La cruel trata de esclavos africanos en las Américas comenzó en el siglo XVI y este cruel comercio generó jugosos beneficios no solo a personas particulares, sino también a muchos gobiernos.

Cuando la población taína en Puerto Rico comenzó a mermar debido a la explotación de los colonizadores españoles hacia inicios del siglo XVI, la Corona aprobó el uso de esclavos africanos. Las autoridades habían autorizado el tráfico de esclavos negros en sus colonias en 1513 y debido a ese comercio, en Puerto Rico se introdujeron 200 africanos en 1530. Sin embargo, muchos de los primeros esclavos negros en Puerto Rico habían sido introducidos para 1517 por los frailes jerónimos, que ese año habían obtenido una licencia para traer africanos al Caribe.

Se estima que 15 millones de africanos fueron traídos a América en los barcos negreros de los portugueses y los ingleses. Cada uno de estos navíos apiñaba entre 400 y 600 hombres, mujeres y niños, en compartimientos oscuros, insalubres y sin ventilación. Encadenados bajo cubierta, el 50% de éstos moría durante el viaje de cuatro semanas a causa de la disentería, el tifus náutico, el sarampión y el suicidio.

En Puerto Rico, las poblaciones esclavas se concentraron en las zonas agrícolas de la caña de azúcar. Allí, los esclavos se clasificaban según las tareas que realizaban:

Esclavos domésticos: Se desempeñaban en las tareas de la casa del hacendado, como cocinar, limpiar y criar a los hijos de éste.

Esclavos de tala: Estaban encargados de las tareas agrícolas trabajando en exceso de diez horas al día en el más duro de los trabajos. En las haciendas azucareras, estos esclavos cultivaban y cortaban la caña, y cuidaban los animales de trabajo. Además, operaban los trapiches, las pailas y los hornos. En estas tareas se desempeñaron hombres, mujeres y también niños.

Esclavos jornaleros: Eran utilizados por sus dueños para realizar trabajos a cambio de un salario o jornal, que se repartía de forma desigual entre éstos y los esclavos. Laboraban lejos de sus haciendas, en las obras de construcción de edificios públicos y militares, iglesias y caminos. La esclavas jornaleras vendían dulces y otros productos en las plazas y las calles del pueblo.

En el siglo XVI, si un esclavo se atrevía a levantarle la mano a su amo, éste podía perder su mano, sus orejas y hasta ser clavado de un brazo a un poste en plena plaza pública. Ya durante el siglo XVIII, y para reducir las fugas y las muertes, el Gobierno español creó reglamentos que establecieron penas correctivas a los esclavos delincuentes. Los reglamentos indicaban la cantidad de latigazos que debía recibir el esclavo por cada ofensa. Por ejemplo, si el esclavo montaba a caballo sin la autorización de su amo, recibiría 100 azotes.

En las haciendas, los esclavos vivían en barracones o cuarteles parecidos a los bohíos indígenas, construidos con tablas de palma y yaguas o yerba seca. Generalmente, al comenzar el día eran alimentados con guarapo caliente con jengibre. Luego, su almuerzo se basaba en una ración diaria de siete u ocho plátanos que podían ser sustituidos por ñames, batatas u otros tubérculos. Además, ingerían unas seis onzas de pescado salado o carne, y cuatro onzas de arroz o frijoles.

En la década de 1860, los puertorriqueños que apoyaban la desaparición del sistema esclavista fundaron la Sociedad Abolicionista. Entre éstos se encontraban Ramón Emeterio Betances y Segundo Ruiz Belvis. Por otra parte, en 1865 se fundaron la Sociedad Abolicionista Española y el periódico El Abolicionista Español. Dos años más tarde, Ruiz Belvis, Francisco Mariano Quiñones y José Julián Acosta viajaron como comisionados a España para presentar un informe sobre reformas políticas y los derechos individuales de todos los habitantes de la Isla. Posteriormente, entre 1869 y 1870, el ilustre comisionado Román Baldorioty de Castro pronunció un histórico discurso en el que criticó y rechazó los más terribles aspectos de la esclavitud.

Además, atacó la indolencia de la Asamblea Nacional española ante lo que él llamó “el ultraje de la humanidad”.

Por más de 300 años, nuestros antepasados negros sufrieron las humillaciones del trabajo forzoso, hasta que la presión de los abolicionistas comenzó a rendir frutos.

En 1873, la Primera República Española logró ponerle fin al sistema esclavista en la Isla cuando el 22 de marzo, por voto unánime, se aprobó la Ley de Abolición de la Esclavitud en Puerto Rico, poniendo fin a cuatro siglos de historia de la funesta institución en la Isla.

A pesar de la abolición inmediata de la esclavitud, el Gobierno español se aseguró de que los esclavos recién emancipados, ahora conocidos como libertos, quedaran obligados a concertar contratos de trabajo individuales por los siguientes tres años con los que fueron sus amos, con otros propietarios o con el Estado.

Con la abolición se le puso fin en Puerto Rico a la institución de la esclavitud, pero no así a los principios filosóficos en que ésta se había fundamentado a lo largo del tiempo así como tampoco a la discriminación por razón del color de la piel.