El nuevo semestre académico inició y con él las responsabilidades típicas de cada materia. Para quienes cursan su cuarto año de escuela superior, a esta carga se añade orientarse en la mayor medida y realizar las gestiones pertinentes para comenzar un grado que conduzca a su formación profesional una vez culmine el año escolar.

Dentro de esa labor se incluye la de calcular el índice académico para tener una idea de cuán viable es solicitar ingreso a la institución educativa acorde con sus intereses. Ahora bien, si a estas alturas se trata de un estudiante con un promedio muy por debajo de lo aceptado en muchas universidades e instituciones académicas, ¿qué opciones tiene para mejorar su puntuación? ¿Cuáles son las alternativas para lograr su meta profesional?

“La realidad es que desde noveno grado es que empieza a contar el promedio para los grados universitarios, y más ahora en un mundo tan competitivo”, explica la psicóloga escolar Lisette Morales, de Caminos de Aprendizaje. Pero para quienes pasaron por alto este hecho, “es en cuarto año cuando este camino perdido pone más peso en trazar nuevas metas y metas realistas para esta última oportunidad académica”.

Por qué preocuparte

Si bien algunos jóvenes tienen claras sus aspiraciones profesionales y la importancia de establecer un plan para materializarlas, hay otro sector que pasa por alto esta necesidad. “Los estudios dan flexibilidad laboral. Es importante prepararse para garantizar mejor paga en un futuro. Hay que mirar a largo plazo”, menciona Morales. Y observa que “el estudiante, al estar en la adultez temprana, se caracteriza por esa falta de visión” en este sentido. “Pero la realidad numérica establece que, a largo plazo, los estudios siempre van a pagar más que no tenerlos, y más en un mundo laboral tan competitivo y de oportunidades escasas”. Además, “según evoluciones en tu vida, la necesidad económica también va a evolucionar. No es lo mismo el sueldo de ahora, que vives con tus padres, que cuando te independizas y aumentan las responsabilidades económicas como pagar una casa o mantener una familia”.

Por otro lado, “las estadísticas lo dicen claramente: un grado asociado va a recibir más paga que un cuarto año de escuela superior; y, a su vez, un bachillerato va a pagar más que un grado asociado”, puntualiza enfática la psicóloga escolar.

Diez maneras de afrontarlo

La psicóloga escolar detalla cómo manejar esta realidad. 

Acéptalo.  Lo primero es reconocer que se hizo tarde. En vez de lamentarte o negar la realidad, reconoce que un promedio por debajo de lo esperado (por ejemplo, 2.00) te dificultará entrar a la universidad y a ciertas instituciones educativas.

Planifica.  En el proceso, identifica las áreas de necesidad. Por ejemplo, analiza si se trata de un mal manejo de tiempo de tu parte, o de la falta de capacidad de organización. Incluso, observa si radica en la dificultad para comprender una materia en específico (matemáticas, inglés, etc.), lo que afecta tu desempeño. Una vez lo reconozcas, determina cuál será el plan de acción para superarlo.

Date prisa.  El tiempo corre y urge que tomes acción ya. Aprovecha los primeros días de este inicio escolar para programar una visita al orientador de tu colegio o escuela sobre tus posibilidades académicas y profesionales.

Piensa.  Analiza cuáles son tus intereses profesionales. El orientador escolar puede ayudarte a  hacer un inventario de intereses y una evaluación vocacional, que es más medible y no subjetiva, para saber las profesiones paralelas a tus intereses. Estas evaluaciones ayudan a redefinir las metas y contar con unas opciones más claras. Además, “ese proceso de hacer el ejercicio (el inventario de intereses) me hace reconocer cómo esas destrezas básicas son necesarias para todo campo. Por ejemplo, si te gusta hablar y quieres ser locutor, debes saber que contar con un buen vocabulario es importante; por lo tanto, la clase de español es importante”.

Investiga.  Ahora que tienes un panorama más claro sobre tus habilidades y materias de interés, busca orientación sobre los programas universitarios disponibles y asociados con tus intereses, incluyendo las áreas vocacionales.

Conoce los requisitos.  “Más importante que conocer la universidad, es conocer los requisitos específicos de admisión para el programa que me interesa”, enfatiza la psicóloga escolar. “De esa manera se establece de una manera objetiva y clara cuál va a ser mi plan de acción para lograr admisión a ese programa”.

Sé realista.  Hijos y padres deben ser bien honestos con su realidad en términos de admisión a un programa universitario. Esto implica entender que, si el requisito de admisión es de 3.50 y lo que queda es un semestre escolar, no será posible cumplir con esta exigencia. Ahora bien, fuera de acusar y reprochar, es tiempo de buscar opciones y trazar planes realistas sin perder el ánimo.

Exprésate.  “La comunicación es importante entre padres e hijos para ayudarse mutuamente”, resalta Morales. Deben dialogar para conocer qué pasos dar con miras a la meta de subir el promedio. Como parte de esta sugerencia, los padres deben establecer prioridades en el apoyo y la ayuda de tareas escolares; procurar ser más participativos.

Infórmate.  Visita a los orientadores de instituciones vocacionales que cuentan con programas de asistencia a la familia para ayudar al estudiante a garantizar su diploma de cuarto año y posterior admisión a un programa vocacional. “Los institutos vocacionales no exigen índice académico ni college board y pueden servir de base para mayores metas académicas como un grado asociado y posterior bachillerato. El camino será más largo, pero sí posible”, explica la psicóloga escolar.

No te rindas.  Si al presente tu promedio sólo te abre las puertas para un grado académico vocacional pero tus aspiraciones son para un título mayor, tómalo como base para encaminarte al bachillerato deseado. Se puede comenzar después de completada una profesión vocacional “y se uniría a ese mar de gente que estudia y trabaja y que por alguna razón ha tenido que posponer estudios superiores”.