Los inmigrantes y emigrantes de nuestra historia
Los movimientos migratorios en la Isla han dejado huellas en nuestra historia.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 8 años.
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A lo largo de los siglos, Puerto Rico ha recibido visitantes de todas las especies y de todas partes del mundo. Unos se quedan más tiempo que otros, pero todos dejan su huella.
Ante la necesidad de apaciguar los ánimos en tiempos de revolución, la corona española abrió las puertas a inmigrantes católicos de otros países europeos.
Las guerras napoleónicas tuvieron un efecto devastador en las monarquías europeas de principios del siglo XIX.
Uno a uno, los reinos de Europa caían en manos de Napoleón Bonaparte para formar parte de un nuevo imperio. En España, Napoleón provocó la salida del rey en favor de su inepto hermano, José Bonaparte, apodado “Pepe Botella” por los españoles fieles al rey español Fernando VII.
Muchas colonias americanas aprovecharon este momento para rebelarse en contra de la Corona y luchar por su independencia. Otras colonias, sin embargo, optaron por permanecer fieles a España, que en estos momentos de crisis había creado un gobierno secreto, a espaldas de José Bonaparte, para defender los intereses del rey para cuando éste regresara.
Entre las colonias que le fueron fiel al gobierno provisional se encontraban Puerto Rico y Cuba. Ambas enviaron delegados a la Corte en Cádiz (Ramón Power como representante de Puerto Rico) y ambas fueron recompensadas con reformas económicas que no resolvieron los verdaderos problemas que les aquejaban.
Para Puerto Rico, una de estas reformas fue la Real Cédula de Gracias de 1815. Esta ley contribuyó al desarrollo económico de la Isla al expandir el comercio. Además, eliminó muchos de los impuestos que pagaban los ciudadanos y los comerciantes. La cédula también facilitó la introducción de maquinaria agrícola y de esclavos, para fomentar la agricultura.
Sin embargo, una de las mayores contribuciones de esta ley fue propiciar la inmigración de familias extranjeras a la Isla. Estas familias, claro, debían ser católicas y recibieron las mejores tierras agrícolas a cambio de que se establecieran permanentemente en Puerto Rico e invirtieran en nuestra economía.
La cédula facilitó la llegada de inmigrantes europeos procedentes de lugares como Francia, Alemania, Italia, la isla de Córcega, Holanda y Portugal. Con el tiempo, estas familias se adaptaron al estilo de vida puertorriqueño y contribuyeron a nuestra cultura con sus platos nacionales, sus costumbres y su vocabulario.
Por ejemplo, los inmigrantes de las islas Canarias se establecieron en los municipios de la costa, como Arecibo y Aguadilla, dedicándose a la agricultura y el comercio.
Otros, naturales de Córcega, se dedicaron al cultivo del café en pueblos como Yauco, Adjuntas y Lares.
Estos inmigrantes corso-franceses influyeron en nuestro modo de hablar, particularmente en un rasgo que nos caracteriza mucho como lo es arrastrar la erre o, según la llaman los lingüistas, pronunciar la “erre velar”.
Los africanos
Pero no todos llegaron voluntariamente. Nuestros antepasados africanos fueron traídos por la fuerza, principalmente de las costas occidentales de África.
Los primeros en ser introducidos a América eran conocidos como ladinos y eran negros nacidos o criados en España o Portugal. Éstos ya habían sido cristianizados y conocían las costumbres españolas.
Otro grupo, los llamados negros bozales, pertenecía a pueblos y tribus de Sudán Occidental, al oeste de África. Éstos llegaron a Puerto Rico en los siglos XVI y XVII, y entre ellos habían negros jelofes, que vivían en los márgenes del río Senegal.
Su religión era islámica, por lo que se les consideraba rebeldes y peligrosos.
Originalmente, algunos de los principales grupos de negros traídos a la Isla eran excelentes agricultores con un alto desarrollo político. En sus tribus, trabajaban de forma cooperativa y organizada. Además, conocían el hierro y minaban el oro.