Carmen Enilda Sosa Lliteras se jubiló del Departamento de Educación al cumplir 36 años de servicio como maestra, directora escolar, superintendente, directora regional y secretaria auxiliar de servicios académicos, pero su corazón permanece en el sistema de enseñanza.

Esta riograndeña comenzó a labrar su carrera profesional antes de alcanzar la mayoría de edad, pues desde pequeña comprendió que ser educadora era su misión en la vida, primero en la sala de clases y luego en la dirección de un plantel, con tan solo 24 años.

“Desde niña siempre quise ser maestra. Terminé mi escuela superior y de universidad con 4 puntos. Recuerdo que me recibió un superintendente de escuela y me preguntó el por qué con ese promedio había desperdiciado mi talento, por qué educación y no medicina. Le contesté que los buenos médicos, los buenos abogados, los buenos ingenieros, necesitan de buenos maestros”, admitió esta vecina del barrio Ciénaga Baja de Río Grande.

“Me siento feliz de ser maestra, de servir e imitar lo que fue Jesucristo, el maestro de maestros y ha sido el mejor trabajo de mi vida, independientemente de todos los puestos que ocupé a través de mi carrera profesional. Yo creo que nada pasa en la vida si Dios no quiere que pase, porque en las oportunidades que tuve en la vida en los puestos que ocupé, de alguna manera estuvo la mano del Señor”, confesó.

Así se enfrentó a múltiples desafíos, siempre recordando las palabras de su madre: “Tú no vendes tus principios ni por puestos, por poder ni por dinero, porque podrías perderte tu propio respeto. Nunca debes permitir que te quiten tu dignidad”.

“Yo aprendí mucho de mis maestros cuando llegué a la Antera (escuela elemental Antera Rosado Fuentes). Gracias a los maestros que encontré en Antera, me hice buena directora. Amo el sistema, creo en las escuelas públicas a donde pasan grandes cosas todos los días”, expuso la educadora, madre y abuela.

“El sueldo nunca me gustó y por eso tuve dos trabajos adicionales. Por eso me identifico con maestros que tienen trabajos adicionales, yo era directora de escuela de lunes a viernes, sábados daba clases en la sabatina de mi pueblo y martes y jueves por la noche trabajaba en la Interamericana de Fajardo ofreciendo un curso para poder mantener a dos hijos. Y coger préstamos de Retiro y AEELA”, sostuvo.

De hecho, ejerció su rol de directora durante 16 años, tiempo en el que se dedicó a hacer su trabajo atendiendo las prioridades de la comunidad con la inmediatez que no le permitía el sistema. Esto porque no esperaba a que la agencia le asignara los recursos para resolver las necesidades en el plantel.

Allí valoró, aún más, el esfuerzo sobrehumano que realizan los maestros del nivel elemental para mantener la atención de sus estudiantes desde las 8:00 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde.

“Cuando llegué a Antera sentí que no fui buena maestra porque los maestros tienen tanta creatividad por lograr la atención de los estudiantes, porque de kínder a tercero están de 8 a 3 con la misma maestra, con excepción del maestro de inglés o educación física. ¿Cómo logras la atención de un estudiante por seis horas? Tienes que ser creativo, exageradamente comprometido porque le das un taller a los adultos y ya a la hora están aburridos”, recalcó.

“Llegué a pensar que a los maestros de elemental le deben pagar un poco más por todo lo que hacen, lo que gastan en material educativo porque el maestro de escuela pública pinta el salón, compra cortinas, decora el salón para facilitar la enseñanza, con lo poco que ganan invierten en el salón”, agregó Sosa Lliteras, quien trabajó 12 años como profesora en la Universidad Interamericana de Fajardo y luego con NUC University.

La educadora puntualizó que “nuestro sistema tiene grandes maestros”.

“Si el sistema está de pie, a pesar de las cosas negativas que ocurren es gracias a los que están en las escuelas, no es en Hato Rey, sino a los directores, maestros, eso es lo que mantiene de pie las escuelas. Tuve 36 años en el sistema y nunca marqué tantas vidas como lo que hice en Antera. Ese contacto con los padres de la escuela, maestros, ese contacto no lo tienes a nivel central, ni en la región”, puntualizó.

“Estuve nueve meses en nivel central y me inventé visitar escuelas por toda la isla y vi tantas cosas. Fui directora en una escuela relativamente nueva, pero vas a unas escuelas donde parte de la oficina del director es como un baño, te quedas, cuando ves unos salones que no tienen almacén para guardar los libros. Aquí hay gente que ha trabajado toda la vida con unas limitaciones tan grandes”, lamentó.

De sus dos retoños, es su hija quien sigue sus pasos al convertirse en maestra de inglés de nivel elemental. Y aunque trata de continuar con la vida de persona retirada, a veces piensa que “no me debía retirar”.

“Amo ser educadora y a veces pienso que no me debía retirar, pero ya tenía 36 años de servicio y hay que darle paso a la gente que llega nueva. Pero extraño el sistema y la dinámica del sistema”, explicó al mencionar que el alcalde de Río Grande, Ángel “Bori” González es producto de la escuela de Antera, al igual que otros profesionales que conoció cuando eran solo unos niños.

“Uno tiene que querer el sistema, creer en el sistema, respetar tu profesión, tu puesto y respetarte como persona. Yo no le agrado a todo el mundo porque digo lo que pienso.

Cuando tienes un puesto de confianza se supone que hagas lo que te dice el mundo y yo tengo dificultad con eso, a mí Dios me dio un cerebro para utilizarlo”, asintió.