Muchos adultos mayores que residen en el barrio Bajura de Vega Alta se acostumbraron a llamar a su líder comunitaria, Nancy Rivera Valentín, para que los lleve a sus citas médicas.

Sin pretenderlo, la mujer de 67 años se ha convertido en la acompañante oficial de sus vecinos, que se sienten confiados en sus manos pues, en ocasiones, no entienden las explicaciones de sus respectivos galenos y con ella a su lado todo resulta más fácil de digerir.

Así, saca su carrito del garaje y se dispone con regularidad a transportar a los suyos, aunque el compromiso sea fuera de su jurisdicción. Incluso, también la procuran si les falta algo en su alacena.

“Ese tipo de confianza es la que nos hemos ganado”, asintió la sexta de ocho hermanos, producto del matrimonio de Juan Rivera y Nicolasa Valentín.

“Siempre he tenido la conciencia que donde uno vive tiene que aportar. Dondequiera me hago a la orden del que sea. Es cuestión de credibilidad, porque cuando hago algo lo termino, como me enseñó mi abuela (Felícita Hernández)”, relató la vegalteña.

Al relatar su historia, Nancy enfatiza en que “fuimos una familia como las de antes… pobres, pero con muchos valores. Nos enseñaron a que uno tiene que compartir, que dar, que darse y que siempre el servicio es lo importante. Que cuando hiciéramos las cosas las hiciéramos bien, además de no esperar nada a cambio y que uno tiene que tener definido su norte”.

Rivera Valentín trabajó en la empresa privada durante varios años, pero al acogerse al retiro se dedicó a atender su progenitora, pues su salud estaba deteriorándose.

“Así estuve casi 18 años. Ella fue mi pilar fuerte cuando yo quedé como madre soltera, ella me ayudó con los hijos que tengo y, como siempre, podía hacer mi trabajo porque con ella estaban seguros”, admitió.

Su interés en colaborar con la comunidad, según destacó, “ha sido parte del deseo de servir y ayudar”.

“Cuando me retiré comencé con la inquietud de que veía que no había nada para los nenes y las nenas. Entonces me dio con hacer un torneo de voleibol y de baloncesto. Pero la inquietud vino de que a todo el mundo le gusta ‘el juey sacao’ y no escogen a los que no saben. Si tienes 12 años y no has jugado de 6 (años) te dejan fuera”, lamentó.

“Nadie quiere enseñar ya, eso se perdió. Entonces, como veía a las nenas (del barrio) que querían jugar, pero no las escogían, seguí con el interés de ayudar. Esto era una comunidad muy activa de corredores. Antes había de todo… baloncesto, voleibol. Y había un maratón que era bastante conocido: El Cibuco”, recordó.

De esa manera, hizo una convocatoria y llegaron los menores del barrio. Mientras fue reclutando voluntarios que le ayudaron con el proyecto comunitario, entre estos un maestro de educación física se convirtió en su entrenador.

“Ese primer año salimos campeones de voleibol de Vega Alta. El equipo era Bajuras Voleibol, eso fue hace como 10 años. Luego siguieron llegando participantes y nos salieron tres equipos de voleibol y uno de baloncesto, porque no queríamos dejar a nadie fuera”, sostuvo.

“Esas nenas nunca habían tenido la experiencia de ganar nada y de que fuéramos a comer pizza, por ejemplo. Un padre voluntario que era el dirigente las invitó a comer pizza y eso fue una emoción para las nenas y sus padres. Ahí vimos que no nos podíamos quitar. Así estuvimos cinco años, hasta que llegó la pandemia”, resaltó.

Luego de la pandemia, Nancy se enfocó más en las necesidades de los adultos mayores, especialmente en aquellos que no cuentan con familiares para llevarlos a sus citas médicas.

“Ahora me estoy reinventando y enfocándome más en la población mayor de 60 en adelante. Yo por lo menos todavía estoy en salud y cuando hay una necesidad de la comunidad los llevo a las citas, estoy pendiente. Los llevo en mi carro”, admitió al mencionar que en su sector, Bajura Francés, hay sobre 500 residentes.

“Yo sé que los planes médicos tienen ese servicio ahora, pero hay que coordinarlo y ellos (los viejos) no saben de celulares. Algunas veces no entienden lo que los médicos les dicen y entonces yo entro y les explico. También, les busco la medicina o los llevo a coger el ‘refill. Es la misma gente que me recomienda para que los lleve a sus citas”, añadió.

Igualmente, tras el paso del huracán María, doña Nancy transformó una casa abandonada en una lavandería comunitaria, entre otras iniciativas en beneficio de su gente.

“Considero que, cuando eres líder, no es para que se te reconozca, no me interesan los títulos. Puedes tener habilidades y utilizarlas, pero no te guardes tus talentos, úsalos para el bienestar de los demás”, sentenció.