Coamo.”Amo el servir”.

Esa frase resume la gesta y vida de Ileana María Ortiz Correa, líder comunitaria del barrio Río Jueyes de Coamo y quien desde el 2011 ha dedicado sus esfuerzos a la lucha en favor de los pacientes de cáncer a través de la Fundación Riojueyana Pro Pacientes de Cáncer (FURIPACA).

Pero la batalla campal entre “Tati” -como cariñosamente la conoce su gente- y el cáncer se remonta a mucho antes de que la terapista ocupacional de 56 años se enfrentara al diagnóstico de cáncer de su esposo en el 1999.

Ortiz Correa recordó que, tras despuntar como líder en la escuela, junto a su esposo, Arnaldo Colón Santiago, se convirtieron en líderes comunitarios. Una de las constantes en esa faceta eran las colectas para personas del barrio que eran pacientes de cáncer y otras enfermedades.

“Como líderes comunitarios nos buscaban a mi esposo y a mí para que les ayudáramos a hacer actividades para recaudar fondos para personas que tenían X o Y enfermedad. Y veíamos que se necesitaba algo más para ayudar a mucha más gente, pero en conjunto”, manifestó.

En medio de esa agenda y en lo que Tati describió como un boom de la enfermedad en su comunidad, llegó el diagnóstico de su esposo, linfoma de Non-Hodgkin. De ser ese soporte para muchos en su comunidad, Ileana y Arnaldo pasaron a experimentar en carne propia los estragos que vive un paciente y su familia a causa del cáncer.

Desde su etapa escolar, Tati ha prestado su tiempo al servicio de sus compueblanos. Abajo, explica cómo se desarolla el cáncer de mama.
Desde su etapa escolar, Tati ha prestado su tiempo al servicio de sus compueblanos. Abajo, explica cómo se desarolla el cáncer de mama. (Isabel Ferré Sadurní)

Eventualmente, el tratamiento de su esposo requirió un trasplante de médula ósea y unos cinco años después, el cáncer reapareció. Sin embargo, la solidaridad de sus compueblanos y el progreso de su pareja, quien superó la enfermedad, llevaron a Ortiz Correa a un estado de euforia por ayudar a otros que amigos y familiares tuvieron que ayudarle a contener.

Tati recordó que tras el tratamiento inicial estuvo a punto de donarle a otros pacientes lo que en ese momento pensaron era el sobrante del dinero recolectado.

Su experiencia la ayudó a comprender lo que experimentan las familias que son tocadas por el cáncer y, eventualmente, a definir ese algo más que se necesitaba para ayudar a los pacientes y familiares. Eso la condujo a la creación de FURIPACA en el 2011.

“El 30 de junio del 2011, yo como líder comunitaria hice una convocatoria preocupada por el alza del diagnóstico de cáncer aquí”, dijo.

Desde entonces, la figura de Tati ha trascendido del rol de líder de una comunidad a la de la directora de una organización que busca asistir a los pacientes, educar a sus familias y crear conciencia sobre la lucha contra el cáncer en el barrio. Hoy día ese compromiso va más allá de los límites de Coamo.

A través de propuestas de organizaciones como Susan G. Komen han extendido sus servicios a otros puntos de la zona sur y actualmente reciben solicitudes de asistencia de pacientes de toda la Isla.

La ayuda que ofrecen a través de FURIPACA no se limita al pago de tratamientos y facturas, sino que llega al punto de darle respaldo al paciente y su familia, y educarlos y concientizarlos que la batalla contra el cáncer es una que se lleva paso a paso, un día a la vez.

Al frente de FURIPACA, además de coordinar ayudas, organizar eventos y conseguir fondos, Tati ha tenido que servir de soporte y consuelo para muchos, amén de enfrentar otras situaciones familiares como el diagnóstico repentino de cáncer de una de sus hermanas. La experiencia vivida con su esposo, dijo, la fortaleció para ayudar a su hermana a rebasar con éxito la enfermedad.

Recientemente, la líder comunitaria tuvo que hacer una pausa en su gesta debido al deterioro de salud y posterior fallecimiento de su madre. Lejos de tirar la toalla, tras casi dos años cuidándola, fue el amor y la dedicación inculcada por ésta la que la trajo de vuelta a la organización.

“A Mami le gustaba esto. Mami nos ayudaba… Cuando ella lo podía hacer venía y nos ayudaba. Y por eso estoy aquí, porque amo el servir”, concluyó Ileana María.