El tesoro escondido en Isabela que trajo de vuelta el tren olvidado de Puerto Rico
En el lugar se vive una experiencia de correr en una teresina o subirte a una locomotora de vapor, entre otras.
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Desde coger una trillita en una teresina del ferrocarril hasta subirse a una locomotora, son solo algunas de las experiencias que pueden vivirse en el Museo del Tren de Isabela.
Desde el 2020 ese pueblo costero cuenta con el único museo de la Isla dedicado al tren de circunvalación que operó en Puerto Rico hasta mediados del siglo 20.
Se trata del esfuerzo de vida de los últimos 44 años de Víctor Díaz Cortés, y un grupo de voluntarios, por reconstruir la historia del desaparecido medio de transportación masiva que conectaba desde San Juan hasta Ponce.
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Ubicado en la carretera 113, intersección con la avenida Juan Hernández -en el antiguo edificio de la algodonera de Isabela- este recinto alberga más de 2000 piezas del desaparecido sistema ferroviario, incluyendo la única de las más de 100 locomotoras que estuvieron en servicio en Puerto Rico alguna vez, que aún existe.
Un ‘vagón de socorro’, locomotoras de vapor, locomotoras eléctricas, rieles y travesaños de las vías del tren, candados de agujas, señales del cruce de ferrocarril, campanas de trenes, telégrafos y hasta una réplica de la estación de tren de Isabela, forman parte de las piezas en exhibición en este museo que según su fundador, es uno ‘hands on’. Esto quiere decir que se permite la interacción de los visitantes con las piezas en exhibición.
Aunque en el exterior del edificio pueden comenzar a verse piezas como máquinas del ferrocarril de la caña y vagones abiertos o “trolleys” del tren, el recorrido comienza al abrirse las puertas de la réplica de la estación del tren en el interior del museo. Una vez adentro, los visitantes se encuentran cara a cara con la locomotora de vapor número 88, que según Díaz Cortés, es la única que aún existe del antiguo tren de pasajeros que operaba en la Isla.

Al igual que otras piezas que ha logrado localizar Díaz Cortés, la enorme locomotora se hallaba abandonada en un predio al aire libre, expuesta a los elementos y en franco deterioro. En específico, la locomotora 88, que llegó a la isla en 1918 fue vendida en los años 50 a una centra azucarera en Humacao, que cerró a finales de los 60 y unas décadas más tarde, fue adquirida por el Parque de las Cavernas del Río Camuy que en la década del 80 planeaba establecer un proyecto de restauración de locomotoras.
Ese proyecto nunca se realizó y eventualmente el parque donó la locomotora al museo, que costeó su traslado hasta Isabela, así como la restauración parcial de la misma, hecha por varios soldadores y hojalateros. “A esta máquina se le hizo una restauración 50/50″, manifestó Díaz Cortés, quien explicó que un lado de la locomotora se reparó para que luciera en óptimas condiciones y que además, a la hora de interactuar y subirse a ella, los visitantes pudieran hacerlo de manera segura, mientras que el otro lado se dejó en las condiciones en que se encontraba cuando el museo la recibió para que se pudiera apreciar los estragos del paso del tiempo sobre ella.
Al igual que una segunda locomotora eléctrica que se hallaba en la Central Mercedita en Ponce y que fue donada por la Autoridad de Tierras, la restauración de estos equipos fue cosmética, no funcional. Sin embargo, a diferencia de la 88, la segunda máquina fue restaurada completamente.

Otra pieza significativa de la colección es un vagón de socorro bautizado como el “Red Rhett”, en honor al maestro carpintero y artesano isabelino Rhett Baltzegar, quien donó su tiempo por espacio de un año, para restaurarlo. Al igual que otras piezas de la colección, el vagón de socorro fue hallado en total estado de deterioro en el Parque de las Cavernas y fue donado al museo. Díaz Cortés explicó que un vagón de socorro no es otra cosa que un vagón de carga convertido en un taller ambulante, que era trasladado hasta cualquier punto de las vías donde se averiara un tren, o donde hubiese que hacer una reparación, con las herramientas y piezas necesarias para hacer la misma.
En el interior del vagón pueden apreciarse varias piezas de la colección, como varios travesaños de hierro que fueron parte del sistema ferroviario que se construyó originalmente bajo la colonia española, travesaños de madera de las vías construidas por la American Railroad Company a principios del siglo XX, una máquina del telégrafo, pieza esencial para la operación de los trenes en esa época y que se hallaban en las más de 40 estaciones de tren a lo largo de la ruta, así como diferentes herramientas utilizadas en el sistema.
En el interior de un escaparate, protegidos, se encuentran documentos y memorabilia asociada a la American Railroad, tales como las placas con las que se identificaban a sus obreros, gorras de maquinistas, cartas y documentos de la época. En uno de esos estantes puede verse el sobre de pago de nómina de un obrero. Con fecha del 28 de febrero de 1941, la inscripción del sobre lee que el trabajador, de apellidos Laboy Ayala, cobro $3.91 centavos, el equivalente a aproximadamente $70 en el 2025. Junto al sobre también se encuentran dos boletos del tren, uno para el tramo de Santurce a Barceloneta, travesía que tenía un costo de .50 centavos y otro para el tramo de Isabela a Mayagüez, recorrido que tenía un costo de .30 centavos.
Una de las partes más excitantes del recorrido llega al final del mismo, cuando los visitantes pueden vivir la experiencia de darse una “trillita” en una teresina, el medio de transporte impulsado de manera manual, que utilizaban los trabajadores para recorrer el sistema. Unos 50 metros de vía aproximadamente, son suficientes para que los visitantes puedan tener la experiencia.
La pasión de Díaz Cortés por el sistema ferroviario del país inició hace más de 40 años, cuando comenzó a visitar la región oeste. “Yo no soy natural de Isabela. En los años 80 comencé a visitar en Isabela a la que entonces era mi novia y que hoy es mi esposa y vi el Túnel de Guajataca, y me llamó la atención. Un tiempo después un amigo me señaló que en la montaña había un segundo túnel, el Túnel Negro de Quebradillas y ahí quedé fascinado con esa historia, y siguió evolucionando. Busqué información en universidades, libros, entrevistas. Luego cree un grupo y se incorporó y luego surgieron ideas”. Finalmente, en el 2020 el Museo del Tren de Isabela abrió sus puertas. Mientras, la corporación sin fines de lucro “Amigos del Tren de Isabela”, que opera el museo ha celebrado 12 convenciones, ofrece charlas en escuelas, universidades y hasta a las cárceles del país han llevado conferencias sobre el tema, y han publicado tres libros de la autoría de Dave Deyo, sobre el tren de circunvalación de Puerto Rico.
Díaz Cortés reveló que el costo total de habilitar el museo y los distintos trabajos que se han hecho, tales como restauración de locomotoras, traslado de equipos y la instalación de exhibiciones, puede estar cerca del medio millón de dólares. Estos fondos se han conseguido gracias en parte a donativos, el esfuerzo de la corporación Amigos del Tren de Isabela, los ingresos propios que genera la operación del museo y –aunque no quiso especificar cuanto- la inversión de tiempo y dinero propio de su fundador.
Actualmente, el Museo del Tren trabaja en dos iniciativas, la apertura de una sala de maquetas de trenes a escala, en la que los niños y visitantes podrán operar trenes eléctricos y disfrutar de estos, mientras intentan la adquisición de dos vagones que aunque no fueron parte del sistema ferroviario de la Isla, debido a que la extensión del sistema local no requería que pasajeros y trabajadores pernoctaran en el tren, son piezas de relevancia al hablar de los trenes.
Se trata de un vagón conocido como “caboose”, que era donde los trabajadores del tren pernoctaban durante los recorridos que se extendían por más de un día, al igual que un vagón suizo de pasajeros.
Díaz Cortés no pasó por alto las aportaciones de otros entusiastas de los trenes que han donado parte de sus colecciones y piezas importantes al Museo del Tren.
El Museo del Tren de Isabela abre sus puertas los sábados y domingos y la entrada cuesta solo $5. También se hacen recorridos para grupos con cita previa. Para más información puede comunicarse al 787-647-3173 o visitar las redes sociales.


