebastián Yatra es un reguetonero? Probablemente no. Es un cantante de pop, pero que hace reguetón es innegable. Y ambos estilos le suenan bien.

El estilo suave, bien trabajado, juvenil y potente de su voz le dan para cantar con artistas tan opuestos como Fito Páez y Manuel Turizo. Las últimas canciones que ha sacado se ubican en el medio de ese espectro. “A dónde van”, en la que canta con Álvaro Díaz, tiene ritmos de flamenco, una guitarra rítmica y percusión de aplausos. Con Guaynaa hizo un cover de “Quiero una chica”, el éxito de Latin Dreams de principios de los 2000.

Ahora, de la mano de Myke Towers, le mete una inyección de energía a su proyecto. Esta última se lanzó este mes y ya tiene un éxito poderoso. Billboard, de hecho, dijo que “si existe un sencillo que puede combinar perfectamente el pop y la música urbana es ‘Pareja del año’”. Y es que está producida por los magos de esta fusión musical: Andrés Torres y Mauricio Rengifo, los productores de nada más y nada menos que “Despacito”.

Estos temas pertenecerán a un nuevo álbum del que se sabrán los detalles más adelante, pues, según le contó a El Tiempo en una videollamada desde Miami, ya tiene el concepto claro, pero todavía no lo quiere revelar. En paralelo, está trabajando en su papel en “Érase una vez... pero ya no”, una serie de Netflix dirigida por Manolo Caro, el mismo de “La casa de las flores”.

Con su debut como actor aproximándose y un álbum que podría catapultar su carrera a un nivel aún superior al que ya está, Yatra arranca el año con fuerza. Sus últimas tres colaboraciones han sido con reguetoneros: Álvaro Díaz, Guaynaa y Myke Towers.

“Ahora que lo mencionas, me doy cuenta de que los tres son de Puerto Rico. Creo que eso reafirma esa relación que hay entre ambos países. Puerto Rico, como Colombia, es un criadero de grandes talentos. Por otro lado, siento que yo no tengo cómo defender una canción si no estoy enamorado de ella. Si yo saco una canción es porque soy fanático de esa canción. Puede que haya algunas que den mejores resultados que otras, pero no me importa. Lo que todos tienen que saber es que todas son canciones en las que yo estoy detrás emocionalmente”, dijo el artista.

¿Qué tienen de diferente estas canciones del resto de la gran oferta que hay de reguetón ahora mismo?

-A mí me parece chévere pensar que la gente no sabe qué va a esperar de mí en cada canción. Creo que cada una de esas tres, que formarán parte de un álbum, tienen un mundo independiente. A mí no me gusta hacer canciones que se parezcan entre sí. Si ya hice una canción con cierto estilo o que transmita cierto feeling, ya no quiero hacer nada parecido.

En el reguetón es común que incluso los cantantes colombianos se coman las letras para sonar más caribeños, pero usted nunca lo hace, usted pronuncia todo. ¿Es intencional?

-Sabés que hay ciertas cosas en la vida que te quedan marcadas… Cuando yo estaba comenzando estaba intentando ganarme algo así como el respeto de mi papá en cuanto a que yo fuera cantante. Y en algún momento me dijo que le encantaba que a mí se me entendía todo cuando cantaba. Eso me quedó. Ahora siempre intento que, al cantar, se me entienda todo perfectamente. Mi idea no es solo que lo que canto suene cool, sino que se entienda. Es, también, serle fiel a la manera que hablamos en el interior de Colombia. Claro, claro. Aunque los acentos son distintos, en el interior del país hablamos de una manera cercana a las normas del español. Yo, por ejemplo, también soy muy estricto con la gramática, la ortografía, con la acentuación correcta de las palabras, con escribir todas las tildes. Creo que es algo familiar: mi hermano es escritor. En mi casa se lee mucho.

¿Le interesa sonar colombiano? ¿Su música es música colombiana?

-Nuestra forma de expresarnos, nuestra jerga, son cosas que voy metiendo en mis canciones. Así no suene como folclor, se nota cuando una canción está cantada por un colombiano, por un venezolano o un mexicano. A mí se me nota lo colombiano por todos lados. Y me siento orgulloso por eso. Sobre todo en este momento de la historia en el que la cultura y la música colombiana tienen un impacto fuerte en el resto del mundo.

¿No todos le apuntan a una fama como la suya… ¿Cómo la lleva? ¿Hay una división entre Sebastián Obando y Sebastián Yatra?

-Para mí Yatra es simplemente una parte de mi personalidad. Es como cuando la gente trabaja en un banco, en una oficina, o vos, en EL TIEMPO. Seguramente cuando estás en un consejo de redacción te parás y das lo mejor de ti. Te ponés serio, pero no es que seas otra persona, sos el mismo. Así me pasa a mí: salgo y presento mis canciones, pero no es como que haga un switch. Nunca he sentido la necesidad de crear un personaje.

Excepto ahora, que va a trabajar en una serie de Netflix.

-Sí. Comencé con los doblajes: hice Klaus, para Netflix, y Pie Pequeño, para Warner. Han sido experiencias gratificantes y quiero seguir haciéndolo. Pero hay una diferencia entre esto y actuar en un live action en el que pones tu voz y tu cuerpo, tu expresión, tu imagen. Ahí uno expresa más con los movimientos y con las miradas que con el texto del guion. Es un reto gigante, y estoy al lado de actores y actrices de altísimo nivel. Además, es muy provechoso aprender con la guía de Manolo Caro.

¿No es difícil cargar con esa sobreexposición de la imagen propia?

-Nunca me ha costado trabajo ser famoso. Es parte de lo que yo soñé desde niño. Me preparé emocionalmente para afrontar las cosas que vienen de la fama y que supuestamente son negativas. Si uno se dedica a la música en este nivel tiene que estar dispuesto a que esas cosas pasen. Si estas cosas pasan es porque yo lo quise así, porque me gusta. Disfruto compartir con la gente, saludarla en la calle, que me reconozcan. Tampoco tengo lío con que mi vida sea pública y que mis asuntos personales sean expuestos. Estoy aquí intentando dejar un mensaje positivo, intentando ser una buena persona.