Olga Sureda Plaza se desempeñaba como maestra de economía doméstica de Educación Especial cuando su padre murió y le tocó encargarse del negocio familiar en el que administra, maquilla, peina y viste a su clientela.

Sin embargo, las labores que realiza como empresaria conllevan una solemne responsabilidad, pues a sus manos llegan los compueblanos que fallecen para recibir los servicios de su empresa, la funeraria Utuado Memorial.

De hecho, son dos establecimientos funerarios, uno ubicado en el casco urbano y el otro en el barrio Salto Arriba. Pero Olguita, de 63 años, confiesa que nunca se asustó con la encomienda, pues piensa que la funeraria “es el negocio más bonito que hay”.

“Cuando digo en qué trabajo, la gente se asusta. Es el negocio más bonito que hay. Hago de todo… peino, maquillo, los visto; a veces hay que pintar pelo. Hago de todo, menos embalsamar; todas las demás tareas, todos tenemos que estar preparados para hacerlo”, recordó la hija de Jaime Sureda, quien falleció en 1999 luego del huracán Georges.

“Para mí, la funeraria me encanta, me encanta. Caminas y conoces a la gente y te dicen: ‘Tú enterraste a mi mamá’. Y cuando me dicen el nombre, rápido recuerdo dónde vivía y el lugar donde la sepultamos. Me preguntan que cómo me acuerdo. No me preguntes, porque me preguntas el número de teléfono de mi hija y no lo recuerdo”, resaltó Olguita, quien llegó a Utuado a la edad de nueve años.

Asimismo, explicó la importancia de “conectar con las familias” en un momento sumamente difícil, ya que trabaja con la pérdida irreparable de seres humanos.

“Es estresante, pero además da muchas satisfacciones. Por lo menos nosotros en la funeraria tratamos de hacer conexión con la familia, de conectarnos, de tratarte de tú a tú, por su nombre. Tratamos de hacerle la vida más fácil dentro de lo que la situación permite”, reveló sobre la empresa fundada en 1967.

De otra parte, destacó que la cultura funeraria del pueblo es “bastante tradicional. Nunca he tenido un muerto para’o”.

“Utuado todavía se mantiene bastante tradicional, aunque de la pandemia para acá, el utuadeño ha ido cambiando su comportamiento ante la muerte. Se están viendo ahora muchas más cremaciones, pero todavía la gente de Utuado prefiere velar y después el servicio de cremación”, manifestó.

“Todavía estamos necesitando ese tiempo para despedirnos de esa persona. Se están escogiendo muchos más servicios de cremación directa que hace cuatro años atrás. Pero era algo que se esperaba que pasara”, agregó.

Sureda expuso que la empresa familiar genera unos siete empleos directos a tiempo completo. Ahí también labora su hijo, José Rafael, que es agrónomo e ingeniero ambiental, “pero trabaja en la funeraria”.

“José Rafael se quedará cuando me retire como en un año y no sé cuántos meses. Mi hija vive en Atlanta, es epidemióloga con doctorado y trabaja en el CDC. Así que José Rafael será quien me sustituya, y sería tercera generación”, destacó.

A pesar de liderar una empresa poco usual durante más de 23 años, Olguita ya sabe lo que hará cuando se retire del negocio.

Esto, ya que la empresaria también ha labrado su nombre como muralista, al plasmar una imponente bandera de Puerto Rico en uno de los edificios más emblemáticos del casco urbano, junto a un grupo de virtuosos, entre los que está el artista plástico Kike Lafontaine, con quien ideó el concepto.

“Siempre conocía los artistas de mi pueblo, pero ahí nos conectamos. Eso fue como cinco años antes del huracán María. El mural mide 30 por 20 (pies)”, acotó al hablar de la obra pintada en un edificio histórico de arquitectura neocolonial ubicado en la calle Barceló.

“Después de la bandera de Puerto Rico, pintamos las puertas del edificio donde era la ferretería de Emilio Seda. Después pintamos unas mariposas y luego las caras de unas mujeres. Así nos entretenemos. En aquel momento nos hicimos llamar como ‘Utuado, a puro color’, mencionó.

No obstante, sostuvo que la pandemia del COVID-19 “nos desconectó”, aunque el movimiento aparenta estar resurgiendo.

“Lo primero que tenemos que hacer es retomar el edificio de la bandera y hacer los arreglos que tenemos pendiente. Nosotros le habíamos hecho una propuesta al municipio para pintar las escaleras que están al lado de la iglesia del pueblo. Queremos hacer como una cascada y se vería espectacular”, resaltó.

“Yo no me quiero morir, todavía. Siempre pensé que quería ver un nieto, pero todavía tengo muchas cosas para hacer. Yo creo que no voy a salir de la funeraria, pero tendré menos tareas. Quiero pintar, me encanta viajar. Me quedo en casa con mis matitas”, concluyó.