Esta historia seguramente levantará ronchas en quienes ni sean amantes de los animales ni crean que estos merecen que los tratemos como miembros de la familia. Y ni hablar de aquellos a quienes les horrorice la idea de que un perro y un niño puedan criarse como “hermanos”. Así que,  si te mueres de asco de tan solo pensar que un perro le pueda propinar un amoroso lengüetazo a un niño, mejor pasa la página.

Pero, si eres de los que creen firmemente que una mascota es de los mejores maestros que un niño pueda tener en su vida, y que los padres que así lo deseen deben hacer todo lo que esté en su poder para que sus hijos crezcan con animalitos en la casa, sigue leyendo porque este relato te va a encantar.

Un vínculo inquebrantable

Desde bien pequeña, Rosaly M. Mercado Sánchez se sintió atraída hacia animales de todo tipo. Tuvo patitos, conejos, gallinas, peces y  hasta un becerrito al que  le daba bibí. Pero su ilusión siempre fue tener un perro. Y ese sueño se le hizo realidad cuando el que hoy día es su perro, Snoopy, nació en casa de su futuro esposo.

Rosaly adoptó al cachorro desde bien pequeñito. “Él abrió sus ojos conmigo, empezó a caminar conmigo”, dijo  con gran orgullo. 

Por todo ello, a nadie le extrañó el que, al casarse, Rosaly le indicara a su marido que Snoopy seguiría con ella. “Mi esposo tuvo que entender que Snoopy estaría en la cama, con nosotros, porque era a lo que estaba  acostumbrado”. Para beneplácito de la joven, su esposo aceptó  encantado de la vida.

La dicha de la pareja se completó cuando Rosaly salió encinta. “Cuando estaba embarazada con Joseph,  Snoopy me olía la barriga. Es más, para el lado que el bebé se acomodara, para ahí se movía Snoopy”.

Sin embargo, debido a una hipertensión gestacional, a Rosaly tuvieron que hacerle una cesárea de emergencia. “El nene nació a las 36 semanas con pulmonía y recién nacido le dieron terapias de albuterol. Eso le colapsó su pulmón derecho”. Para completar, el bebé presentaba un soplo en el corazón.

Lo que siguieron fueron días y semanas de suma angustia, con el bebé recluido en intensivo. Cuando Rosaly regresó a casa sin su niñito, previendo que Snoopy la recibiría con brincos de alegría, todos se encargaron de proteger su vientre, por lo que agarraron a Snoopy en brazos. 

Lo que sucedió a continuación dejó a todos perplejos. Cuando por fin soltaron al perrito, lo primero que este hizo fue olfatear el vientre de la recién parida. Acto seguido,   “pegó su hocico al suelo y empezó a olfatear por toda la casa. ¡Él sabía que lo que había estado en mi vientre ya no estaba allí!”, dijo todavía asombrada.

“Snoopy se queda”

Luego de 21 largos días en una incubadora, Joseph Yireh Toledo Mercado fue dado de alta. “Cuando llegué con el bebé, Snoopy lo olió por todas partes”, relató la joven mujer. 

De ahí en adelante, “si el bebé lloraba y yo estaba en la cocina, Snoopy venía corriendo,   me avisaba y viraba para atrás, para donde estaba el nene”. 

Durante seis meses más, Joseph siguió con sus terapias respiratorias pero, al concluir las mismas, fue diagnosticado con virus sincitial respiratorio, por lo que fue ingresado en el hospital San Jorge. “Para esa época, había una muchacha que llevaba a Maximus, su Golden Retriever,  a visitar a los niños al hospital. Cuando mi hijo vio a Maximus, ¡se le tiró encima!”. Fue en ese instante que Rosaly supo que Joseph tendría que tener un perro durante toda su vida.

Por eso mismo, también, cuando el pediatra del nene le dijo que su hijo no podría estar con un perro, ahogada en llanto, la joven madre respondió: “Doctor, el perro se queda porque ninguno de ustedes me va a garantizar la  salud emocional que mi hijo va a tener con un perro que (si se criara) sin él”.

 Comprometida con el bienestar de su hijito, pero decidida a no salir de su perro, Rosaly averiguó todo lo que tenía que hacer para que su niño, asmático crónico, pudiera vivir con su mascota. Por eso, además de mantener una higiene absoluta en su hogar, deshacerse de todas las alfombras y cortinas, y mantener a su perro inmaculado, Rosaly permitió que Joseph “fuera  objeto de un estudio en Centro Médico de cómo tú podías tener asma y vivir con una mascota”.

Dicho estudio –al que Joseph fue referido por su propio pediatra, el doctor Juan Sánchez– fue  el Proyecto Calma y se trató de una investigación de intervención educacional, basada en evidencia, diseñada para familias con niños asmáticos, para enseñarles cómo podían manejar mejor el asma pediátrica. “El año que duró el estudio,  Joseph nunca presentó asma”, puntualizó la madre satisfecha.

Cierto es...

Rosaly es consciente de que no todos los casos de niños con mascotas serán idénticos al suyo, pero de algo está muy segura: a otros padres en una situación similar ella les diría que no se deshicieran de sus mascotas automáticamente sin antes dialogar más con los médicos y explorar todas las posibilidades. “La salud emocional de los niños que se crían con mascotas es bien diferente a la de los niños que crecen sin animales a su alrededor. Los niños que hoy respetan la vida de un animal van a  respetar la vida de cualquier ser humano en su adultez. Si a un niño  tú le enseñas a amar, aunque sea a un pez en una pecera, créeme que tú vas a tener a un ser humano que va a amar la vida de quien sea y de lo que sea”.

Hoy,  a sus ocho años, Joseph es el vivo retrato de la salud física, emocional y mental. ¡Niño y perro son inseparables! Y mientras eso esté en manos de Rosaly, nada ni nadie se interpondrá entre ellos.