A veces dan señales: tiran la puerta del cuarto, se niegan a hacer las labores asignadas en casa, se “pierden” en el celular, no comen con el resto de la familia o se aíslan en su cuarto para no ver a nadie.

A veces no las dan: simplemente, un día cualquiera, ya no están. El peor terror de cualquier padre.

Estos escenarios se están repitiendo cada vez con más frecuencia en nuestros hogares. “¿Por qué mi hijo no me hace caso?”, “es que esta nena es insoportable” y “¡los muchachos lo que necesitan es una buena gaznatá!” son frases comunes en muchas familias, sobre todo cuando están lidiando con adolescentes.

¿Te acuerdas de cuando estabas en esa edad? Todo lo que decían tus padres te molestaba, nadie te entendía, te obligaban a hacer cosas que no querías hacer… y todos hemos pasado por eso. Ese “odio” visceral que, de la noche a la mañana, convierte a tus padres o tutores en tus enemigos, y en el ínterin no saber qué hacer con tanta rabia. Parece que la respuesta, para muchos jóvenes, es irse… y no piensan en las consecuencias.

En la Isla, el caso más reciente es el de una adolescente en Manatí que, luego de una pelea en casa, decidió irse y terminó perdida por varios días en un monte. Afortunadamente apareció y ahora queda por averiguar qué la hizo escaparse, qué consecuencias tendrá que enfrentar (incluso, su familia) y cómo ayudarla, porque efectivamente algo anda mal cuando uno de nuestros hijos se escapa de casa en medio de una rabieta.

¿”Y dónde están los padres?”, es una pregunta acusatoria que se lanza al aire, sin darnos cuenta de que muchas veces están allí, mirando a sus retoños sin saber qué hacer para ayudarlos y llevarlos por el camino correcto. Ahí es que entra la ayuda profesional, que beneficia al núcleo familiar completo.

Presencia ausente

Sentarse juntos a la mesa parece un cuento de hadas. Echa una mirada en cualquier restaurante y verás que, desde mamá hasta el bebé, todos tienen un equipo electrónico en la mano, desconectados en sus propias burbujas o “cápsulas”, como lo definió el doctor José R. Pérez Aponte. “Vivimos en este mundo moderno donde se facilitan tantas cosas… los adolescentes quieren estar en lo último tanto en la moda como en lo cibernético, y aunque esto siempre ha ocurrido en estos momentos está ocurriendo mucho más. Tenemos el elemento de impulsividad, la desconexión de los valores del hogar y ahora cada cual vive una vida mucho más lejana, en cápsulas, donde el enfoque está en las cosas cibernéticas, los celulares, las amistades y ya no hay comunicación. Antes había comunicación y pasaba… ahora imagínate”, comenta preocupado.

No es que el iPad te esté robando a tu hijo: es que se ha convertido en el amigo y la compañía que no encuentra en su hogar, y eso es lo que debe ser atendido con premura. “Hay que tocar los elementos de las bases familiares,  hay que ver si hay una brecha  porque, cuando ocurren estos casos, suele ser porque hay una crisis o es una familia disfuncional”, explica el terapeuta.

Culpar a la noviecita o a las “malas juntillas” suele ser también un recurso de quien vive con la cabeza enterrada en la arena  sin darse cuenta de que tus hijos están allí, a tu alcance, pero fuera de tu espectro de atención porque, simplemente, la vida corre tan rápido y la llenamos de tantas distracciones que no nos ocupamos de dejar todo de lado y sentarnos a hablar, a preguntarles cómo les ha ido el día, a compartir inquietudes y experiencias.

Con la cosa como está hoy día uno pensaría que nuestros hijos no pensarían cruzar la puerta de salida, sobre todo si no tienen dinero o dónde quedarse. Sin embargo, cada vez más son los que se atreven a tirarse a la calle sin paracaídas, porque a veces sienten que quedarse en la casa es peor. “Esto es una situación de alto riesgo, donde hay un nivel muy alto de ignorancia en nuestros jóvenes que piensan en la fantasía de ser autosuficientes. Al mismo tiempo, es el elemento de escape de las situaciones. No canalizan las emociones y el coraje, viven una vida muy ficticia y creen que al irse va a ser fabuloso, ‘voy a vivir de esta forma’, y no están al tanto de las verdaderas consecuencias tanto a corto como a largo plazo”, advierte Pérez Aponte. 

Toma acción ahora

Si tu hija está dando señales de rebeldía y no sabes cómo bregar con el caso, busca ayuda. Nadie nace aprendido y si necesitas orientación búscala rápidamente. “Los primeros que tienen que abrir los ojos son los padres”, dice el psicólogo. “Hay que crearles un nivel de consciencia de cómo estamos viviendo en estos días y cómo se está separando la familia. Si no existe una unión y cada cual vive a su manera, con prisa, es hora de que se replanteen”, aconseja.

No es cuestión de buscar todos los aparatos electrónicos y tirarlos por la ventana. Es establecer horarios, reglas, disciplinas, momentos de compartir, escuchar sin atacar. Los hijos hablan, muchas veces, sin palabras, y escucharlos es nuestro deber.

Pérez Aponte sugiere otra técnica, que sería de mucho valor de cara al nuevo año escolar: en cada salón de clase, se puede poner una caja sellada donde los alumnos escriben, en un papelito, sus inquietudes. Cada cierto tiempo (idealmente una vez a la semana), se sacan los papeles, se estudian los comentarios y se aborda el tema de forma proactiva. “Así se pueden airear los asuntos sin llamar a nadie por nombre, y aclarar dudas”, comenta el psicólogo.

En casa es mucho más simple: sólo tienes que escuchar. Invita a tu hijo o hija a sentarse contigo, compartan un rato juntos y escúchense. Hablen de lo que les molesta, lleguen a acuerdos claros. Si es necesario, pónganlos por escrito. La clave es HABLAR, porque cuando ya el adolescente está con el pie en la puerta llegamos a un límite que puede necesitar una intervención más profunda.

“Tienen que estar al tanto del tipo de educación, apoyo y disciplina que hay en el hogar. Además, si se van de la casa eso tiene consecuencias hasta legales, y eso hay que tomarlo en consideración. La asistencia profesional es indispensable en la mayoría de los casos”, recomienda el psicólogo. 

El Dr. José R. Pérez Aponte es terapeuta con especialidad en terapia de pareja e individual. Para consultas, llama al 787-261-0763.