Si te preguntaran cuáles actividades pudieran ser perjudiciales para tu salud, apostamos cualquier cosa a que sabemos lo que contestarías. Sin embargo, lo que tal vez no imaginarías, es que pintarse los labios o el cabello, usar desodorante, humectante o sombra de ojos pudiera ser tan peligroso como tocar unos cables eléctricos con los pies mojados.

Son pocos los que -aunque lean de rabo a cabo las etiquetas de los alimentos que ingieren- se toman la molestia de dedicarle tiempo y esfuerzo a conocer de qué están hechos los productos que usan diariamente para su acicalamiento y aseo personal.

Y, ciertamente, deberían hacerlo; de hecho, todos deberíamos. Porque, si bien cada día nos aventuramos a hacer y usar un sinfín de cosas con tal de presentarle al mundo nuestra mejor cara, ¿será posible que, en vez de “aventurarnos”, en realidad, nos estemos “arriesgando”?

El único peligro no es el plomo

No hace mucho, todavía resonaba en los medios la preocupación general por la supuesta presencia de plomo en varias marcas famosas de lápices labiales. Y, aunque este alegato fue refutado por muchas de las compañías que venden esos productos, una cosa no deja de ser cierta: la lista de agentes potencialmente nocivos para la salud -y presentes en casi todo lo que usamos- parece no tener fin.

De hecho, te invitamos a hacer un experimento. Acércate a tu botiquín o a tu gabinete de productos de aseo y acicalamiento, y échales un vistazo a unas cuantas etiquetas. Probablemente, entre el champú y la pasta de dientes, el humectante y la sombra de ojos, la loción para el cuerpo y el desodorante, encuentres ingredientes que ni siquiera sabías que podían ser tóxicos.

Por eso, muchos se lamentan de que habría que tener un doctorado en química para saber las consecuencias de la exposición continua a sustancias que, para empezar, casi siempre están en latín y sus nombres ni siquiera nos dan un indicio de qué se tratan.

Algunos ejemplos son:

  • 1,4-dioxane, un contaminante cancerígeno, presente en el 50% de los cosméticos

  • 2-bromo-2-nitropropane-1,3-diol (bronopol), una sustancia que causa alergia de contacto y dermatitis

  •  Ammonium Laureth Sulfate (ALES), un ingrediente presente en el 90% de los productos que hacen espuma y que puede dañar el sistema de inmunidad de la piel (con frecuencia, se disfraza en productos “seminaturales” alegando que “proviene del coco”)

  •  Benzalkonium Chloride, la sobreexposición a esto puede causar parálisis muscular, presión baja y debilidad, entre otros síntomas

  • DEA (diethanolamine), MEA (monoethanolamine) y TEA (triethanolamine) comúnmente usados en cosméticos para ajustar el pH. El TEA, en particular, puede causar reacciones alérgicas y podría ser tóxico si fuera absorbido por el cuerpo durante periodos de tiempo prolongados

  •  Oxybenzone/Avobenzone, filtros solares sintéticos que pueden afectar el balance hormonal del cuerpo

  •  Parabens, conservantes sintéticos que pueden afectar el sistema endocrino

  •  Phatalates, fijadores de fragancias que pueden ser potencialmente tóxicos

  • Propylene/Butylene Glycol, este derivado del petróleo puede debilitar la proteína y la estructura celular de la piel

  •  Toluene, hasta sus vapores son perjudiciales y puede afectar el hígado, los riñones, el sistema sanguíneo y/o el sistema central nervioso, además, causa irritación a la piel, los ojos y el tracto respiratorio.

    En fin, sería imposible proseguir sin convertir este reportaje en un catálogo de sustancias peligrosas. Pero, baste con saber que debemos convertirnos en consumidores sabios y conocer más a fondo todo lo que implican los productos de la industria de cosméticos.

    No todo está en la etiqueta

    No todos los empaques de los productos que continuamente usamos son lo suficientemente grandes como para contener una lista de todos sus ingredientes. Por tales motivos, muchas compañías refieren al consumidor a sus sitios de Internet o los invitan a que les escriban para, a vuelta de correo, devolverles un informe detallado de los artículos que venden.

    Medidas a tomar

    Para protegernos de sustancias potencialmente peligrosas que se encuentran en artículos de cuido personal, el dermatólogo Edgardo Rodríguez Vallecillo explica que debemos, primeramente, saber “las cosas a las cuales somos alérgicos”.

    Por otro lado, el galeno ponderó que, en el fondo, cuando se trata de cosas potencialmente tóxicas, “aunque uno trate de evadirlas, están presentes en casi todo lo que usamos, desde champús hasta desodorantes”. De modo que, si lo pensamos mucho, “no encuentra uno qué ponerse”, expresó.

    No obstante, eso no nos libera de la responsabilidad de que, siempre que podamos, analicemos la información disponible. “Si una persona ya sabe que ha demostrado sensibilidad a una sustancia”, lo lógico es que procure no usar nada que la contenga.

    “Los sulfitos producen picor y ardor, y alergia de contacto” en muchas personas, señaló el médico. De otra parte, “productos blanqueadores de la piel, como la hidroquinona”, también producen reacciones no deseadas.

    Rodríguez Vallecillo se apresuró a mencionar que muchas personas desconocen que el triple antibiótico resulta irritante. “Una cosa que usamos mucho es la neomicina”, mencionó el doctor. “Pero, cuando uno busca la lista del hit parade, por así llamarlo, de los ingredientes en la etiqueta que causan alergia en la piel, la neomicina siempre está presente”. “ Ésta es uno de los ingredientes en el clásico triple antibiótico”.

    Y no hay que olvidar que “la causa más conocida de alergia de contacto son las fragancias”, afirmó Rodríguez Vallecillo.

    Siempre precavidos

    Si pensabas que los productos que se mercadean como hipoalergénicos no podían provocar ningún tipo de reacción alérgica, te equivocas. “Les llaman hipoalergénicos porque no contienen fragancias, pero eso no quiere decir que no puedan dar alergia. Eso lo que quiere decir es que, al disminuir la fragancia, disminuye la frecuencia de alergia”, advirtió el experto. “Pero, uno no está exento de peligro”, añadió.

    ¿Naturales? ¿Cuán naturales?

    Para atraer a los consumidores, algunas compañías etiquetan sus productos como “naturales”. Pero, esto, ¿qué significa? “Yo les tengo miedo a las cosas ‘naturales’ porque muchas no han pasado el rigor de las pruebas médicas necesarias. Además, ‘natural’ no es sinónimo de saludable o inocuo”, sostuvo el galeno.

    Por eso, añadió que “hay que mantenerse leyendo sobre noticias que surgen sobre la salud y, una vez se sepa sobre ciertos ingredientes (que puedan ser perjudiciales), estar alertas y leer las etiquetas”.

    Modelo: Melissa Chaves, de Annjannette 787-630-5642

    Stylist: Paola Fernández