El artista brasileño Romero Britto entiende que su imagen y la de su marca en la Isla no se vieron resentidas tras la pasada proliferación de mercancía con diseños que imitaban su obra, que terminó en septiembre de 2011 con la incautación de unos 250,000 artículos pirateados.

A pesar de que la demanda por falsificación que presentó en aquel entonces contra 177 comerciantes supuso uno de los golpes más duros a la piratería a nivel local, el artista les restó importancia a las posibles repercusiones negativas de la denominada Brittomanía, que abarrotó desde pulgueros hasta boutiques con réplicas de sus productos.

“NO BIG DEAL”

Así lo expresó ayer a Primera Hora previo a su participación en Britto in Paradise, un masivo taller de arte que ofreció a unos 250 niños en el área del food court del centro comercial Plaza del Sol, en Bayamón.

“Eso fue hace tanto tiempo atrás... Yo me imagino que no (afectó su imagen). En Puerto Rico hay mucha gente que adora mi arte y conoce de mi trabajo. Yo amo a Puerto Rico. Es un paraíso”, señaló Britto en un aparte con este diario.

“(La piratería) no es un problema solamente de Puerto Rico. Hay muchos otros países en los que personas hacen eso, como Asia, Brasil, otras partes de América Latina y Estados Unidos. Y yo entiendo que es algo que viene con el éxito, cuando mucha gente goza de lo que tú haces. Es parte de mi vida; no big deal”, agregó con simpatía y sin apasionamientos.

Goza con los niños

El maestro brasileño –conocido por los colores vivos de sus pinturas de estética pop– disfrutó de la experiencia con los niños y jóvenes boricuas que se dieron cita ayer en el llamado painting party.

Ahí, Britto los ayudaba a pintar con entusiasmo varios de sus bocetos, acomodados en 26 mesas.

“Yo no les digo: ‘Pon amarillo o rojo o azul’. Ellos tienen la libertad. Es muy importante que sepan que la creatividad es algo libre y espontáneo”, destacó el artista.

El estudiante Jonathan Núnez, de 12 años, se mostró emocionado con su participación en el taller y de trabajar mano a mano con Britto.

“Me cayó bien. Me gustan sus obras porque tienen mucho color, diseños y creatividad”, indicó con pincel en mano.

En la mesa contigua, la cayeyana Naomi Álvarez, de 17 años, fue una de las que compartieron más tiempo con el artista, quien procuraba dividir equitativamente su tiempo y talento entre los presentes.

“Fue interesante porque yo nunca había conocido a un artista. Le dije que me gustaba el rosita y me dijo: ‘Entonces pintemos el cuadro de rosita’”, mencionó sonriente sobre la experiencia, que vivió gracias a la Fundación Make–A–Wish.