El rostro de Celimar Rivera Cosme cobró notoriedad tras su participación en el concierto de Bad Bunny -realizado a finales de julio en Puerto Rico - donde interpretó las canciones del trapero boricua en lenguaje de señas. Esto, con la ayuda de un par de amistades.

La naranjiteña de 31 años quería que la población sorda disfrutara al máximo del multitudinario evento, pues conoce a la perfección sus necesidades, ya que ella también creció en medio del silencio.

Contó que fue a través de un video, en el cual, “mi amigo sordo y, yo, dijimos que nos dieran el acceso al concierto de Bad Bunny. Que yo estaba dispuesta a interpretar de gratis. Que nos dieran la oportunidad. Dos semanas antes del concierto, me escribieron que me querían contratar”, recordó.

“No fue fácil, pero los sordos disfrutaron, que era lo que yo quería, que tuvieran acceso para nosotros, que disfrutaran y tuvieran la experiencia de lo que estar dentro de un concierto porque no todos los sordos van a un concierto, porque si no ponen un intérprete, pierden los chavos”, sostuvo.

“Lo disfrutaron, bailaron, nos dieron consejos. Se interpretaba exactamente lo que decía Bad Bunny. La pasamos brutal, aprendimos de ellos y ellos de nosotros.

“Fue tan cerca, pero tan lejos al mismo tiempo”, dijo al lamentar que no pudo compartir con el artista.

“Si él (Bad Bunny) pudo cantar un cantito en japonés, yo quiero enseñarle a él un cantito en lenguaje de señas. Aunque sea de gratis. quiero enseñarle y que sepa también que a muchos sordos le gustan sus canciones”, pidió.

Celimar en sorda parcial. “En mi casa es silencio total porque, mis padres son sordos y mi hermano también. El más que escucha es mi hermano, luego mi mamá, yo y mi papá, que es sordo profundo. Mi papá solamente llegó hasta quinto grado porque para ese tiempo, su papá pensó que la sordera era una enfermedad”, reveló la hija de Jackeline Cosme Torres y Nelson Rivera Rivera.

Ella no habló hasta los nueve años porque le hacían bullying en la escuela. Pero su vida se transformó tras comenzar a practicar el deporte del voleibol.

“Empecé a jugar voleibol a los siete años hasta los 28 años aquí en Naranjito, la cuna del voleibol. Gracias al deporte, hoy en día hablo, porque empecé a hablar a los nueve años. empecé a coger terapia del habla desde pequeña hasta cuarto año de escuela superior. Mi miedo era el bullying; no hablaba bien, pues muchos compañeros se empezaban a reír”, confesó la hermana de Nelson Rivera.

“En la cancha siempre hay que hablar, sí o sí, porque si no se habla, la jugada no va a salir. Y más en mi equipo, hay que hablar. Pues, gracias al deporte perdí el miedo de hablar. Hay que gritar, hay que hacer de todo en la cancha y pues, gracias al deporte estoy donde estoy”, afirmó al destacar que tomó terapias del habla de primero a duodécimo grado.

El lenguaje de señas lo aprendió desde que nació. “Es como cuando un niño oyente nace y los papás empiezan a decir cosas: ‘Mamá, papá’. Para mí fue en lenguaje de señas. Ese es mi primer lenguaje, lo aprendí con mis padres”, acotó la egresada de la entonces Universidad del Turabo.

No obstante, destacó, que estaba renuente a estudiar una carrera profesional en Interpretación de Lenguaje de Señas, pues soñaba con convertirse en enfermera.

“Yo quería ser enfermera, pero para ese tiempo, yo no conocía mis derechos y fui a Rehabilitación Vocacional. Allí me preguntan que qué yo quería estudiar y les dije, enfermería. Me dijeron que yo no podía ser enfermera porque soy sorda. No sabía entonces qué estudiar y, lo que quería era entrar a una universidad donde hubiera equipo de voleibol y entrar becada”, manifestó.

“En la universidad, siempre tenía que luchar para tener intérprete en todas las materias, porque hay profesores que hablan bajito, hay profesores que hablan de espalda, hay compañeros que participan en la clase y no escucho cuando están detrás de mí. Siempre tenía que ir a Rehabilitación Vocacional a que me pusieran intérprete, pero no siempre había fondo para pagarlo”, agregó.

Resaltó que su mayor reto académico fue la clase de español, pero en el camino se topó con un ser humano que se convirtió en su ángel de la guarda.

Se trata del reconocido intérprete del lenguaje de señas Edwin Díaz, quien interpretó el curso de español investigativo, de manera gratuita, durante su último semestre universitario.

“El idioma más difícil para nosotros, los sordos, es el español, porque el lenguaje de señas tiene su propia gramática, estructura, como cualquier idioma y, por ejemplo, cuando dicen ‘Mi casa es bonita’, en lenguaje de señas es “casa bonita’. tenemos nuestra estructura, gramática y no todos los maestros entienden eso”, explicó.

“Pero ese, fue el primer español que paso con A. Gracias a él (Edwin Díaz), estoy donde estoy; es mi mentor, mi papá, mi todo. Él es como mi segundo padre. Salgo en los anuncios de la televisión gracias a él. Se fue de Puerto Rico porque perdió su trabajo cuando vino el huracán María. pero siempre está ahí cuando necesito ayuda”, agregó.

De hecho, también fue discriminada al solicitar su primer empleo, por ser sorda parcial, aunque la plaza solicitada era como intérprete en lenguaje de señas.

“Es la primera vez que interpreto el boletín de huracanes, con Fiona. Salí el mismo día que llegó a Fiona a Puerto Rico. estaba guiando con mucha lluvia, asustada, llegué porque estaba cerca del centro. Lo hice porque la comunidad sorda tiene que estar tanto como los oyentes”, subrayó al señalar que actualmente trabaja para Sign Language Interpreters, Inc, Ceiba Interpreters y National Interpreters Puerto Rico.