La historia de Fifi: Mucho más que una perra de asistencia
Ella y su amo viven en constante y perfecta armonía, en una coreografía de comandos y obediencia, que pone de manifiesto los muchos méritos del animalito

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Ella no puede tomar sus dictados ni servirle una taza de café. Tampoco puede contestar sus llamadas ni administrarle la agenda o recogerle la ropa en la lavandería. No empece a ello, Ramón L. Nevárez tiene la absoluta certeza de que jamás encontrará otra asistente personal tan comprensiva y leal como la que tiene ahora. Y es que Fifi, su perra de asistencia, es como una extensión de su propio ser. El amor que ella siente por él se hace evidente en cada mirada del can y cada meneo de la cola. Ella es, por ponerlo de otro modo, como su propia sombra. Y él, sin ella, ya no podría vivir.
El uno para el otro
El animalito (el diminutivo es de cariño porque Fifi es bastante grande, ya que es mezcla de Dálmata con Labrador Retriever) le reciproca a Ramón todo el cariño que él le prodiga como si supiera que, gracias a él, ella tiene una razón de ser más allá de sí misma.
Nevárez, quien se desempeña como instructor, entrenador y especialista en comportamiento animal en la Federación Canófila de Puerto Rico (FCPR), conoció a Fifi precisamente como consecuencia de sus labores y gracias a un perro llamado Popeye. “He estado entrenando perros desde el 1998”, según nos informó, aunque, en un principio, lo hacía “como un hobby con mis perros”. En el año 2000, Ramón adquirió su primer Basset Hound y por él llegó a la FCPR para entrenar al can que llamó Popeye y poder competir con él en circuitos de obediencia.
“Llegué para nunca irme porque es aquí que descubro más mi pasión por el deporte canino (de obediencia). Fifi llega a mi vida cuando decido irme a Texas a una de las academias más prestigiosas en Estados Unidos, la Triple Crown Dogs, para ampliar mis conocimientos en comportamiento animal. Es allí donde nos asignan unos cuantos perros para la parte práctica de nuestros estudios. De los tres perros que me asignaron, Fifi fue la especial. Logré consolidar con ella una relación y su disposición me dejó anonadado. Ella provino de un rescue shelter en Houston, Texas, y lleva conmigo dos años. En agosto cumple tres añitos”.
Fifi, por su parte, se desvive por complacerlo. Como Ramón utiliza un bastón, ya que su mobilidad es limitada, la perra lo ayuda “a recoger las cosas y las busca por mí. Apaga las luces, busca las llaves cuando no las encuentro, busca agua y refresco de la nevera... y cuando vamos de tiendas, me asiste. Pone los artículos en el carro de compra y si algo está muy bajito, le señalo con el bastón , va, lo recoge y lo echa en el carro de compra”, relató orgulloso.
Mucho más que una perra de asistencia
Basta con departir un breve rato con Ramón y su Fifi para darse cuenta de que, cuando ella no está de servicio, disfruta enormemente ejecutando una divertida variedad de trucos que él le ha enseñado y que tantos han podido presenciar en diversos actos públicos.
Lo que inspiró a Ramón a “ampliar sus destrezas”, más allá de sus labores como perra de asistencia, fue el “ver su disposición por complacerme siempre y ver que muchas veces lo hacía de una forma muy divertida”. De ahí es que surgió el famoso Show de Fifi. El mismo nace “con las presentaciones oficiales de la Federación Canófila de Puerto Rico, donde se le conoce como ‘la sata oficial’ de la Federación”. Con ello, queda más que demostrado que, “aunque la FCPR es la entidad rectora de registros oficiales de perros de pura raza, los satos también son importantes y pueden registrarse para que tengan la oportunidad de ser entrenados, tener un numero oficial de registro para las competencias de obediencia y participar en el programa de Terapia Canina de la FCPR”, abundó Nevárez.
Una perra humanitaria
Además de todos los compromisos antes mencionados en su “apretada agenda”, Fifi también se desempeña como perra de terapia canina certificada, como era de esperarse, por la FCPR. Ramón, al ver que su reacción era tan positiva cuando la llevaba “a égidas y hospitales, etc.”, decidió “llevar un rato ameno y llenar de sonrisas a aquellos que, por alguna situación u otra, están solos o están pasando por alguna enfermedad. Mi satisfacción se cumple cuando Fifi, con sus ocurrencias, los hace reír y los llena de alegría. El repertorio que tiene Fifi no es uno muy alargado; es por eso que ella sólo se presenta en las actividades de terapia canina y demostraciones de obediencia”.
Puede que a él el repertorio le parezca limitado, pero a nosotros nos pareció la octava maravilla del mundo. Fue un verdadero deleite presenciar cómo Fifi corría de lo más derechita, encaramada en una motorita eléctrica. Verla “tocando” piano al ritmo de un tambor que sonaba Ramón, nos arrancó lágrimas de risa. Escucharla, ladrando sus respuestas a las sumas que su amo le mostraba en unos cartelitos, nos llevó a la conclusión de que la “muchacha” es una doggie Einstein. Y el colmo fue verla bailando merengue y hasta saltando como un conejo, entre otros simpáticos trucos.
En fin, todo ello no hizo sino avivar nuestra admiración por la genuina devoción que la perra siente hacia su inseparable humano.
Gran embajadora de su especie
Todo lo que hace Fifi como perra de asistencia es producto de intensos cursos de obediencia en los que Ramón logró “desarrollar y consolidar una relación con el perro”. El propósito de éstos es que el amo entienda a su perro en la misma medida en que el perro entienda a su amo para que “lo puedas controlar, para que éste sepa comportarse en cualquier lugar y ambiente. Un perro de servicio (asistencia) tiene que saber comportarse porque, cuando sale con su amo, (debe estar) pendiente cuando se le necesite”.
Fifi, por su parte, está adiestrada para “entrar a todo lugar que el ser humano tenga acceso. Esto incluye restaurantes, supermercados, oficinas públicas, etc.”. Sin embargo, Ramón se lamentó de que todavía haya personas que no comprenden este concepto. A ésas y ésos él quisiera recordarles que cuando vean un perrito con su chalequito de mascota de asistencia, recuerden que se trata de “un perro haciendo su trabajo, no una mascota que está de paseo”.
Por suerte para él y para Fifi, ya ella “es conocida en unas cuantas tiendas de Plaza Escorial y mucha gente que la ve se quedan sorprendidos al verla trabajar”.
Y así debe ser siempre. Fifi -y todas las mascotas de asistencia como ella- no sólo deben ser bien recibidas, sino tratadas con todo el respeto que merecen los animales cuyo apoyo hace una diferencia sustancial en las vidas de su amos.
Agradecimiento
Tus Mascotas agradece la cooperación de La Hacienda Meat Center, en Guaynabo, por cumplir con la Ley ADA (Americans with Disabilities Act) y recibirnos con Fifi durante el desarrollo de este reportaje.
Cómo reaccionar ante una mascota de asistencia
Como bien explicó Ramón L. Nevárez -instructor, entrenador y especialista en comportamiento animal en la Federación Canófila de Puerto Rico-, las mascotas de servicio tienen derecho a entrar y permanecer en todos los lugares a los que tengan acceso las personas que asisten. Para que sepas cómo actuar, compartimos los siguientes consejos:
1. Infórmate bien sobre la Ley ADA (ley que protege los derechos de las personas con una diversa gama de discapacidades). Visita el portal de http://www.ada.gov/publicat_spanish.htm para que conozcas todo sobre la misma.
2. Por mucho que te gusten los animales, siempre que veas una mascota de asistencia, no la distraigas. No interactúes con ella, ni la llames ni la acaricies. Recuerda que está trabajando, no está de paseo. Si la distraes, puedes poner en peligro la seguridad de su humano.
3. No todas las discapacidades son evidentes. Una persona puede tener una mascota de servicio porque es diabética o sorda, o porque padece de ataques de pánico. Si tienes dudas, pregunta con amabilidad y sé considerado.
4. No es necesario que una mascota de asistencia esté identificada. Siempre y cuando el perro haya sido entrenado, la persona tenga una discapacidad y el animal cumpla con los requisitos de un perro de asistencia, nadie puede impedirle el acceso a ningún lugar. Sin embargo, si por cualquier motivo, necesitas pedir prueba de que, en efecto, se trata de un animal de servicio, solicita los documentos con respeto y amabilidad.