Marien Torres López es directora de Taller Tambuyé e integrante del grupo femenino de bomba, Ausuba.

¿Cómo llegaste por primera vez a la bomba?

Pienso que estaba en el lugar correcto, con la actitud correcta y con esas ganas de explorar algo nuevo en el momento indicado. Entré a la UPR en el 1998 y ese año llevaron a cabo el festival de bomba y plena. Yo no sabía nada de la bomba y la plena. Sabía que eran cosas distintas, pero realmente no tenía un conocimiento más profundo sobre las prácticas culturales, porque en mi casa no son pleneros ni bomberos.

Cuéntanos de Ausuba.

Ausuba es un grupo de bomba femenino. Es un proyecto que empezó en el 2010 como una iniciativa del Taller Tambuyé, que es un taller educativo, entre otras cosas. Todas somos tocadoras, cantadoras y bailadoras de bomba. Cuando empezamos no éramos tocadoras, éramos más bailadoras. Yo llevaba alrededor de diez años trabajando profesionalmente en la bomba, pero como bailadora. Y entonces comenzamos a explorar estos otros roles y posiciones que tenían tradicionalmente un rol masculino. 

¿Fue intencional crear Ausuba como un proyecto femenino? ¿Cómo fue ese proceso? 

Sí, definitivamente. Yo había viajado a Nueva York a participar del “Bomplenazo” que llevan a cabo en El Bronx y allá había surgido el primer grupo de bomba femenino que se llamaba Yayas, dirigido por Manuela Arciniegas. Regresé inspirada. En el 2010 creé un taller que era abierto a mujeres de todas las edades. Nos empezamos a reunir más de 30 mujeres una vez en semana. Llegaban mamás con sus niñas, abuelas, universitarias, jóvenes profesionales y nos juntábamos todas estas mujeres. Teníamos un solo barril para las más de 30 y era prestado, porque yo no tenía barriles propios. Picamos palos de escobas y con eso empezamos a aprender los patrones que ya conocíamos de oído, pero con técnica. Poco a poco empezamos a llamar a los compañeros. Pero fue un proceso bien interesante porque no podíamos llamarlos en grupos. Ni siquiera dos hombres juntos. 

¿Por qué tenían que hacerlo de esa manera? 

Porque había una resistencia bien fuerte. Ahora ellos dicen que nos apoyan, pero fue un proceso de crecimiento para ellos también; de evolucionar ese pensamiento de que el tambor es solamente para los hombres. 

¿Qué significó para ti tomar el tambor? 

Es curioso, la bomba siempre va a reflejar la realidad de la gente que la practica y, actualmente, en el ambiente de la bomba en este país hay más mujeres que hombres. Entonces las mujeres que estamos llevando la batuta en diferentes proyectos culturales pues vamos a hacer las cosas que nosotras pensamos, que nosotras sentimos. Esa es nuestra aportación al ambiente cultural de la bomba puertorriqueña. 

¿Cómo fue para ti esa transición de cantar y bailar a tocar? 

Yo siempre había querido aprender a tocar, pero me encontraba con la resistencia de toda la gente que estaba alrededor mío, de que las mujeres no se ven bonitas tocando barriles. Agradezco a todas esas personas que me pusieron obstáculos porque fue un motor para romper esa idea de que la mujer no es capaz, o de que la mujer nunca le va a dar tan duro o no le va a dar tan rápido.

¿Qué es para ti lo más poderoso de la bomba como género musical? 

A los 19 años comencé como educadora de la bomba, dando talleres a estudiantes de la comunidad de San José de Río Piedras. En un momento dado, el maestro de arte de ese mismo proyecto me hizo un acercamiento porque los estudiantes de arte querían hacer un mural y el tema era el cuerpo humano. El grupo de baile era una inspiración para su mural. Fuimos y les hicimos una corta presentación y al otro día visitamos el salón de arte para que los niños de arte entrevistaran a los niños de bomba. De repente, la primera pregunta a una niña de mi salón fue, “¿qué significa la bomba para ti?”. Y esa niña, habiendo crecido en un residencial público con una problemática social muy dura, dijo: “para mí la bomba es libertad”. A mí se me pararon los pelos. El género de la bomba tiene unas herramientas tan poderosas de autoestima, de reforzar la identidad. Nosotros vivimos en un país donde la identidad se cuestiona todo el tiempo, pero la bomba es un género de resistencia, de expresión, de lucha y, a la misma vez, de expresar amor, de compartir con los demás, porque la bomba es colectiva. La bomba te cambia. Cambia hasta la forma en que caminas, en que vistes, como te peinas. Cuántas mujeres he visto que se han dejado de alizar el pelo y se sienten más orgullosas de quienes realmente son. Se han puesto a buscar en su árbol genealógico, a hacerse las pruebas del ADN para reafirmar y apoderarse de su historia y de su identidad. Esas son herramientas bien poderosas.

¿Qué es lo que a ti te inspira a alzar la voz? 

Que necesitamos herramientas de cambio y pienso que la cultura es una herramienta muy poderosa para cambiar, para el bienestar del colectivo, para que la gente se sienta libre. Cuando la gente se siente libre aspira a que los demás también nos sintamos libres y también para romper con los prejuicios.