Mujer Maravilla: Isabel González no cedió en su fe
Se ha refugiado en los estudiantes del colegio donde labora en la cafetería, para ir sanando la pérdida de su hijo.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 10 años.
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Hace cinco años a Isabel González le tocó vivir la más desgarradora prueba que le puede tocar a una madre, al perder a su amado hijo, a quien apodaba “Junito”. Con tan solo 18 años, en plena flor de la vida, el cáncer le arrebató su último suspiro.
Isabel González cuenta que su vástago nunca se había enfermado hasta que en noviembre de 2009, por una hinchazón inusual del cuello, lo llevaron al médico. Los nódulos que le encontraron en la cervical no arrojaron positivo a cáncer en las pruebas que se le realizaron.
Sin embargo, otros exámenes médicos dieron positivo a leucemia linfoblástica aguda, un tipo de cáncer que ataca a los glóbulos blancos.
Ahí es que empezó el desafío de esta madre que no se despegó de su niño durante todo el proceso, en el que fue sometido a quimioterapias y se gestionó un trasplante de médula ósea en Carolina del Norte, que no se concretó por el deceso del joven.
“Él tenía los glóbulos blancos demasiado elevados. Se le tuvieron que hacer unos procedimientos hasta que llegó la quimioterapia en marzo. Él cae en remisión a principios de abril 2010 y a principios de junio recae de nuevo... y así estuvo entre altas y bajas”, cuenta con un dejo de tristeza en su mirada.
Eddie Maldonado González, nombre del joven, no pudo con su batalla contra el cáncer. Tras cumplir 18 años, el 9 de octubre de 2010, el día 14 partió de esta tierra.
“Le dieron complicaciones, el cáncer le pasó al ojito, del ojito pasó a un codo y del codito a la rodilla. Ya a lo último lo tenía regado en todo el cuerpo. Tenía metástasis. Fue bien agresivo el cáncer. Él duró en remisión un mes”, detalla desde la cafetería del Colegio Espíritu Santo en Floral Park, en Hato Rey, donde labora hace 27 años.
Al momento de compartir cómo fue su hijo, no pudo contener el llanto al describirlo como “un niño especial, un buen hijo. Nunca se me había enfermado de esa manera. Junito nunca se me había enfermado de nada hasta ese día. Pero era un chico bueno”. “No es fácil ver a un hijo con una enfermedad tan grande como el cáncer. A él le gustaba ver a los más pequeños (en el hospital para apoyarlos). Él en algún momento comentó que le hubiese gustado ser doctor para ayudar a los otros niños que estaban allí”, precisa.
Isabel González, quien es casada y le sobrevive otra hija, de 29 años, ha logrado lidiar con el dolor de su pérdida por el apoyo incondicional de su familia y compañeros de trabajo.
“La fe hace que uno trate un poco de echar adelante. Cuando el funeral del nene, mis compañeros del colegio y el padre Valeriano fueron los que en realidad (me ayudaron) para que no me quedara en la cama llorando. Hicieron que me levantara”, narra.
Cuenta, asimismo, que a su regreso a la escuela “fue fuerte porque bregar con niños después de haber perdido el mío, no era fácil. Pero se pudo, hasta ahora he podido. No ha sido fácil y he tratado lo más que se pueda”. Agrega que “los estudiantes son mi terapia porque a la vez que uno está aquí no le da tiempo de pensar en las cosas (tristes) porque ellos son primero. Los niños han sido mi terapia”.
Quiso aconsejar a otras madres que estén pasando por alguna prueba similar a “que no pierdan la fe, porque el proceso no es fácil. No es fácil para un adulto y es difícil para un niño que no entiende el porqué está allí, por qué se le cae el pelo, y no entiende muchas cosas”.