No sabe dónde dejó las llaves y se olvida de todo, se enojó por algo que en su vida le había importado o ese dolor de cabeza no desaparece. Si le está pasando alguna o todas estas cosas, no se sienta solo, más de algún cercano puede estar viviendo lo mismo.

Tras casi dos años de pandemia, muchos han llegado a este fin de año más cansados que nunca. Por el contexto es esperable, dicen los expertos, pero ello no significa que debe obviar lo que le pasa y no haga nada. Más que nunca el autocuidado es fundamental para no terminar desarrollando una patología de salud mental.

Perder el control

Una de las razones del porqué muchos podrían sentirse más estresados y cansados que diciembres anteriores, es justamente el contexto que le ha tocado vivir al país, como al resto del mundo.

”Los factores que han estado gatillando el estrés han cambiado, pero no han desaparecido”, dice Pedro Maldonado, director del Departamento de Neurociencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Si bien ahora hay mayor tranquilidad que el año pasado con la pandemia por la vacuna, esta no ha terminado y el escenario político se ha vuelto una importante fuente de incertidumbre.

”Durante la mayor parte de la historia humana, el estrés provino del encuentro con un león o un oso, pero ahora viene de nuestra actividad mental. De nuestras propias expectativas del futuro y cómo según eso tomamos las decisiones en nuestra vida”, explica el científico.

En el pasado cuando se vivía en comunidades más sencillas, las personas tenían más poder de decisión sobre sus propias acciones y el resultado de estas. ”Pero ahora somos parte de un gran engranaje, de una red social muy compleja donde muchas de las cosas están más allá del control individual”, detalla.

Y eso es justamente lo que ha pasado con la pandemia. Esa pérdida de control es lo que produce estrés, ya que esa idea de “poder manejar las cosas” es un componente cognitivo esencial para mantener la salud mental.

”El estrés crónico genera daños a largo plazo. El cerebro siempre tiene espacio para la resiliencia ante el estrés, pero este tiene un límite”, agrega. En otras palabras, dice el especialista, el cerebro sigue trabajando y gastando una cantidad de energía que no puede mantener en el tiempo. Cuando llega a su límite aparecen las patologías mentales.

Generalmente, se habla de la necesidad de consultar a un especialista en salud mental cuando los síntomas impiden a la persona realizar sus actividades cotidianas. Pero dónde está ese límite es lo que cuesta establecer.

Las alteraciones del sueño -no poder quedarse dormido, despertar en medio de la noche o antes que suene el despertador abrumado por los problemas- son uno de los síntomas a tener en cuenta, dice Bernardo Barra, psiquiatra de Clínica Universidad de los Andes. También lo son el despertar con tensiones musculares en cuello y espalda, tener alteraciones del apetito (comer mucho o muy poco), y sentirse tan cansado hasta el punto de no querer levantarse.

Por el lado cognitivo, la falta de atención o foco, el distraerse fácilmente y olvidarse de cosas tan sencillas como dónde se dejaron las llaves o hasta la reunión con el jefe, también son signos de que el estrés está tomando el control. Si bien el especialista reconoce que es difícil autoevaluarse, o determinar cuándo se está en un punto de no retorno, lo primero que se debe tener en cuenta es que no todas las personas reaccionan igual ante el estrés.

”Frente al mismo estímulo hay quienes lo toleran muy bien, mientras que otros colapsan”, asegura. Esto no se trata de que los primeros sean más fuertes que los segundos, aclara, sino que es un dato que permite entender los propios límites.

10, 9, 8, 7...

El fin de año es un momento de recuentos, de revisar lo que se hizo y lo que no, pero también de tratar de llegar a la meta con lo que tiene retraso. Este es uno de los orígenes del cansancio más importantes de diciembre, el que además se une a la preparación de las fiestas.

El problema está cuando la persona es inflexible con las cosas que quedan por hacer, dice Diego Santander, académico de Psicología de la Universidad Andrés Bello. “Ellas sentirán decepción por lo no logrado y no podrán moderar sus propias expectativas”, explica.

Esto sumado a todo lo anterior no solo puede afectar a la persona físicamente, sino también a su comportamiento. ”Se dificulta el control de las emociones, se hacen interpretaciones erróneas, se atribuyen significados donde no los hay, se llega a conclusiones apresuradas y polarizadas, y se pone foco en lo negativo”, detalla el psicólogo. Estos también son signos de alerta.

Los especialistas coinciden en que el autocuidado tiene que ser constante. Dormir entre 7 y 8 horas, comer sano, hacer ejercicio, meditar o practicar yoga, mantener las relaciones con los cercanos y dosificar las redes sociales, son parte de las acciones que siempre se nombran, pero que son fundamentales para mantener el estrés a raya.

Pero cuando todo eso no resulta, es imperativo consultar. “Si no se es capaz de enfrentar bien el estrés presente, es posible que tampoco se enfrente bien el futuro”, advierte Pedro Maldonado.