Utuado. Son muchos los sumilleres, o aquellos que fingen serlos, quienes creen que es necesario viajar miles de millas, atravesando océanos y continentes, para degustar un vino directamente del lugar dónde se embotelló.

Sin embargo, los boricuas no tienen que acudir a tierras lejanas para disfrutar de una copa, o dos o tres, de vino y las vistas pacíficas de un viñedo, pues en la Finca Vista Bella, en Utuado, no tan solo hay 15,000 plantas de uvas en 20 cuerdas de tierra, sino se puede catar vinos puertorriqueños, embotellas y fermentados allí mismo.

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La simple apertura del portón que conduce al viñedo te transporta a un lugar mágico. A su entrada, el visitante llega directamente al Chateau d’Amelia, “castillo” que el propietario, Emanuel Pérez, construyó en honor a su primogénita. Un poco más lejos, es visible el Castello d’Catalina, donde pronto pernoctarán huéspedes y es el castillo erguido en honor a su hija menor, quien apenas tiene un añito.

Los castillos son arropados por las montañas utuadeñas, a la guardarraya de Jayuya. A sus faldas están las cuerdas de plantas de uvas, pintando un panorama tal si fuera tomado de una página de un cuento de hadas, acompañado del perfume del campo y la paz de su ambiente.

A las afueras del Chateau, cuelgan uvas de pérgolas, o la planta de uva que produce sombra para los visitantes. Las uvas y las hojas de las plantas cuelgan sobre las mesas donde aquellos que disfruten de los recorridos pueden reposar, beber el vino puertorriqueño y hasta consumir platos de carnes, pizzas o pescados.

El vino tinto de la Finca Vista Bella tiene tonos dulzones, frutales, mientras que los que literalmente fueron creados de frutas, como de grosella y parcha, son una sorpresa que deleita el paladar, refrescantes y encantador.

Del ramillete a la copa

Pérez ideó el viñedo en 2020. ¿Por qué? Pues, por su gran amor a beber. Dijo que este proyecto es simplemente un “alcoholismo bien administrado”.

“La intención de esta finca no era tener un viñedo. Era tener una propiedad en el campo para venir los fines de semana y disfrutar del campo. El tema del vino viene porque lo primero que hacemos cuando compramos la finca es que empezamos a cosechar lo que ya había sembrado, porque el dueño anterior ya había sembrado y tenía guineo, plátano, yautía, ñame y eso era lo que él consumía. Empezamos con este follón, que es un ‘farm to table’ no glorificado, de venir al campo los fines de semana y ver qué estaba de temporada y consumirlo. En ese son, empezamos a añadir más cosas, sembramos mandarinas, chinas, distintos tipos de frutales, y entonces empezamos a preguntarnos ¿qué más yo puedo añadir que yo consuma? Y, como buen puertorriqueño, iba a llegar el punto en que íbamos a decir ¿qué bebemos?“, rememoró.

“Y, hay opciones, porque puedo sembrar maíz y hacer whiskey, puedo sembrar papas y hacer vodka, pero a mi esposa (Ivette) le gustaba más lo que era el vino. Ella es ingeniera química y yo le digo: ‘si yo siembro uvas, ¿tú haces el vino?’ Y llegamos al acuerdo de que yo me iba a encargar del viñedo”, agregó el utuadeño de 40 años.

Pero, disfrutar el consumo del alcohol no es suficiente para producir vino. Es una ciencia completa que provoca la producción de uvas para la creación de vinos en suelo boricua. Fueron años de experimentación, de viajes a Europa y de búsqueda de información lo que creó de Pérez, un ingeniero mecánico, en el vinicultor que es hoy, quien, sucesivamente, se enamoró del proceso de creación de vinos.

Por ende, al iniciar los recorridos, Pérez inmediatamente lanza una advertencia casi confesional: el vino de Puerto Rico no está hecho para importaciones comerciales. Está creado para consumo al momento.

A los expertos del vino, este aviso los calma, ya que algunos rápidamente buscan debatirle las razones por las que Puerto Rico no es el lugar ideal para crear e importar vinos.

La imposibilidad de importarla se debe a que la mayoría de los viñedos del mundo están cerca de la latitud 40, influencia ambiental y térmica necesaria en el balance de acidez y azúcar de la fruta. Para confeccionar vinos en la Isla, Pérez tenía que manipular sus plantas a la realidad de la latitud en la que ubica Puerto Rico en el globo: 18.

“Esto es importante, porque estas latitudes 40 son climas templadas. Esto en arroz y habichuelas es que hace frío. Son climas donde tú tienes las estaciones definidas y después del verano, una vez uno hace cosecha, viene el invierno. El invierno ocasiona esa planta se vaya a dormir y le da ese estrés a la planta y ella se retira automáticamente y se acumula bajo tierra y permanece acumulada donde hay frío, donde hay nieve”, explicó.

Por cuanto la planta tiene un comportamiento cíclico, o hace “exactamente lo mismo todos los años”, después de la cosecha, que inicia a finales de junio y finaliza en agosto, Pérez les provoca un “estrés” para que tome un reposo de dos a tres meses, simulando el descanso que tendrían en países con estaciones cambiantes de temperatura.

Aquel que no conozca el comportamiento de un árbol de uvas, interpretaría este “reposo” como que la planta “murió”.

“Esto lo que hace es que una vez esta planta tiene este estrés ella va a empezar a botar toda la hoja y eso significa que la energía que ha estado todo el año ayudando los ramilletes a crecer se está yendo al área de la raíz y la caída de la hoja empieza a suceder una vez esa energía empieza a transicionar desde la planta superior a la raíz”, detalló.

Esa energía se arraiga en el suelo y da más vida a la planta una vez vuelva a producir uvas.

“Esto es bien importante comenzar el ‘tour’ hablando de esto, porque la mayoría de los viñedos que conocemos están en climas diferentes”, reiteró.

Las limitaciones de Puerto Rico, siendo una isla tropical y constantemente cálida, sí limita el porcentaje de alcohol en los vinos. Esto, a consecuencia, evita que los vinos se puedan almacenar, ya que este vino, por la baja acidez de la fruta, se tiene que consumir rápidamente una vez se produzca.

“Para consumo y para lo que nosotros hacemos, que es ofrecer una experiencia, te funciona bastante bien. Pero, en un tema de distribución, este (vino) no se puede distribuir porque hace que los vinos se tengan que consumir bien rápido”, recalcó.

Tal si fuera un sastre, Pérez se asegura “diseñar” la planta de la uva, definiendo su cuerpo que conecta la raíz con la planta, los brazos que aguantan el peso de la cosecha y los pulgares a lo largo de los brazos, donde nace la fruta.

“Yo simplemente lo que hago es que una vez termino mi cosecha yo le devuelvo la forma a la planta para que mis nutrientes siempre se concentren en la fruta”, comentó.

Estas frutas en la Finca son híbridas; han sobrevivido el huracán María y las lluvias del huracán Fiona. Son resilientes y adaptadas al clima puertorriqueño.

Durante el recorrido, los visitantes también podrán visitar el área que aguarda los barriles, creados de madera de roble francés, donde se fermentan los vinos.

Ahora bien, ¿cómo se crea un vino tinto y qué lo hace “redondo”? ¿Cuál vinito es el ideal si quiero consumirlo con una tabla de charcutería e invitar a varias amistades a mi casa para ver alguna serie en Netflix? ¿Cuál es el vino que puedo llevar en la neverita para la playa?

Esos interrogantes, y muchos más, las responderá Pérez, convirtiendo a los visitantes en expertos de vino.

Date la vuelta

No se aceptan visitas sin reservación. Para llegar, es menester comunicarse con Pérez al 787-390-2178 para reservar una fecha y hora, elegir a qué recorrido desea acudir, en qué idioma se ofrecerá y cuántas personas conformarán en el grupo.

Los recorridos de las 10:00 a.m. son en inglés y demoran aproximadamente 45 minutos. A las 11:00 a.m., son en español. Ambos tienen un costo de $45 por persona.

El recorrido que incluye la degustación de tres tipos de vinos son de $65 por persona. Los de las 10:0 a.m. también son en inglés y el de las 11:00 a.m. en español. También son de 45 minutos.

El recorrido de la tarde, que comienza a la 1:00 p.m., es de $145 por persona, porque incluye cuatro copas de vino, tres platos, un aperitivo, plato principal y un postre. Si solo desea la comida y el recorrido sin los vinos, el precio es de $125 por visitante.

Para llegar, puede ingresar “Finca Vistabella” en la aplicación Google Maps, que lo llevará directamente al área de estacionamiento. Desde San Juan, el viaje puede demorar entre una hora y media a dos horas, dependiendo en las incidencias diarias que afectan el tránsito.

De lo contrario, puede comunicarse con Pérez para que lo dirija directamente.