Déjalo salir...

Perdonar no significa que borres el recuerdo amargo de una traición, un engaño o una ofensa que otro ha cometido contra ti. Tampoco es pretender que nada malo ha ocurrido.

El perdón es despedirte de la angustia, de ese malestar constante y sofocante llamado rencor.

¿Cuán difícil es desligarse del resentimiento? ¿Todos los actos, por más terribles que sean, son perdonables?

Para profundizar sobre el complicado tema del perdón, entrevistamos a las doctoras y psicólogas clínicas Priscille Joglar, Kevia Calderón y Amelia Rodríguez, la última también es perito forense.

La doctora Priscille Joglar sostiene que “el perdón es una decisión consciente de aceptar la realidad de un evento o una acción que nos ha causado dolor y soltar eso que nos ha herido” y aclara que “no significa que lo que ocurrió fue correcto o justo”.

La doctora Rodríguez opina de igual forma al indicar que “perdonar no implica aprobar lo incorrecto que el otro ha hecho, sino desprenderse de los sentimientos negativos hacia esa persona por el daño provocado, permitiéndonos así vivir tranquilamente” y asegura que “el perdón, más que para el que comete la falta, es para el ofendido, para liberarse de una carga negativa y sanar emocionalmente”.

La doctora Rodríguez asegura que a algunas personas les resulta difícil perdonar, mientras, para otras, es un proceso más sencillo. La diferencia recae en varios aspectos, entre ellos: las personalidad, las experiencias de vida, el tipo de falta y las repercusiones de la misma.

“Algunas personas son sumamente rencorosas e independientemente del acto, por más sencillo que sea, asumen una actitud de intransigencia y resistencia a perdonar. Pero, por lo regular, perdonar será más fácil o más difícil dependiendo del daño ocasionado así como los sentimientos hacia la persona que falla”, asevera la doctora Rodríguez y sostiene que los actos que provocan un daño físico o emocional intenso resultan más difíciles de perdonar, como, por ejemplo, la infidelidad, el maltrato o el asesinato de un ser querido. Sin embargo, la doctora Rodríguez opina que todo acto puede ser perdonado.

Preso en el rencor

La doctora Joglar destaca que cuando una persona no perdona, puede cargar, en su vida diaria, sentimientos de coraje, frustración, tristeza y culpa. “La persona puede tornarse irritable y esto puede impactar a los que le rodean. Estas emociones experimentadas frecuentemente y a largo plazo, no sólo pueden afectar la salud mental, sino también la salud cardiovascular, el sistema inmunológico y ponen en riesgo de padecer de otras enfermedades”.

La doctora Rodríguez coincide con tal aseveración y establece que existe “evidencia científica que muestra que cuando estamos expuestos prolongadamente a la tristeza, al coraje o al rencor, nuestro organismo se afecta, observándose dolores de cabeza, problemas gastrointestinales, alteraciones en el apetito y en los patrones de sueño, por mencionar algunos”.

Por su parte, la doctora Calderón asegura que “cuando sentimos rencor hacia otra persona, las vivencias dolorosas se viven una y otra vez con la misma intensidad del primer día” y advierte que experimentar los sentimientos mencionados por tiempo prolongado, genera un efecto de envenenamiento emocional, que pudiera provocar dolencias psicológicas como depresión y ansiedad, entre otros.

La doctora Rodríguez comenta que cuando una persona vive con rencor, se encuentra presa de un sentimiento negativo que opaca otros aspectos de su vida. “Esto consume nuestras energías y nos limita de disfrutar las cosas que nos suceden y las relaciones que tenemos a plenitud. Vivimos con una actitud negativa que nos limita de apreciar y valorar las cosas buenas que tenemos a nuestro alrededor. Al no perdonar, la tristeza y el coraje se apoderan de nuestras vidas”, sostuvo.

Desintoxicación

La doctora Kevia Calderón, por su parte, sugiere que la persona ofendida debe darse permiso para estar en contacto con sus sentimientos y analizar qué es lo que más que le afecta de lo sucedido y por qué.

“Posteriormente, se deberá pasar por un proceso de auto– compromiso, en el que nos propongamos perdonar a la otra persona” y añade que, el afectado debe intentar colocarse en el lugar de la persona que lo ha herido, para poder verlo como un ser humano más, con sus defectos y virtudes y “no como un ser despiadado que simplemente quiso hacernos daño”, recomienda la doctora Calderón.

“Se debe estar claro en que perdonar no requiere necesariamente depositar toda nuestra confianza y afecto en la otra persona como en un principio, sino más bien, dejar de albergar sentimientos de rencor y coraje hacia ese otro”, a lo que añade que “es poder verle con benevolencia aun ante el dolor que nos causó, aunque esto sea a distancia y estableciendo límites”, añade.

La doctora Calderón comparte que, finalmente, siempre y cuando se esté preparado para ello, se puede llegar a comunicar al otro que se le ha perdonado. “Este paso puede ser sumamente difícil y se debe estar claro, si al hacerlo, realmente, respondemos a nuestro proceso de sanar y perdonar y no a una necesidad de ubicarnos en una posición de superioridad ante el otro, asumiendo una conducta estoica”.

La psicóloga clínica afirma que perdonar es un acto liberador y sanador y que sus beneficios son múltiples. “El entrar en un proceso de perdón real, nos introduce en el camino de conocernos a nosotros mismos, de estar en contacto con nuestro ser interior, de crecer espiritualmente, dado que aprendemos a valorar nuestra paz y armonía por encima del deseo de venganza o daño que pudiéramos albergar en contra de quien nos ha lastimado”.

La doctora Calderón concluye que, emocionalmente, perdonar implica liberarse de cargas psicológicas, permitiendo a la persona que reenfoque su energía psíquica hacia otros procesos más enriquecedores. “Inevitablemente, al liberarnos emocionalmente y crecer espiritualmente, nuestro cuerpo físico también obtendrá beneficios, dado que existe una relación dinámica e influyente entre mente, cuerpo y espíritu”.