Maribel Hernández Soto miró fijamente hacia uno de los cerros que resguarda el poblado Castañer y le pareció ver la silueta de su madre, descalza, mientras hacía malabares para atender a su familia.

Inevitablemente, el rostro de esta adjunteña de 66 años se empapó en lágrimas, aunque esta vez su llanto era de felicidad al inaugurarse la primera microrred que aliviaría la crisis energética de esta población asentada entre cuatro municipios: Adjuntas, Lares, Yauco y Maricao. Esto como parte del proyecto Reenfoco (Resiliencia Energética Fotovoltaica Comunitaria), de la Cooperativa Hidroeléctrica de la Montaña, una organización comunitaria que se ha convertido en puntal de esperanza para miles de residentes en la montaña, especialmente en Castañer, de donde proviene la familia materna de Hernández Soto.

Por eso, no dudó ni un instante en solicitar que este poblado se convirtiera en el primer lugar en recibir la instalación del sistema fotovoltaico con almacenamiento en cinco negocios y dos residencias que rápidamente se extendió a otras áreas del casco urbano.

De esa manera, revertiría un poco la desatención que ha sufrido la zona que estuvo sin servicio de electricidad durante casi un año tras el desastre ocasionado por el huracán María.

“Hemos alcanzado una utopía”, esbozó la mujer al presenciar el acontecimiento histórico que aliviaría el sufrimiento de su gente.

Sentada en la terraza de su hogar, ubicado en la ‘Ciudad del Gigante Dormido’, Maribel destacó su conexión con el poblado y su aprendizaje silente sobre el tema de la energía eléctrica pues su abuelo, padre y hermano fueron electricistas.

“Mi abuelo Andrés Hernández fue electricista y cuando fallece, mi papá era un joven de 17 años y asumió las responsabilidades del hogar, y continuó el oficio de su padre. Mi hermano José Domingo ‘Machito’ Hernández estaba estudiando medicina y cuando mi padre fallece, él continúa el oficio de electricista”, relató la hija de José Domingo y Genoveva.

“Me crié entre transformadores, líneas y crucetas. Mi hermano continúa el trabajo de mi papá quien trabajó en las hidroeléctricas del lago Guayo, Garzas y Toa Vaca. Mi hermano murió en 2017 y, desde 2019, mírame en donde estoy. Es parte de mi herencia”, confesó la egresada en secretarial del Instituto de Banca y Comercio, quien luego estudió Bienes Raíces.

Su pasión por el servicio a la comunidad nació por el modelaje de sus progenitores, especialmente su padre, quien le inculcó el amor al prójimo a través del ejemplo. Esto lo demostró durante el tiempo que estuvo como voluntaria en Casa Pueblo y luego, al ser convocada por C.P. Smith, director ejecutivo de la Cooperativa.

“Entendí que era un proyecto que podía proveer, no solamente energía fiable, costoefectiva, sino que también podía proveer un área de economía que tanto necesitamos en la montaña que se nos está vaciando y, darle una oportunidad para empezar a atraer jóvenes que se han tenido que ir fuera y nuestras familias se siguen fragmentando”, expuso la voluntaria que es gerente de proyecto.

“Siempre he creído que uno asume el rol que tiene que asumir en las organizaciones. A veces, estás en la retaguardia y en otras estás al frente. Esta vez me tocó estar al frente. No lo busqué, pero el hecho de visibilizar la organización y lo que se está haciendo pues, sí. Me siento muy orgullosa y complacida de ser ese puente para que la gente conozca lo que estamos haciendo”, sostuvo.

Asimismo, resaltó el por qué abogó por el poblado ante la oportunidad de transformar su sistema eléctrico en uno resiliente.

“Tener la oportunidad de ayudar a esta comunidad ha sido maravilloso. A mí me tocó muy de cerca en María que, fui a Castañer y vi la situación que estaban viviendo allí. Me atrevo a apostar que es una de las comunidades que más sufrió con el huracán María. La luz llegó al casco urbano seis meses después del huracán y hay comunidades que estuvieron más de un año (sin electricidad)”, manifestó.

“Una de las cosas que me emocionó mucho fue cuando se estaba inaugurando la microrred. Mientras estábamos frente al correo y mi mirada era hacia la loma. Yo vengo de esa loma, allí estaba mi mamá, descalza, luchando, mi abuelito, mi abuelita y yo, tener el privilegio de poder llevar a esa comunidad la resiliencia, eso caló en mi vida”, recalcó ahogada en llanto.

Su proyecto de vida

Para Maribel, el proyecto energético comunitario que impulsa la organización, “es mi proyecto de vida”.

“Yo quiero que generaciones futuras tengan mejor calidad de vida, energía fiable, que haya una economía sustentable para la montaña. Tenemos los pueblos más lindos de Puerto Rico. Mi sueño es que pueda haber una economía local y poder traer a esos jóvenes que se fueron y evitar la fragmentación de las familias”, señaló.

Por su parte, su unigénito Hernando Dorvillier Hernández es un maestro de música que ha seguido de cerca los pasos de su abnegada madre. El virtuoso de 39 años fundó junto a Tinti Deyá, la Escuela Comunitaria de Música de Casa Pueblo.

“Viniendo de un hogar donde me crié con este ser especial y hermoso que es mi madre, siempre ella estaba bien pendiente a que entendiera quien yo era en la vida, tanto como mis compañeros. Su legado en Adjuntas, lo veo como un servicio a la comunidad innato y voy entendiendo que venimos de un linaje que tiene la predisposición de servir y de pensar en el bienestar común”, dijo con orgullo.