Recientemente el Departamento de Educación informó que un gran número de estudiantes del sistema público de enseñanza fracasó el grado como resultado del tiempo perdido por la pandemia. No sabemos la realidad en las escuelas privadas y los números deben ser más dramáticos en la población de educación especial.

Muchos padres y madres viven en constante ansiedad tratando de que sus hijos desarrollen las destrezas que les permitan avanzar, y no continuar aumentando la brecha de separación con sus pares, por lo que esta noticia les puede aumentar el nivel, no solo de ansiedad, sino de frustración.

Si analizamos la situación, el enfoque no debe ser solo en buscar culpables o señalar los errores. Lo que pasó, pasó. Sí se pueden identificar estos errores para evitarlos; una oportunidad para aprender de la experiencia y aplicarlo a una futura ocasión.

Madre, padre, abuela y encargados no se sientan culpables ni busquen culpables por el tiempo perdido que ya no se puede recuperar. Durante el año 2020 y lo que va del 2021 hemos batallado con un enemigo desconocido, implacable; un virus por el cual han muerto más de 3 millones de personas a nivel mundial.

El instinto natural de supervivencia de la mayoría fue mantenernos vivos y sanos, ese fue el objetivo primario. Las destrezas más importantes que todos aprendimos fue la de supervivencia y responsabilidad social. Hemos aprendido a cuidar de nosotros, pero también a nuestra familia, amigos, vecinos y comunidad.

En 20 años miraremos hacia atrás y no recordaremos las destrezas que no se aprendieron en la escuela, si no lo mucho que aprendimos todos, incluyendo los niños, sobre infecciones y el control de estas. Todo lo que aprendimos sobre el uso de mascarillas, alcohol, lavado de manos, distanciamiento físico, ventiladores, pruebas y vacunas.

Tus hijos y nietos aprendieron lecciones de vida que se les quedarán impregnadas, como la importancia de la salud, de los maestros, de los amigos, de la familia y de compartir con los seres que amamos.

Nuestros niños aprendieron una vida entera en poco más de un año y no hay currículo académico que les enseñe eso.

Disfruten el verano

1. ¡Diviértanse! Luego de un año de encierro procuren divertirse este verano, pero también aprovechen para fomentar indirectamente la lectura y la matemática. Estas dos destrezas, además de la escritura, son las piedras angulares de la educación y pueden trabajarse de forma indirecta y entretenida. Lean una receta mientras cocinan, midan los ingredientes, lean las instrucciones para realizar una manualidad o las reglas para un juego de mesa. Estas son formas de estimular destrezas educativas mientras se divierten.

2. Actividades al aire libre. Visiten parques y realicen actividades al aire libre, con las debidas precauciones para evitar contagios. Esto los alejará de la computadora y del televisor. Los niños han estado más de 1 año frente a la pantalla de una computadora, muy sedentarios, y ellos necesitan el movimiento corporal para su desarrollo emocional, sensorial y motor. El movimiento es un estímulo necesario para el desarrollo y el funcionamiento del cerebro.

¡Terminó el año escolar! Disfrutemos el receso de verano y miremos desde lejos el próximo año con una nota positiva, de esperanza. Hemos sobrevivido y tendremos el tiempo que sea necesario para ayudar a nuestros niños. Si algo aprendimos durante la pandemia es a no desesperarnos por lo que no podemos controlar y a valorar la vida, más que grados y posesiones. El aprendizaje de este año vale más que todos los grados escolares y universitarios que se puedan obtener.

Finalmente, los esfuerzos deben concentrarse en el futuro, y no ofrecer una solución rápida para salir del paso. No lograr que nuestros estudiantes obtengan las competencias necesarias de su grado solo augura un futuro con problemas académicos en toda la estructura educativa pública de nuestro país. Nuestros estudiantes merecen esperanza, pero más que todo necesitan acción.

(La autora es patóloga del habla y lenguaje, directora, Instituto Fonemi de Puerto Rico)