En la ceremonia de los premios Óscar, la presencia en la alfombra roja cobra casi la misma notoriedad que la de ser ganador para el filme nominado.

Desde 1928 quedó claro que no se trata de solo una noche de logros cinematográficos. Por eso, decenas de estrellas se esmeran para sorprender favorablemente con su arreglo a su paso por la pasarela que antecede a la gala. ¿El propósito? Que su nombre se incluya en otra lista en la que únicamente desean tener una mención triunfadora: la de una celebridad que impresiona con su glamur, su elegancia y su inclinación para dictar tendencias.

Los vestidos de prestigiosos diseñadores no faltan, así como tampoco los accesorios cuyo monto puede ascender a varios millones de dólares. No siempre son tan “humildes” como el collar que lució la actriz Hillary Swank cuando recibió su galardón por Boys Don’t Cry, cuyo valor rondaba cerca de los $200,000.

A veces el arreglo del maquillaje puede ser un aliado. En otras, puede destruir un aspecto que no logra salvarse ni con la distracción de lucir el traje de alta costura más fino, como le pasó a la actriz Sharon Stone en su aparición en la ceremonia de 2011, cuando fue duramente criticada por lucir un delineador oscuro que marcaba profundamente el contorno de sus ojos, en combinación con un lápiz labial rojizo y un cabello recogido con la parte superior muy abultada.

Habrá que ver qué sorpresas en asuntos de moda y belleza traerá la alfombra de la edición número 85 de los premios, que se celebrará mañana domingo. Mientras, te presentamos algunos aciertos, desastres y datos curiosos que han marcado la historia de la premiación más importante de la industria fílmica.

Lo que no todos saben

Los vestidos y las joyas son prestados. La talla favorita de los diseñadores es la 0. Si la actriz requiere un ajuste (para agrandar), más vale que sea una estrella súper reconocida porque de lo contrario, tendrá que escoger entre los vestidos hayan disponibles en su size, que no siempre son los más deslumbrantes.

Ingrid Bergman fue una de las celebridades que modeló sencillez en los años de austeridad de la posguerra, acto por el que fue criticada. De hecho, se dice que por dos años consecutivos (1944 y 1945) modeló el mismo vestido. Se trataba de un traje oscuro con el que subió a recoger en 1945 su premio por la película Gaslight. Su selección sirvió para criticar el dominio de piezas sobrias en tiempos de guerra. La cronista Hedda Hopper llegó a escribir: “La guerra acabó. Por favor, pongan fin a esta batalla contra el glamour”.

A la famosa Audrey Hepburn le llovían los diseñadores que deseaban vestirla. Pero su fidelidad giraba en torno al nombre de Givenchy. Si bien siempre fue un ícono de elegancia y sofisticación, en 1954 la ganadora del Oscar por Roman Holiday fue criticada por su pobre arreglo en el cabello, el que la hizo deslucir al buscar su premio.

La cuatro veces nominada como mejor actriz Joanne Woodward, fue un ejemplo de cómo la recesión afectó el glamur de los Oscar al opar por coser ella misma sus vestidos. La esposa de Paul Newman por 50 años logró ser galardonada en 1957 por su papel en Las tres caras de Eva.

Inolvidable su look

La lista de mejores vestidas es larga y muy reñida. Pero en la de peores, existen dos que compiten como dos de las peores de la alfombra roja. Cher, en 1986, marcó uno de los momentos más marcados cuando apareció con un vestido excéntrico negro que dejaba partes de su cuerpo al descubierto.

En 2001, la artista islandesa Bjork arribó con un vestido halter en forma de cisne, creación de Marjan Pejoski. El diseño lo complementaba un huevo que colgaba a sus pies.

En la ceremonia de 1989 parece que a Demi Moore se le olvidó por completo la esencia del buen vestir de los premios, así que asistió con unos pantalones ajustados tipo ciclista, combinados con un corsé. Una capa con estampados dorados complementaba el diseño.

Puro brillo

En la ceremonia de 1970, y con el mensaje claro de que el público deseaba a sus celebridades con un aspecto glamoroso para el evento, la actriz Elizabeth Taylor sentó pauta al lucir un diamante de 69 quilates de Cartier.

En 1988, la fenecida actriz de Titanic, Gloria Stuart, lució un collar de zafiro y diamante de $20 millones similar al presentado en la película.

La actriz Kate Winslet donó el ajuar que lució en los Oscar de 2010. Consistía en un vestido strapless Yves Saint Laurent complementado por un collar de diamantes amarillos valorado en $2,500,000, unos aretes de diamantes de $975,000 y un brazalete, también confeccionado con esta piedra preciosa, (todos de Tifanny & Co).

Memorables arreglos

La armonía de su sencillo repelado y el maquillaje natural que resaltaba su piel hicieron que Nicole Kidman recibiera halagos por un look sofisticado durante su presencia en los premios del año 2003, cuando fue nominada –y ganadora- como mejor actriz para The Hours.

El cabello recogido en un moño con pollina esponjada y reseca que lució la actriz Scarlett Johansson en 2005 la hizo merecedora de duras críticas.

Las excentricidades y exageraciones no tienen lugar en los Oscar. Pero esta máxima parece que fue olvida por la actriz Marcia Gay Harden, cuando en 2004 optó por arreglar su cabello con un bump oversize.

Para este año

La agencia de noticias Reuters posteó en su página de Internet que para este año se asegura que uno de los tratamientos a los que ya muchas famosas se han sometido para lucir regias en la noche de mañana es el de la crema facial a base de excremento de pájaro (importado de Japón). Esta costosa alternativa, conocida como Geisha Facial, ya se ha comenzado a promover en el Shizuka New York Day Spa.

La propietaria del salón asegura que contiene enzimas naturales para exfoliar la piel. Para el cabello, se habla de un tratamiento natural con un ingrediente particular: testículos de toro. Según la propietaria de The Broot, en Santa Mónica, esta opción se usó por años por algunas familias persas que extraían proteínas y hormonas que al añadirlos a productos para el cabello lo fortalece y lo repara. La idea es que las celebridades que se animen a probarlo luzcan un cabello más grueso y saludable.