Hay público para todo, se dice comúnmente. No hay por qué dudarlo. Semanalmente las carteleras de espectáculos ofrecen una diversidad de producciones para apelar a las distintas audiencias. Unas logran un éxito rotundo, otras a menor escala, pero es así como se mantiene la industria del entretenimiento y del teatro.

El pasado fin de semana una de las opciones fue el estreno de la comedia Las verdaderas Housewives de Puerto Rico The Reunion, en la Sala de Teatro René Marqués del Centro de Bellas Artes en Santurce, con las interpretaciones de Ivonne Orsini, Sonya Cortés, Saudy Rivera, Deddie Romero, Mónica Pastrana y Karla Sánchez.

El actor Ulises Rodríguez interviene como el presentador del programa al que acuden las seis mujeres para repasar lo ocurrido entre ellas de cara a una nueva temporada del programa, que pretende ser visto como la versión criolla de la producción anglosajona The Real Housewives. La actriz Madelyn Ortiz igualmente tiene una participación como la detective a cargo de una investigación para descubrir el paradero de una séptima “housewife” llamada “Noelia”.

El encuentro transcurre en un estudio de grabación casual y ellas interactúan mayormente sentadas, con excepción de algunos momentos en los que les parece necesario exagerar sus líneas de pie.

A primera vista es un montaje sencillo -salvo los despampanantes vestidos de ellas-, que intenta adentrar al público en la dinámica de ser parte de un programa de televisión que se está desarrollando en directo, y en el que cada una de estas esposas va definiendo su personalidad con gestos exagerados u ordinarios. 

El texto escrito por Marian Pabón y dirigido por Albert Rodríguez, en una producción de Casa Productora, es puramente frívolo. Inicia con algún grado de comicidad, mientras las esposas van dejando saber al público quiénes son dentro de ese grupo, pero entrado el segundo acto, se degrada hacia la vulgaridad extrema e innecesaria.

Se abusa de frases sexualmente explícitas, del vocabulario grosero, con palabras como “pato” en lugar de gay u homosexual, algo que parecía haberse superado en la lucha por no ofender y defender los derechos de la comunidad LGBTT. Se menciona el barrio sanjuanero de La Perla como un escenario de droga, subrayando los prejuicios. 

Hay un público para todo, se dirá otra vez. Y vuelve a ser cierto. La mejor evidencia fueron las risas que se escucharon en la sala. La comedia es para entretener, para liberar y seguramente esta pieza cumplió con ese principio entre quienes tuvieron oportunidad de verla en las primeras tres funciones. 

Lo lamentable es ir a un encuentro que prometía sacarle punta a los atributos y defectos de cada una de las mujeres representadas y que las mujeres entre el público pudieran identificarse con ellas, incluso se parodiara ese chismorreo que se da cuando las mujeres se juntan -que no está libre de picardía, humor negro y una que otra palabrota cuando el cuento lo amerite-, y encontrarse realmente con una propuesta escénica que se sostiene de referencias tan burdas como el “Negro de WhatsApp” en un contexto que no se puede publicar.

Los personajes que intepretan Mónica Pastrana, Ivonne Orsini y Saudy Rivera se mantienen más o menos en un límite que no se excede en lo chabacano, sin dejar de ser chispeantes en sus personalidades. Lo demás es estrictamente ordinario, trivial.

Pero, para el gusto los colores, como también se dice comúnmente. Y ellas no pecan por falta de colores, los llevan desde el más pálido hasta el más chillón.