El “Túnel negro” que probablemente no sabías que existía en Puerto Rico
Este lugar en Quebradillas tiene un espectáculo escénico que parece sacado de la película Jumanji.
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Oculto en las entrañas de la montaña en el barrio Terranova de Quebradillas, cerca del kilómetro 103.9 de la carretera número dos, existe un vestigio de la época dorada del tren en la Isla.
Se trata del túnel Guajataca Este, también conocido como el Túnel Negro de Quebradillas. No es el famoso Túnel de Guajataca ubicado a orillas de la playa en Isabela y que es conocido por todos gracias a su espectacular vista desde el Miradero de la Bandera en Quebradillas. Para disfrutar de este espectáculo hay que adentrarse en una vereda y hacer una caminata de entre 15 a 20 minutos montaña adentro.
Se le conoce como el Túnel Negro porque a diferencia de otros túneles del extinto sistema ferroviario de la Isla, desde un extremo de la estructura (de unos 140 metros de longitud, aproximadamente) no puede verse el otro extremo, según explicó David Soto de “Ruta Borinquen”, una entidad sin fines de lucro que persigue el rescate la ruta del ferrocarril para el disfrute de ciclistas, senderistas y el público en general. El túnel no cuenta con iluminación, por lo que es necesario utilizar linternas para alumbrar el paso una vez los caminantes se aventuran a cruzarlo.

“El Túnel Negro, también conocido en los planos como el Túnel Este de Guajataca es conocido por ser el túnel más largo construido por la llamada entre comillas ‘Compañía de Ferrocarriles de Puerto Rico’, también conocida como la American Railroad Company. Está ubicado en Quebradillas y tiene otros dos túneles gemelos, uno en Isabela y otro en Cabo Rojo, que son casi idénticos. Básicamente el Túnel Negro es parte de la última fase del tren para completar la ruta de San Juan a Ponce, así que dejaron lo más difícil para lo último, el valle de la desembocadura del río Guajataca”.

“Igual el Puente Blanco, etcétera, eso era lo más difícil porque eran unas conexiones que requerían puentes bien grandes”, explicó Soto, ingeniero de profesión y cuya entidad se ha dedicado a educar sobre el contexto de veredas patrimoniales ferroviarias y busca rescatar la ruta del tren a través de la Isla, “para usarlo para peatones y ciclistas, personas que quieren caminar o ir en bicicleta, explorar naturaleza, visitar cascos urbanos y que tengan una ruta alterna. Y siguiendo esa línea promovemos los activos asociados con la historia, que la gente ya los conoce pero no hay una página oficial para promoverlos y nosotros tenemos una página web donde los promovemos, rutaborinquen.org”. Soto añadió que Ruta Borinquen está proponiendo un sistema de rotulación a nivel de Puerto Rico que ayude a las persona a visitar y navegar esos lugares.

Al dejar la carretera PR-2 e internarse en la vereda, que pronto comenzará a ser remozada por “Ruta Borinquen”, “Conservación Costera” y otras organizaciones sin fines de lucro gracias a un donativo ambiental de la Fundación Ford, comienza una travesía que prácticamente se transforma en un baño de naturaleza, con un espectáculo escénico que parece sacado de la película Jumanji. La ribera del río Guajataca, cuyas aguas invitan a darse un chapuzón, ambientan la caminata y el constante ruido de las hojas moviéndose como si hubiese alguien merodeando, hace que se agudicen los sentidos de los senderistas.
Pero si se observa con cuidado, los visitantes podrán percatarse que se trata de cangrejos ermitaños (conocidos también como cobitos o micos), que apresuran su paso para ocultarse de los intrusos que invaden su espacio. La abundante vegetación, entre la que se destacan altos y frondosos árboles, cobija a los caminantes protegiéndolos del inmisericorde sol y las altas temperaturas durante la totalidad del trayecto. La vegetación es tan imponente que a mitad de la ruta, prácticamente cubre un enorme pilar sobre el que muchas décadas atrás pasaba la vía del ferrocarril en el trayecto hacia el túnel, y que cubierto por plantas y árboles, da la impresión de ser un monumento construido por una civilización antigua.
A pesar de las condiciones accidentadas del terreno y la distancia, la caminata no resulta muy complicada. “El Túnel Negro es un terreno bastante leve de cuestas, pero cuando llegas al final de la ruta vas a ver un cambio de elevación precipitado porque había un puente al final del túnel. Es un lugar lleno de historias y los quebradillanos sienten un gran apego por ese túnel”, manifestó. Soto explicó que el donativo de la Fundación Ford permitirá delimitar la vereda, acondicionarla y rotularla debidamente para que los senderistas puedan disfrutar de una caminata segura sin riesgo de perderse o accidentarse.
Añadió que a la hora de hacer un recorrido, las precauciones son necesarias. Entre estas, ropa cómoda, calzado cerrado, agua para mantenerse hidratado y una linterna para alumbrarse en el interior del túnel son recomendables. Los senderistas deben estar conscientes de que en el interior de la estructura pueden habitar criaturas tales como insectos, murciélagos y otros. De hecho, con sus ruidos característicos, los animales se encargarán de hacerles constar su presencia en el interior del túnel.
Es preferible usar las linternas para iluminar el suelo y abstenerse de alumbrar las paredes y la parte superior del túnel para evitar un encuentro inesperado con alguna de estas especies.
Aunque los senderistas pueden visitar el túnel por cuenta propia, diversas entidades sin fines de lucro realizan recorridos guiados e interpretativos. Entre estas se encuentra “Ruta Borinquen” y Conservación Costera de Puerto Rico (COCO PR).
Debido a las condiciones de la vereda, es preferible contactar alguna de estas organizaciones para coordinar un recorrido guiado. También puede conseguir más información a través del Museo del Tren en Isabela.


