A Oscar Figueroa Betancourt y su hijo, Omar Figueroa Negrón, les define una pasión especial por el trabajo artesanal que a diario comparten en su taller, ubicado en el sector Matrullas de Orocovis.

Los artesanos de origen carolinense, descubrieron sus respectivos talentos en los renglones de esculturas en alambre y, fachadas y estampas típicas en madera, respectivamente, sin sospechar que la vida les juntaría para crear hermosas piezas que resaltan la idiosincrasia puertorriqueña.

El padre, de 72 años, inició su camino en el arte popular desde muy joven, a pesar de que su progenitor no estaba de acuerdo, pues quería que estudiara otro oficio o profesión.

Así llegó a Orocovis, atraído por la belleza del “Corazón de Puerto Rico”, a donde más adelante echaría raíces junto a una numerosa familia de nueve hijos.

“Una vez, estaba con unos compañeros de la escuela en unas fiestas patronales en Juncos. Había un muchacho exhibiendo sus piezas. Me dijo que si quería aprender, que pasara por su casa para que me llevara un poco de alambre y unas pinzas”, recordó.

De esa manera, Oscar aprendió a confeccionar “lo que le llaman el muñeco. Este tipo de trabajo, al ser abstracto, usted hace el muñeco, pero el arte está en lo que usted lo va a poner a realizar”.

“Por ejemplo, tengo una pieza de un hombre asando un lechón; ese es el movimiento de la pieza. Para ese tiempo, no sabía nada eso, sino que me dio la curiosidad de enrollar el alambre y hacer un muñeco. No sabía si esto se podía vender, la cuestión es que dije que le iba a sacar chavos”, acotó.

Luego se fue insertando en las ferias de artesanías, a donde se apareció sin ser invitado. Sin embargo, con tenacidad, logró certificarse con el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP).

“Un día, el director del Instituto, me retó a hacer unas representaciones típicas que se ajusten a nuestra cultura. Así que cogí el alambre e hice una carreta con dos bueyes; unas piezas típicas de aquí, y, me certificaron ese mismo día”, confesó.

Asimismo, explicó que el material para elaborar sus trabajos “es lo que llaman alambre dulce, que lo venden por libras en las ferreterías”.

Pero la magia que esparce con sus manos hace que el alambre tome vida y se convierta en expresiones patrias que evocan recuerdos sublimes.

“Me gustan más las representaciones típicas de pueblo, como el limpiabotas y el vendedor de piraguas. También me gustan los Reyes Magos. A veces, me pedían una pieza jugando pelota o baloncesto, porque una vez usted sabe hacer el muñeco, lo demás se puede crear. Yo hago mucho a Don Quijote, porque ese personaje se relaciona con el material”, acotó.

De hecho, es el único artesano certificado que trabaja ese renglón.

Otro aspecto relevante, es que don Oscar, monta sus piezas en maderas del país, tales como caoba y cedro. Pero existe un secreto para que la obra parezca como si estuviese derretida.

“La gente cree que ese derretido, pero no, porque el alambre no lo puedo derretir. Es bondo, que le unto uniformemente, porque es una escultura, no puede estar tapada como si fuera de barro o una talla de madera”, reveló sobre el trabajo confeccionado en alambre, bondo, madera y pintura.

Sus piezas, se revisten de colores “oro, plata y bronce”.

“Empecé con oro porque le da un toque de antigüedad, luego utilicé un poco de bronce. El de plata, fue que un cliente que le gustaba la pieza, pero la decoración de su casa era con plata. Pero son ciertas figuras como los reyes magos, que tienen los tres tonos. La dama de la justicia y ciertas piezas las hago en color plata”, expresó.

Algunas de las obras que realizan.
Algunas de las obras que realizan. (XAVIER GARCIA)

Dos generaciones

Omar Figueroa es el sexto de nueve hijos que tuvo don Oscar. No obstante, es el único que emuló sus pasos en la artesanía.

Pero no siempre fue así, ya que el muchacho de 36 años se integró al ambiente cuando perdió su empleo como delineante.

“Mi papá decía que podía ser artesano, pero yo veía esto como un pasatiempo y, mientras esperaba que me llamaran para alguna entrevista, hice tres maquetas de iglesias. Entonces, comencé a acompañarlo a las ferias y ver la dinámica, porque él siempre se iba solo”, resaltó.

Así las cosas, llegaron a la feria de Plaza Las Américas, “y ahí todo cambió”.

“Me certifiqué, comencé a hacer otras piezas, en esa línea de fachadas de monumentos históricos, iglesias y faros. Hice el faro de Cabo Rojo, el Morro, Porta Coeli de San Germán, la iglesia de Aibonito, entre otros”, destacó.

Ya se cumplió una década de sus comienzos haciendo arte con fachadas y estampas típicas de madera.

“Utilizo maderas del país, como el cedro, caoba, majó y capa prieto. Me gusta usar una pintura que no tapa la madera, absorbe la pintura”, agregó al destacar que “he hecho muchas piezas que tienen que ver con fachadas, estampas típicas, colmaditos antiguos, casas criollas y garitas”.

Sin embargo, cualquiera pensaría que Omar alcanzó el nivel artístico que esperaba, pero “estos 10 años, para mi es el comienzo como artista”.

“Le pido a Dios que pueda seguir dedicándome a esto, porque para mí, el cielo es el límite. Aunque para mucha gente, 10 años es mucho. Pero tengo muchos diseños que quisiera hacer”, confesó.

De otra parte, padre e hijo se unieron aún más tras el fallecimiento de su madre Mayra Negrón, a consecuencia del COVID-19.

“Estamos juntos todo el día; él en su técnica y yo en la mía. Es mi mejor amigo. Es un honor, un privilegio tenerlo. Es mi crítico, e igual yo con lo de él”, apuntó.

Para detalles, puede acceder a Creaciones Guayacán o Creaciones Omar en Facebook e Instagram.