El aserradero familiar era el espacio natural donde jugaba Javier Fernando Otero Sastre, quien desde pequeño solía recoger los pedazos de madera que sobraban para construir piezas que luego regalaba a sus seres queridos.

Sin pretenderlo, aprendió rápidamente el manejo de una maquinaria que no le fue ocultada por su padre para que -en su ausencia- no ocurriera alguna desgracia y se familiarizara con el negocio que heredó en el barrio Hato Viejo Cumbre de Ciales.

Pero un buen día, Javier Fernando quería hacerle un obsequio a su pareja y no tenía dinero, por lo que optó por elaborar un juego de dominó. Ahí descubrió su talento como artesano.

“Descubrí hace poco que soy artesano, a pesar de que llevo toda mi vida aquí, dentro del aserradero. Prácticamente jugaba con las maderas, pero no pensaba que estuviese construyendo una pieza que a la gente le fuera a gustar y que estas cosas se fueran a vender”, confesó el joven de 24 años.

“Nunca trabajé en artesanía hasta el 2019, que surgió que tenía que hacerle un regalo para una pareja que tenía en aquel entonces y no tenía dinero con qué regalarle. Decidí hacer una pieza en madera y creé un juego de dómino. Con esto, comencé detalpalo.pr y, después de esa primera caja, vendí otras 39″, recordó el creador de la página cibernética donde muestra sus trabajos artesanales.

De esa manera, el cialeño comenzó a tener notoriedad por la diversidad de su obra confeccionada en distintas maderas, entre estas, caoba, teca, almendro, acacia, laurel, capa prieto, capa blanco y majó.

“Estudié un bachillerato en ingeniería agrícola del Colegio de Mayagüez. Ahí descubrí cómo funcionan las plantas y los suelos y, eso lo adapto a la madera, a entender cómo funciona, cómo trabaja y los nutrientes que necesita. Eso me ayuda a aprender más sobre las plantas y los árboles y a cogerle más gusto y pasión a la naturaleza”, confesó.

“Así puedo apreciar más lo que hago, entendiendo lo que es y de dónde viene. Esto no fue algo planeado, sino algo que surgió de manera natural. Entonces, lo acepté y me gusta”, reveló el quinto de una generación de aserradores.

Sobre su vida en el aserradero Otero, Javier Fernando recordó que “esto viene en la sangre”. “Esto lo hago desde chiquito, que venía aquí a crear piezas. Que si quería hacerle un estuche a la bicicleta para poner el teléfono y escuchar música. Si tenía que hacer un regalito, inventaba una pieza. Así surgió. No recuerdo a qué edad comencé a venir aquí. Mi papá nunca me regañó, pero me decía que estuviera pendiente a las máquinas. Nunca me ocultó el peligro, sino que me lo enseñó para que cuando estuviera solo, por curiosidad, no le metiera las manos a las máquinas”, manifestó el hijo de Javier Fernando Otero Ramos.

Hoy día sus piezas resaltan pues son montadas como un rompecabezas.

“Me gustan los trabajos que no sean pegados. He hecho estantes para decoración de interiores, una mesa rústica, trabajos grabados en láser, bandejas para decorar las mesas. Aquí trabajo con toda madera que encuentre y tenga un color que me atraiga. Que sea una madera que tenga buen comportamiento”, relató.

Una de las piezas del artesano.
Una de las piezas del artesano. (SUMINISTRADAS)

Pero la obra que se volvió viral fue un mapa de Puerto Rico que mide aproximadamente 5 pies de alto por 20 de ancho.

“Es un mapa en cinco maderas diferentes. Pasé el verano trabajando en esa pieza y lo subí a finales de agosto. Es a lo que me voy a dedicar por los próximos meses, quizá años, porque gustó mucho y tiene mucha demanda”, confesó.

“El (mapa) que saqué se fue viral, tenía 59 pulgadas de largo, de Cabo Rojo a Fajardo, y, contando Vieques y Culebra tenía 6 pulgadas extra que pudieran ser cinco pies y medio de largo por 20 pulgadas de ancho. Próximamente, las pienso sacar de algunos tres pies de largo por 12 de ancho para que sean más accesibles para las personas”, resaltó.

Actualmente, trabaja en estas y otras piezas más pequeñas que se convertirán en magnetos para la nevera y pines.

“Esto me proporciona tranquilidad, serenidad. Me encanta, porque pasa el tiempo y no estoy ajorado por irme. Aquí llego, empiezo a trabajar con la madera y mientras más me envuelvo, no me doy cuenta del tiempo. Todo es a mano, no uso máquinas que hagan cortes automatizados. Todo con mucha paciencia, amor, y salen las cosas”, manifestó.

“Quisiera seguir haciendo lo que me gusta y vivir de esto. Me encanta la madera y hay personas que aprecian el arte. Me gustaría que, esto que estoy haciendo en una escala pequeñita, llevarlo a una escala mayor y que pueda exponer más al mundo”, concluyó.

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