La búsqueda de la felicidad ha sido una constante en la historia de la humanidad. Desde tiempos antiguos hasta la actualidad, este concepto continúa siendo tema de reflexión tanto en el ámbito privado como en el público.

La Real Academia Española (RAE) define la felicidad como “el estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien” y también como “la satisfacción, sentirse a gusto y estar contento”.

Sin embargo, a pesar del deseo casi universal de alcanzarla, muchas personas conviven con un sentimiento persistente de infelicidad. Y, según los expertos en psicología, esta puede manifestarse en el lenguaje cotidiano.

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El profesor y coach Preston Ni, autor de Communication Success with Four Personality Types y How to Communicate Effectively and Handle Difficult People, identificó en un artículo publicado en Psychology Today ocho frases que, aunque parecen comunes o inofensivas, revelan una actitud negativa crónica que puede afectar profundamente la salud mental y el bienestar emocional.

  • “No soy lo suficientemente bueno”

Frases como “no puedo”, “no me siento seguro”, “no tengo lo que se necesita” o “voy a fallar” reflejan un discurso interno autodestructivo. Estas expresiones, al repetirse, minan la autoestima, reducen la confianza personal y sabotean la posibilidad de alcanzar metas. Este tipo de pensamiento puede limitar el desarrollo individual y deteriorar la percepción de uno mismo.

  • “Si algo puede salir mal, seguro me va a pasar a mí”

Este tipo de afirmaciones responde a un patrón de pensamiento negativo basado en suposiciones desfavorables. Expresiones como “seguro hice algo mal” refuerzan una visión pesimista del entorno. Para muchas personas infelices, esta actitud de “ver el vaso medio vacío” se convierte en un reflejo automático. Según Preston Ni, “la forma en que eliges relacionarte con tus circunstancias es lo que hace que la experiencia sea positiva o negativa”.

  • “Nunca voy a ser tan exitoso como él/ella”

Compararse constantemente con los demás es uno de los hábitos más comunes que alimentan la infelicidad. Pensamientos como “¿por qué todos tienen la vida resuelta menos yo?”, “él siempre está feliz, yo no sé cómo lo hace” o “todos tienen pareja y yo sigo solo” contribuyen a la percepción de inferioridad y al resentimiento hacia la propia situación.

  • “Si tan solo no hubiera cometido ese error”

La dificultad para dejar atrás el pasado es otra señal clara. Frases como “no puedo dejar de pensar en lo que perdí” o “siempre arruino las cosas… nunca voy a cambiar” revelan una tendencia a quedarse atrapado en experiencias negativas pasadas, en lugar de aprender de ellas y seguir adelante. Este patrón impide el crecimiento personal y emocional.

  • “Siempre me hacen sentir mal, no importa lo que haga”

Este pensamiento traslada la responsabilidad emocional a los demás y sitúa a quien lo expresa en una posición pasiva o de víctima. Se trata de una percepción que refleja creencias negativas frente a relaciones difíciles y que, en muchos casos, impide una gestión saludable de los vínculos interpersonales.

  • “Nunca tuve las oportunidades que otros sí tuvieron”

La tendencia a culpar a factores externos —como la familia, las exparejas o el contexto social— por los propios problemas emocionales es otra característica común. Expresiones como “si mis padres hubieran sido diferentes, hoy sería feliz” o “es culpa de mi ex que ahora no confíe en nadie” representan una visión determinista

que bloquea la posibilidad de cambio.

  • “Nunca voy a perdonarme por lo que hice”

El resentimiento hacia uno mismo es un obstáculo emocional difícil de superar. No poder perdonarse, según Preston Ni, alimenta la culpa y dificulta el proceso de sanación. “Todos tienen la oportunidad de evitar repetir los errores del pasado y marcar una diferencia positiva con uno mismo y con los demás”, sostiene el especialista.

  • “Tengo miedo, no sé si voy a poder hacerlo”

El miedo al fracaso y la presión por alcanzar la perfección pueden paralizar a muchas personas. Esta frase evidencia la lucha interna frente al desafío de actuar sin garantía de éxito. Ni destaca que, aunque todos experimentamos pensamientos negativos ocasionales, la clave está en cómo se elige responder a ellos. Esa actitud puede marcar la diferencia entre la confianza y el miedo, entre la esperanza y la desesperación, entre la autonomía y el rol de víctima, y, en definitiva, entre la felicidad y la infelicidad.