FOMO digital: La adicción que se esconde en el bolsillo de tus hijos
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 10% de los adolescentes del mundo ya la sufre.

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El celular de Sofía, a sus 12 años, ya no es un simple dispositivo; es una extensión de su ansiedad. La pantalla se enciende cada dos minutos, una luz parpadeante que le susurra: “¿Te lo estás perdiendo?”. Apenas unos días atrás, el miedo fue tan grande que, sin pensarlo, lo llevó consigo a la ducha, buscando una conexión que se había convertido en un salvavidas invisible. Situaciones como esta no son casualidad; son el eco de una epidemia silenciosa: el FOMO digital.
Este monstruo, nacido de las siglas en inglés Fear of Missing Out (miedo a perderse algo) según lo recopilado en el portal El Comercio, es el motor de una adicción que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), atrapa a 1 de cada 10 adolescentes.
Es la fuerza invisible que obliga a las personas a estar conectados, a creer que si no están en línea la vida emocionante está sucediendo en otra parte.
La trampa es sutil. Mientras el cerebro de un niño o adolescente aún está en plena construcción, las plataformas digitales se convierten en un campo de batalla para la validación y la aceptación.
Un “me gusta” se siente como un abrazo, una notificación como una llamada a la aventura. Esta necesidad de pertenencia, la presión de no quedarse atrás, es el verdadero gancho.
El FOMO no es un amigo
La pediatra Genon Wicina y la psicóloga Ana Ramírez coinciden: la vulnerabilidad comienza a los 8 o 9 años, pero se intensifica con la adolescencia, una etapa marcada por la búsqueda de identidad.
En los niños, el FOMO se disfraza de conversaciones de grupo o videojuegos competitivos, mientras que en los adolescentes muta hacia los “likes” y comentarios, una búsqueda incesante de validación.
La adicción se vuelve un laberinto en el que las horas de sueño se sacrifican y el estado de ánimo se vuelve tan volátil como la señal de wifi.
Las plataformas, conscientes o no, alimentan este ciclo. TikTok muestra una realidad filtrada y perfecta, haciendo que la vida real parezca aburrida. Fortnite te seduce con eventos de tiempo limitado, prometiendo recompensas exclusivas si no te desconectas. Y un simple chat de grupo en WhatsApp se transforma en un torrente de mensajes que si no sigues te deja a la deriva, sintiéndote fuera del mapa.
La solución a este problema no es apagar la pantalla, sino entender el porqué. La clave para diferenciar un uso sano de una adicción es la dependencia.
Si el teléfono se convierte en una extensión de su mano, si la irritabilidad surge cuando no hay conexión, si el interés por otras actividades desaparece, es momento de actuar. Es el momento de recordarles que la vida más emocionante no está en una pantalla, sino en el mundo real, esperando ser escrita.