Jayuya. La vida profesional de Rebeca Irizarry Montañez estaba en pleno ascenso, luego de graduarse de contabilidad en la UPR y lograr el trabajo de sus sueños en Nueva York. Pero, una serie de sucesos inesperados la obligaron a replantearse el estilo de vida que quería llevar.

Llevaba tres años viviendo en la Gran Manzana, cuando ocurrió el ataque a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, un evento que la impactó personalmente.

“La nieta de la secretaria (donde trabajaba) estaba en la escuelita del World Trade Center, no quería dejarla sola y decidí acompañarla a ver si encontrábamos a la niña. Caminamos hacia allá y ahí nos coge el segundo impacto (del avión) que nos tira al piso, porque es una onda bien fuerte. Entonces era más la preocupación por la nena y seguimos caminando. En eso, colapsa el segundo edificio, viene esa bola de humo y ahí empezamos a correr”, relata la jayuyana, quien logró regresar a salvo a su apartamento.

Esa terrible experiencia la marcó de tal forma que decidió regresar a Puerto Rico, aunque continuó trabajando para la misma firma en la que se dedicaba a auditar contratos multimillonarios en los Estados Unidos. En esa empresa siguió escalando posiciones, lo que aumentó drásticamente su carga laboral.

El estrés y agotamiento le trajeron problemas estomacales, vértigo, rash en la piel. Hasta que un día, luego de trabajar 23 horas corridas, su cuerpo dijo no más. “No sentía mi cuerpo del cuello para abajo, y ahí me dije: ‘Me tengo que ir’, y pedí una licencia en el trabajo”, recuerda la mujer, que, persiguiendo su salud física y emocional, se refugió en el oficio de la agricultura.

“Buscando el balance es donde uno se da cuenta que menos, es más. Tanto progreso, ¡chévere!, estaba creciendo económicamente, pero al final del día te das cuenta que lo primero que tienes que tener es un balance”, reflexiona Rebeca, quien así comenzó a sembrar sus propios alimentos y a educarse sobre las formas más saludables de cultivar.

Poco a poco su meta personal se transformó en lo que desde el 2018 es su proyecto de vida: Finca Yarari -que significa “buen sitio” en indígena- una agroempresa con la que se propuso ayudar a otros a sanar a través de la conexión con la naturaleza y la buena alimentación.

“Quiero que las personas puedan ser y sentirse en su máximo nivel de bienestar, llevar su estado de conciencia hacia uno de balance físico y espiritual logrando encontrarse con su yo, aceptándonos tal cual somos para la realización de paz, felicidad y libertad. Que puedan conectar cuerpo, alma y espíritu con las raíces, la naturaleza, nuestra madre tierra, que es tan sanadora. Aprender a sembrar su propio alimento de forma sana, libre de químicos y dentro de sus posibilidades, aunque sea con un cultivo a la vez, porque somos lo que comemos”, expresó Rebeca.

Su finca se ha convertido en un espacio de motivación a la autosustentabilidad, en el que la propietaria ofrece recorridos enfocados en las necesidades de sus visitantes, dándoles la oportunidad de explorar la variedad de sus plantas y árboles, degustar de las cosechas y sus hierbas medicinales de temporada y experimentar el entorno conectando con los cinco sentidos. Durante el tour se observan más de 50 tipos de frutos y plantas. Otro de los atractivos que ofrece es hospedarse en la cabaña Finca Yarari, que renta a través de la plataforma Airbnb, y que ofrece la posibilidad de vivir una experiencia completa de sembrar, cosechar y degustar los frutos.

“Lo importante es no esperar a un momento de quebranto para tomar una decisión que beneficie a uno. Estamos muy enfocados en ayudar a los demás, pero nos olvidamos de nosotros mismos porque, a veces, pudiera ser visto como algo individualista o egoísta. Pero no, si uno quiere cambiar el mundo se empieza por uno. Y es hacer la diferencia, tratar de tener el balance de vivir sustentable, que es en armonía con la naturaleza, porque se nos olvida que somos naturaleza”, concluye Rebeca, quien aún conserva su trabajo como contable, pero con menos responsabilidades que antes y manteniendo un balance con su nueva pasión.

La Finca Yarari está localizada en el barrio Zama de Jayuya. Para información sobre los recorridos personalizados debe separar su espacio con anticipación, escribiendo un mensaje privado a través de las páginas de Facebook e Instagram.