Siendo madre soltera quiso sacar adelante a sus tres hijos. Necesitaba generar dinero para cubrir las necesidades del hogar y recurrió a lo que más le gustaba: coser, dibujar y compartir con niños.

“No recuerdo de niña haber ido a alguna fiesta en la que haya visto payasos, pero siempre me han llamado la atención. Cuando era adolescente coleccionaba figuritas de payasos y todavía tengo algunas de ellas. Me gusta el colorido, la alegría”, expresa la manatieña de 59 años de edad.

Tan deseosa estaba por comenzar a trabajar como payasa que para su primera presentación usó todo prestado, desde el equipo de sonido hasta el vestuario. Sin tiempo que perder, luego tomó un taller de maquillaje y se cosió el primer atuendo de los cinco que se ha confeccionado a través de 15 años de carrera.

Relacionadas

Carmen recuerda que por sus primeras presentaciones cobraba $75 por hora, “más barato de lo que se supone”. Sin embargo, fue dándose a conocer por su trabajo y su capacidad para entretener a chicos y adultos. Poco a poco su trabajo fue cotizando más y por estas fechas aquella cantidad inicial se ha duplicado.

“Cuando le dije a mis hijos a qué me quería dedicar ellos me apoyaron y hasta me regalaron parte del equipo”, recuerda Carmen, quien vive muy orgullosa de la profesión que escogió.

La payasa Chispita de Alegría ha ganado premios por su maquillaje y vestuario en congresos. Generalmente, luce el maquillaje de dos de los varios tipos de payasos que existen, cara blanca y auguste. Son casi dos horas de trabajo frente al espejo para completar la transformación llena de formas y colores. Tiene un pulso envidiable. Primero, se recoge el pelo y se asegura de tener la cara bien limpia. Comienza con el maquillaje blanco, luego en las orillas y bordes aplica pintura negra y al final agrega detalles en rojo y terminaciones en brillo. El maquillaje no está listo sin aplicar una capa de polvo talco para impartir un acabado mate a la pintura. Se dice fácil hacer estos pasos, pero se trata de un gran ejercicio de paciencia y dedicación.

“Es una satisfacción enorme sentir el cariño de los niños. Me llena de emoción transmitir diversión, no solo por los niños, sino por las familias enteras que se unen y comparten. Busco la unión familiar”, expresa Carmen.

Hace ocho años que Chispita de Alegría forma parte del grupo de talentos que atiende a los participantes que forman parte del proyecto Sueño de Navidad, de El Nuevo Día, y que en su mayoría son niños con necesidades y condiciones especiales. De ahí provienen gran parte de los  momentos que la payasa recuerda con mucha satisfacción.

Tan a gusto se siente Carmen Iris  con la vida que lleva, que no se plantea por ahora el retiro. Mientras haya salud, asegura, continuará transformándose en ese personaje mágico que saca a relucir sus mejores atributos. “He viajado por toda la Isla y mi entusiasmo sigue intacto”, resume con una sonrisa.