Una empresa exitosa de belleza, reconocimientos por su desempeño, y la admiración de miles por su talento son varios de los resultados derivados de su esfuerzo. Pero mucho antes de celebrar sus logros en el campo profesional, escondía un pasado que le provocaba vergüenza, hasta que decidió transformar su preocupación en materia de motivación.

Una madre adicta a sustancias controladas, la práctica de robar y sus días en prisión en la adolescencia por el cargo de cómplice de asesinato, fueron solo algunas de las adversidades que la empresaria puertorriqueña Ninoshka “Nina” Álvarez procuró ocultar por mucho tiempo. El temor al rechazo, a las críticas, se colaba en cada intento de festejar su salida de un mundo que laceró mucho de su autoconfianza.

“La base de todo fue la falta de amor”, reflexionó al echar una mirada a los días en que buscaba la atención de su madre mientras crecía en un residencial en Bayamón. Parte de su historia de transformación la narra en su libro Pasado no me detuviste, testimonio con el que busca levantar el ánimo a quien atraviese momentos de oscuridad, aunque representó un reto compartirlo.

“Fue muy difícil porque, realmente, como que al principio sentía que no estaba preparada. Tenía mucho miedo en compartir la historia y sentir el rechazo de la gente”, sostuvo pensativa la también fundadora de la marca de extensiones de pestañas Nina Lash.

Durante la pandemia, en las redes sociales se atrevió a revelar un pedazo de sus días difíciles, y tanto impactó, que fueron muchos de sus seguidores quienes le pidieron que abundara al respecto. “Decidí abrir mi corazón al ver que ya la gente me lo estaba pidiendo”, resaltó antes de regresar en recuerdos a los días en que contar con el amor de su madre era primordial.

“Yo nací y fui criada en un residencial público. Mamá sí estuvo presente, pero ella no me podía atender por su condición. Era usuaria de drogas, entonces me cuidaban mi abuelita y mi tía”, dijo sobre la crianza que se dividía con tres primos. “Siempre soñé con que mi mamá me llevara a la escuela”, confesó Nina, quien además tuvo un padre ausente. “Ella me veía por el balcón, me tiraba sus pesitos para el moncheo (merienda)”. Pero la dependencia hacia las drogas se interpuso en crear una relación sana entre ambas.

“Yo era bien mamitis. Comencé a cortar clases para estar con mi mamá. Empiezo a crecer. Entonces yo sentía que mi mamá dependía en muchas ocasiones de mí porque, al yo verla enferma, en muchas ocasiones me vi obligada… yo misma, no porque ella me mandara, iba a comprarle droga en el punto de drogas con 9, 10, 6 años. En ocasiones, la veía inyectándose. Pero ella no se percataba que yo la veía. Niña curiosa al fin, yo abría la puerta y la veía. En ocasiones tenía la jeringuilla, yo se la removía”, repasó Nina sobre el panorama que se repetía.

“También estaba enfermita. Tenía sida”, lamentó. “Ella me fue preparando. Me decía ‘cuando seas grande, mamá no va a estar’, ‘mamá está enferma’, ‘mamá va a morir’, ‘tú tienes que ser diferente a mamá’. Pero uno es una niña, uno no entiende eso”. Nina tenía 12 años cuando falleció su madre.

“Yo estuve pasándome en el cementerio como tres meses, preguntándole a mi mamá ‘¿qué tú haces ahí?’, ‘¿por qué tú me abandonaste?’, porque yo no entendía. No había ayuda”, recordó con nostalgia la empresaria, quien para entonces seguía al cuidado de su abuela y su tía. “Yo me voy en rebeldía”, dijo. “Me iba para la calle”, expresó. “Mi abuela no me podía ir a buscar porque había tres chiquitos adicionales. Yo comienzo a fumar, a probar todo lo que mi mamá me dijo que no probara”, prosiguió al detallar momentos de una época en la que ya había abandonado los estudios. “Repetí tercer grado tres veces”, expuso. “En las escuelas no me querían porque era una niña muy agresiva, muy compulsiva, muy mal hablada. No respetaba, no había control de mí”.

A sus 13 años se vio involucrada como testigo de un asesinato de un hombre durante un carjacking. “Era a esta persona que nos tocaba. Éramos un grupo de niñas (al) que nos tocaba nuestras partes”, dijo al describirlo. “Yo comencé a robar carros, ¿pues a quién yo pongo en la lista?, a esa misma persona que tocaba nuestras partes”, dijo sobre el plan solicitado por un grupo de delincuentes que le pidió su participación.

“Yo realmente nunca imaginé que ellos iban a llevar un arma, nunca me pasó por la mente”, afirmó. “Lo asaltan y esa gente lo mataron al momento, ni más ni menos”, aseveró sobre el suceso que la llevó a encarar la ley. “Yo me declaré culpable. De una, me declararon cómplice de asesinato”, prosiguió. “Me ofrecen 40 años. Luego 7 años, al final me dieron tres años”, detalló, y manifestó que en esos días estudió sexto y noveno grado, pero sin interés en superarse. Terminó de cumplir la sentencia a sus 16 años.

“A los 17 años, 18, caí otra vez confinada, por una pelea”, relató sobre el incidente en el que, señala, fue por defensa propia. “El caso lo gané porque me investigaron los fiscales y todo”, expuso. “Ahí me dieron un desvío por tres años, ahí fue que yo comencé a estudiar, echar para a’lante, pero entre el bien y el mal, el mal me jalaba, porque la envidia se levanta”. Su salida coincidió con conocer a su actual pareja, de quien valora su apoyo.

En ese despertar, comienza a interesarse en el tema de la belleza, pero siempre apegada al miedo. “En el bajo mundo, querer echar pa’lante era bien difícil”, lamentó la empresaria, quien a sus 22 ya estudiaba cosmetología avanzada, con excelencia académica. “Estoy trabajando como maquillista con artistas, canales de televisión”, pero siempre con la preocupación de que se supiera su pasado.

Por años, las amenazas a su seguridad eran constantes, así como la insistencia a impulsarla a participar de actos delictivos. “Entré en una crisis, en una persecución”, relató sobre una etapa que incluyó intentos suicidas. Mudarse, alejarse del vecindario, fue una opción crucial. Aun así, demoró en salir del ciclo en el que se sentía inferior, más allá de las puertas que se abrían, de los elogios a su trabajo.

“Yo estaba realmente en una persecución de miedo porque todos los comentarios eran que me estaban buscando para matar. Me afecté mentalmente. Por cinco años yo iba al supermercado, si alguien me miraba, yo (pensaba) ‘me van a matar’. Yo no estaba bien”.

El robo de su auto la llevó a vivir una experiencia que abrió puertas en otro sentido. “El carro apareció al tercer día. El policía me hace el acercamiento, sin conocerme, que si yo iba a la iglesia, y yo me echo a reír burlonamente”, rememoró. “Así es que entonces yo me convierto y empiezo a sanar mis heridas, mis miedos, mis persecuciones, pero poco a poco”, enfatizó con la intención de establecer que el proceso no se dio de la noche a la mañana. “Me tomó bastante tiempo en lo que creaba esa seguridad”.

Con Pasado no me detuviste abraza la intención de la motivación, hacer reflexionar a quien atraviese un momento oscuro para que se anime a levantarse.

“Hoy me siento bien, segura de lo que yo soy, de lo que yo hago, de lo que yo emprendo. Y eso es algo que yo no tenía porque yo vivía con la cabeza, con el rostro para abajo. Yo no me atrevía ni a comer en un fast food porque si tú me mirabas comiendo, yo sentía que yo no sabía comer, para que veas el nivel de inseguridad”. Pero eso quedó atrás.

“Aprendí a ser más atrevida, a esa seguridad que yo cargo. A levantarme todos los días y vencer esos miedos, porque tocan a la puerta, pero hay que enfrentarlos”, dijo complacida. “Yo voy pa’ encima, a enfrentar esos desánimos, esos desafíos, ‘no me vas a detener’, lloro, pataleo porque soy un ser humano, pero digo ‘no, no me puedo detener, tengo que seguir pa’lante y seguir siendo inspiración para los que me aman y los que se vean en mi historia’”, dijo la también fundadora de Nina Lash, que estableció en 2017.

“Es una empresa hermosa, espectacular”, dijo sobre la compañía de extensiones de pestañas, que cuenta con localidades en Vega Baja, San Juan y Hatillo. “Nina Lash se dedica a educar, entrenar y preparar a estudiantes y todo el que quiera entrar en el campo de extensiones de pestañas, lo que es montar la pestaña pero a pelo”, especificó. “Tenemos más de 200, 300 productos ahí abarcando todo. Es la tienda (de pestañas) más grande de El Caribe”.

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