¿Por qué hay personas a las que no les gusta celebrar Navidad?
Esto dice la psicología.

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La Navidad suele asociarse con alegría, unión y festividad. Sin embargo, no todas las personas experimentan estas fechas de la misma manera. Aunque a menudo se asume que diciembre debe vivirse con entusiasmo, desde la psicología se observa que el rechazo o la indiferencia hacia estas celebraciones es mucho más frecuente de lo que se piensa.
Expertos explican que las causas abarcan presiones sociales, recuerdos dolorosos, tensiones familiares o una simple desconexión con los rituales tradicionales.
Según el psicólogo Víctor Amat, “es muy común que durante las celebraciones decembrinas las personas se obliguen a sí mismas a estar bien o felices, sin importar las situaciones que se les presentaron en sus vidas”.
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Amat señala que intentar forzar la felicidad puede resultar en una pérdida de autenticidad emocional.
Razones por las que algunas personas prefieren no festejar
A nivel emocional, la Navidad puede activar tensiones internas vinculadas con duelos no resueltos, resentimientos antiguos o vínculos familiares complejos.
La psicóloga Marina Mammoliti señaló que estas fechas “conmueven, reavivan duelos y tensiones familiares”, lo que lleva a que algunas personas prefieran evitar los rituales navideños para proteger su bienestar emocional.
Además, la presión social juega un papel determinante. La expectativa cultural de “tener que estar feliz” puede generar ansiedad, especialmente cuando el entorno exige mostrar armonía o entusiasmo que no coinciden con el estado emocional real.
Para otros, el rechazo tiene un componente generacional o de valores. El psicólogo Daniel Gómez, citado por la psicóloga Laura Martínez, mencionó que muchas personas jóvenes están resignificando las tradiciones. Algunas optan por pasar la fecha en soledad, con celebraciones íntimas o incluso sin rituales, como una manera de ajustar la Navidad a su estilo de vida.
¿Cómo se vive emocionalmente esta época del año cuando no se disfruta?
Para quienes no se sienten identificados con estas festividades, la Navidad suele funcionar como un recordatorio simbólico del paso del tiempo, de vínculos antiguos o de expectativas no cumplidas.
No se trata necesariamente de tristeza patológica, sino de una forma diferente de relacionarse con un período socialmente demandante.
Expertos de “Serene Psicología” indican que “no está mal” no sentir entusiasmo por la Navidad. En muchos casos, esta reacción se entiende como un acto de autenticidad emocional o un límite saludable frente a las normas sociales.
También puede aparecer lo que la psicología denomina disonancia cognitiva: el conflicto entre lo que culturalmente se espera sentir (alegría, unión) y lo que realmente sucede a nivel interno (apatía, tristeza o desconexión).
Aceptar que no todas las personas disfrutan la Navidad permite cuestionar el estereotipo de que estas fiestas deben ser inherentemente felices.
El psicólogo Amat advierte: “No hay que forzar a nadie a que sea feliz en Navidad”. Respetar estas emociones evita incrementar el malestar y validar decisiones personales que pueden relacionarse con autocuidado, sobrecarga social o simple falta de afinidad con el ritual.

