Celebran. De una manera distinta, pero celebran.

Muchas vivirán este próximo Día de las Madres momentos especiales junto a cada uno de los seres responsables de su experiencia de la maternidad. Abrazos, risas y numerosas muestras de afecto serán el regalo más significativo para homenajear esta faceta valiosa. Pero para quienes han encarado la muerte de un hijo o una hija, el festejo se transforma.

Jamás se está preparado para una realidad como esta y mucho menos si ocurrió de una manera trágica o por un acto criminal. En eso está de acuerdo Zorimar Betancourt, quien perdió a Stefano Steenbakers en 2012, víctima de un “carjacking”. También, Nitza Ríos Malavé, madre de Arellys Mercado, quien recibió un disparo mortal en 2019.

A cada una les sobrevive una hija y atesorarlas cobra un significado mayor. Pero en el proceso de aceptar el vacío de quien ya no está, el agradecimiento de haberlos arrullado en sus brazos, la huella que dejaron en su corta existencia, y los buenos recuerdos, se han convertido en antídotos para seguir adelante.

De Stefano, su madre jamás olvida su sonrisa presente, ni sus ganas de hacer un cambio en la humanidad. Nitza recuerda con orgullo el afán de Arellys de tender la mano, de ver la vida con alegría y coleccionar en fotos las puestas del sol. Esas memorias son las que abrazan para en una festividad como el Día de las Madres sentir satisfacción por quienes todavía viven en sus respectivas memorias.

En su entereza, hace tiempo decidieron que no le darían cabida al coraje ni al resentimiento.

“Uno tiene que ser su propio ‘cheerleader’. Uno tiene que, de alguna manera, buscar dentro de su alma y ahí sacar la fortaleza y la energía para poder transformar ese dolor, para guiar esa tristeza y convertirla en otra cosa”, resaltó Betancourt, quien en diciembre de 2012 creó la Fundación Stefano, dirigida a promover la donación de órganos y a proveer recursos de apoyo emocional para procesar un duelo. La conversación con Primera Hora la concedió en su día de cumpleaños. “Hoy quiero tener cosas lindas pasando, por eso quise que habláramos en esta fecha”, precisó con gran ilusión, y enfatizó su interés en servir de apoyo a otras madres que atraviesan un proceso similar al suyo.

“Definitivamente, no deben quedarse llorando. Hay que salir de esa tristeza, salir de esa cama, buscar ayuda, porque la hay. Como dice una amiga mía, es llorar caminando”, afirmó enfática y aclaró que lograr su entereza tomó un tiempo.

“No estuve así desde el día número uno. Esto ha sido un caminar, un proceso de sanación, y tener la posibilidad de ayudar a muchas personas, eso yo diría que ha sido para mí el ancla que me ha podido salvar de todo esto”.

Nitza Ríos, por su parte, fue enfática en la importancia de no estancarse en el dolor. El pasado no se puede cambiar y quedarse en la angustia apagaría las ilusiones de nuevas alegrías.

“Hay que poner mucho de la parte de uno. Yo te diría que, prácticamente, un 80%, 90%para recuperarte. Pero si tú sigues todavía con esa lamentación, encerrada, encerrado, llorando o con coraje contra Dios… Y hay personas que tampoco quieren escuchar; quieren quedarse ahí, quieren que tú les alimentes el dolor. Me he dado cuenta que mientras sigas en ese círculo, en esa posición, no logras recuperarte como debe ser”.

En su reflexión invita a mantener un enfoque en otras prioridades. “Te tienes que hacer unos planteamientos, ¿qué logro con quedarme encerrada, con seguir llorando? ¿Qué logro con seguirme lamentando? ¿Qué pasa con los demás? Yo tengo otra hija. Si me quedo encerrada en el dolor no me disfruto a mi otra hija y a mis dos nietecitos”.

Se apoya en su huella

“Mi hijo era una persona supernoble. Quería ser dignatario. Le gustaba ayudar”.

Zorimar Betancourt se envuelve en elogios al hablar de las cualidades de Stefano, de padre holandés. Solo vivió 17 años, pero su personalidad tocó numerosos corazones. Y lo hace todavía a través de la fundación a su nombre.

Zorimar Betancourt, a la izquierda junto a sus hijos Stefano y Anna, destaca cuánto logró su primogénito a tan corta edad.
Zorimar Betancourt, a la izquierda junto a sus hijos Stefano y Anna, destaca cuánto logró su primogénito a tan corta edad. (Suministrada)

“Era un niño superespecial”, dijo la madre orgullosa. “Yo pienso en mi hijo desde que me levanto por la mañana hasta que me acuesto a dormir. Él está en mí y en lo que yo hago. Lo que hago es a nombre de él. Estoy, en verdad, orgullosa de lo que él pudo lograr a su corta edad”.

El joven fue baleado el 24 de junio de 2012 en un intento de “carjacking” en Dorado. La familia salía de celebrar ese fin de semana el cumpleaños de la hija menor, Anna. Su madre todavía recuerda cuando Stefano, quien salió primero en otro vehículo, la llamó por teléfono para pedirle ayuda en momentos en que era asechado en la carretera por los que se convirtieron en responsables de su muerte, quienes chocaban su auto para hacerlo detenerse. “Pensé que era un desesperado y le dije que se moviera de carril para que los dejara pasar”, recordó en un testimonio lleno de detalles. “Le dije ‘dame el número de la tablilla del carro’. Me lo dio dos veces y después de eso fue… ese fue su último suspiro”.

Betancourt recordó que estacionó su vehículo a una orilla de la carretera para correr hacia el auto de su hijo, chocado contra una valla.

“Me estacioné lo más lejos posible para que mi hija y sus amigas no vieran nada. Les dije ‘tránquense aquí, póngase a rezar’ “, relató “Fui al carro de Stefano. Lo vi en el carro. Todavía estaba el aire acondicionado. Estaba trancado. Busqué algo para romper los cristales y poder llegar a él. Conseguí en un carro que había parqueado como un bastón para que no se roben los carros, y empecé a tratar de rajar los cristales”. Otro de los conductores que se detuvo en la escena la ayudó en el proceso de abrir el vehículo.

Aunque recibió asistencia médica, el panorama de Stefano no era alentador. “Yo sabía que él estaba bien malo. Recordando los rotos de bala de la guagua… (pensé) ‘si mi hijo tiene eso en la cabeza, no va a estar bien nunca’ “, lamentó.

Tras la certificación de muerte cerebral, se hicieron los trámites para la donación de sus órganos, como él había autorizado a través del registro de LifeLink. “Lamentablemente falleció de esa manera, pero hasta cierto punto, por la manera en que fallece, el mundo entero se entera de su historia y eso me ha ayudado un montón para hacer la fundación, porque gracias a los medios, a compañías que me han apoyado a través del camino, hemos podido lograr lo que tenemos hoy día”, reiteró pensativa. “Eso es lo que estamos tratando de lograr día a día en la fundación, cómo llevar el mensaje no tan solo de donación de órganos, sino también de amor infinito que uno tiene con las personas que no están físicamente con nosotros y viven en nuestro corazón todos los días”.

Los culpables cumplen sentencia en prisión federal. John Anthony Morales López, quien disparó a Stefano, fue sentenciado a 30 años tras un acuerdo para testificar contra el coacusado, Alexis “Negro” Amador Huggins, condenado a cadena perpetua.

“Yo no tenía coraje”, confesó sobre su sentir tan pronto se enteró de los responsables del crimen. “Pienso que eso es algo bien importante. El coraje que siente la gente, yo no lo sentí en mi corazón. A mí me dio muchísima pena lo que hicieron porque, obviamente, me quitaron a mi hijo, pero por otro lado pienso que si yo hubiese sido su mamá, no estuvieran haciendo eso, y de esa manera lo veía”.

Además del impacto que crea en promover a través de Fundación Stefano la donación de órganos, Betancourt ha sido muy vocal en la importancia de prestar atención a los niños que enfrentan la pérdida de un ser querido. “Hay que crear conciencia en Puerto Rico de que los niños que están sufriendo todas estas pérdidas de sus hermanos necesitan ayuda. Hay personas que piensan que no, pero sí, los niños son los duelistas silentes porque no lo dicen, por no poner a sus padres más tristes todavía. Se necesita ayuda para toda la familia”, manifestó enfática como parte de los diversos servicios que ofrece la entidad sin fines de lucro con oficinas en Guaynabo, Fajardo, Camuy y Ponce.

La celebración del Día de las Madres no deja de tener significado. “Es un día ‘sweet and sour’ (agridulce). Uno lo camina”, reflexionó. “Lo celebro en familia. Siempre estamos con mi mamá, mis hermanos, mi tía. Mi hija vive en Holanda. Ahora mismo su papá tiene cáncer terminal, así que ella está allí con él apoyándolo en su proceso. Mi hija no está conmigo los Días de las Madres, pero siempre la veo por Facetime y nos hablamos”.

Betancourt insiste en que toda madre busque la manera de estar acompañada durante esta celebración. “Trato de hacer siempre una actividad para las familias en duelo, para que no estén solas esas madres”, expuso con preocupación. “El 11 de mayo tenemos esa actividad programada para estar en la naturaleza, dar charlas y también dar terapia de sonido, meditación y arte. Todo es gratuito”.

Recuerda a su mariposa

Por su voz se escurre el orgullo de recordar las cualidades que hicieron inolvidable a su hija mayor. La vida de Arellys Mercado se apagó el 18 de agosto de 2019. Para su madre, su luz sigue resplandeciendo como las estrellas del firmamento que solía mirar mientras crecía.

“Arellys siempre se estaba riendo. Su risa era sonora, pero agradable al oído. Se reía hasta cuando le llamaba la atención por algo. Era una mujer que ayudaba a todo el mundo. Era especial”, recordó con gran admiración Nitza Ríos sobre su retoño, quien contaba con un bachillerato en administración de empresas.

Nitza Ríos siente una conexión con su hija Arellys Mercado todos los días.
Nitza Ríos siente una conexión con su hija Arellys Mercado todos los días. (Suministrada)

“Tenía una obsesión con las estrellas. En la entrada de su casa tenía estrellas”, compartió con cierta nostalgia.

Su Día de las Madres lo abraza con la oportunidad de pasar tiempo de calidad con su progenitora y de rememorar lo afortunada que se siente de contar con el amor de su hija Carla Camille, quien reside en Carolina del Norte, y la experiencia de ser abuela.

“Mi nieto mayor cumple 8 años a fin de este mes, el 28 de mayo. Cursa el segundo grado. Es un niño bien cariñoso e inteligente. El menor nació el 11 de octubre del 2020, en medio del proceso del juicio. Cumple 4 años este año. Es un niño risueño, cariñoso y amante de los dinosaurios. Ambos son hermosos y saludables. Cuando voy a visitarlos me los disfruto mucho. Me dan mucha alegría”.

El día antes de recibir el disparo mortal por Jensen Medina Cardona en un altercado por un celular en una marina de Fajardo, Arellys y su madre se encontraron para almorzar. “Yo cumplí años ese viernes. Estaba con mi mamá en Aibonito. Ella estaba en Barranquitas con su papá. Sábado me llama y me dice ‘mami, ¿tú te regresas para Caguas hoy? Me esperas en la panorámica para que almorcemos juntas’ “. El encuentro se dio en un lugar en el cruce entre Cayey y Aibonito. “Estacioné donde me dijo y ella llegó con el papá y su (otra) hermanita menor. La ayudé a bajar al papá. A él hace años le dio un derrame. Ese día estaba con él en el carro”, narró. “Estuvimos ahí como 45 minutos. De ahí nos despedimos. Nos dimos un abrazo”.

El domingo Nitza fue a la iglesia y luego lo pasó con su hermana. “Me vestí con un set amarillo que no me lo he vuelto a poner porque me trae recuerdos…”, expuso conmovida. “Yo la hacía en Barranquitas, con su papá”. Ese día, Arellys se fue con su pareja Joseph Howe García y otras dos amistades para un pasadía en Icacos y Palomino. “Alquilaron un catamarán y estaban allá”. A su regreso en la noche ocurrió el incidente que la privó de la vida y que, tras verse en el tribunal, culminó en 2021 con la sentencia de 129 años de cárcel para Medina.

Procesar la noticia de su deceso implicó mucho dolor. Gritar. Esa fue su reacción luego de que al filo de la medianoche de ese domingo una vecina la despertara y le diera la noticia.

“Ese fue el momento más duro de mi vida”, afirmó con la voz entrecortada.

Arellys cumpliría 35 años pocos meses después. Ese 18 de noviembre, Ríos realizó una de sus primeras gestiones para trabajar en su sanación.

“En vez de celebrar un cumpleaños como tal lo que hice fue un acto de gratitud a Dios. Fuimos al cementerio y le di las gracias, primero, por haberme escogido para ser su mamá. Segundo, por los 34 años que me la dio. Lo hice a la inversa. En vez de lamentarme por el tiempo que no está, le di gracias a Dios por el tiempo que la tuve, porque acuérdate que los hijos, bíblicamente, son prestados. Dios te los da, pero le pertenecen a él”, reflexionó Ríos, para quien su fe ha sido un gran soporte.

Perdonar fue otro paso determinante para procesar el duelo. “Como en mi caso fue un asesinato, hay que perdonar a esa persona y dejar que sea Papá Dios quien obre en él, porque mientras tú no perdonas sigues cargando ese sufrimiento en tu pecho. Eso está generando un veneno”, afirmó pensativa. “Cuando pasó mi caso, no sabía quién era él (Jensen Medina) porque todavía ni se había entregado. Yo perdoné porque fui obediente con Dios y lo que dice su palabra”.

Saber que otras personas se han beneficiado de la donación de órganos de Arellys, también le ha servido de consuelo. “Me llamaron de LifeLink. Ellos pidieron mi autorización. Ella lo había autorizado en la licencia. Yo les dije que si ese era su último deseo, ‘yo quiero complacerla’. Lo único que pedí es que no le tocaran su cara porque yo la quería ver”.

La ilusión de seguir hacia adelante debe prevalecer sobre cualquier deseo de quedarse en la tristeza. “Tienes que poner de tu parte, alimentarte. Caminar ayuda mucho porque oxigena el cerebro. Yo caminaba y lloraba, no te lo puedo negar, pero caminaba”, manifestó con énfasis. “Hay días que vienen bajones porque es algo que tú tienes que aprender a vivir con eso, el recuerdo siempre va a estar ahí, es imborrable, es un hijo que tú cargas en tu vientre. Nunca te vas a olvidar de él, de ella, pero tienes que aprender a seguir viviendo”, reiteró Ríos y compartió que, en un principio, rebajó 12 libras por la falta de apetito.

“Tienes que plantearte que hay dos caminos: o sigo lamentando y que me cojan pena llorando o decido ser valiente y salgo, porque allá afuera sigue gente que me necesita. Yo, por ejemplo, si me quedo encerrada en mi dolor no tuviera la fuerza para cuidar a mi madre, que es una anciana de 91 años, ni para disfrutarla”.

Además de escribir una carta simbólica para su hija como despedida, Ríos también ha gestionado su proceso siendo partícipe en charlas, congresos, entrevistas de radio, televisión y otros encuentros en los que ha compartido su testimonio con un enfoque en servir de apoyo a quien atraviesa un proceso de pérdida.

“Otra cosa es que yo oro por las personas que están presas, que han caído en este tipo de cosas de quitarle la vida a alguien”.

La conexión con Arellys la siente cada día, asegura con júbilo. “Todos los días, sin mentirte, tengo que ver a alguien que se llama Arellys”, afirmó complacida, para entonces compartir emocionada su anécdota favorita. “Arellys salió de mariposa en un desfile cuando era niña, en el Festival de las Flores (Aibonito). Las alas eran amarillo claro”, describió con marcada ilusión. “Cuando salgo al patio, hay una mariposa amarilla que siempre viene. Yo tengo algunas matitas en el patio, me gusta tener flores. Esa mariposa no falla, una mariposa amarillo claro”.