En el universo  llamado Internet,  donde el anonimato es la carta de la victoria y en el cual  las inhibiciones se derriten instantáneamente, sus fronteras   borran esa línea que separa una infidelidad implícita de una explícita.  

Para el  terapeuta de parejas  José Pérez Aponte, una infidelidad cibernética se constituye cuando el sujeto “intima (con otra persona) sobre cosas sexuales”.  A la velocidad de la luz, alerta Pérez, el ideal del compromiso con la pareja  se derriba.

“La infidelidad cibernética se produce cuando le dedico tiempo a otra persona que no es mi pareja. Hay muchas personas que tienen sexo a través de la  Internet o del teléfono,  aunque físicamente los cuerpos nunca se toquen”,   ilustra la educadora sexual Luisi Denton de Marini.

Pérez y Denton coinciden en que, más allá que un acto sexual, lo que valida la infidelidad en la red es la “intimidad emocional”. Denton precisa que “mientras esto ocurre,  la persona se va separando más y más de su pareja  porque está satisfaciendo todas sus necesidades con quien  tiene intimidad física y emocional”.

Una madeja de asuntos pueden incidir en que un sujeto, hombre o mujer, halle en la Internet una comodidad que el intercambio  físico no le proporciona. Para ejemplificar, en  algunos,  el que una computadora medie y esos amantes no tengan  un encuentro corporal  es un estímulo a su autoestima.

Así, el sexo  en este contexto viabiliza que algunos “venzan  bloqueos, experiencias sexuales que han hecho daño, complejos físicos y trabas en la seducción”, según Denton.

Por  otro lado, son pocos quienes -indica  Pérez-  entienden que esta relación  es sólo   una fantasía. Observando que las frases eróticas persiguen la  excitación o    la  masturbación, el consejero apunta que ello no abona a una  relación estable.

Relación sin tapujos

Una libertad no contemplada y  la imaginación se fusionan de tal forma que  la fantasía generada en una computadora es   titánica. “Lo que ocurre es que las personas desarrollan la imaginación y se tienden a atraer por  todo lo que traiga  incertidumbre”, explica Pérez, aunque recuerda que al menos una de las dos partes “tiene la intención de pasar el rato”.

Denton comenta que, a la luz de conversaciones que sus pacientes le han replicado, la  imaginación de las personas en esta coyuntura es ilimitada. “El que  desarrolla este vínculo sexual  entra en unas  aguas profundas que no entraría con tanta libertad con una persona de carne y hueso”, revela Denton.

De hecho, contrario a la concepción popular, la conducta desleal en los confines del mundo virtual se manifiesta tanto en hombres como en mujeres. Denton afirma, citando estudios recientes, que quienes más practicaban  esta conducta “eran mayormente  los hombres,  pero es impresionante que de mes a mes la población femenina entra más en esto”.

El componente visual también tiene su puesta en escena en los amantes cibernéticos. “La tecnología  ha hecho que ese adulterio implícito se convierta en uno físico cuando me estoy excitando y me estoy tocando”, menciona Denton, aludiendo  a quienes  estimulan su apetito sexual  con  una  cámara o las distintas corrientes de la pornografía.

La curiosidad  mató al gato

Al cuestionar los motivos del  infiel cibernético  en por ejemplo chats y mensajes instantáneos,   Pérez asegura que en “muchos es la curiosidad;  otros   se envuelven en situaciones que se identifican o por vacíos existenciales que intentan llenar”.

Denton atribuye esta conducta a la soledad que se puede producir aun cuando se está acompañado. La falta de  conexión en una pareja, quienes tengan que enfrentar el rechazo de su compañero o   la presencia de la  intimidad física pero no de  la emocional (y viceversa) pueden detonar   esa búsqueda sexual  en la ilusión de otro, especifica la educadora sexual.

“La persona quiere llenar con otra lo que no tiene en su pareja. Empieza como un juego y luego se  comienzan  a notar cambios de actitud y  de interés mientras la persona conoce  ese otro mundo desconocido”, aclara Pérez.

Empero, ambos especialistas opinan que   la  redención es posible si    se recupera la confianza. Para combatir  las suposiciones, dice Pérez,  “la pareja debe  tener  acceso a la información para que ambos la discutan  neutral y voluntariamente. Si la persona no lo  permite,  ésta puede comprometerse   a no volver a buscar en otra  parte lo que ya tiene en su pareja”.

Para conferencias y citas con la educadora sexual Luisa Denton de Marini, llama al 787-763-8854 o escribe a luisimarini@gmail.com. Comunícate con el terapeuta de parejas y consejero José Pérez Aponte a través del 787-261-0763.

Atracción prohibida  

Conoce el testimonio de una mujer -cuya identidad  reservamos- que partió de una crisis  matrimonial  a una infidelidad en línea.

“Nunca pensé ni planifiqué serle infiel a mi esposo, ni por Internet ni de ninguna otra forma. Esta infidelidad surgió casi sin darme cuenta”, dice Grecia (nombre ficticio).  Narra que todo comenzó por la red social  Facebook y  evolucionó  al mensaje de texto y la conversación telefónica.

Grecia asegura que “el tiempo de  conectarnos fue aumentando poco a poco, hasta invertir tres horas  o [...] más tiempo diariamente”. 

La relación con su amante fluía, mientras culpaba a su marido -en silencio- de no darle cariño, confiesa. Los amantes hablaban de su vida, se seducían y empleaban la cámara y   fotos   para verse. “No nos conocíamos de antes”, revela, aunque tenían amigos en común.

“Nunca nos vimos ni estuvimos juntos físicamente. No tuvimos la oportunidad por muchísimas razones. A  pesar de que teníamos la intención,  no se dio”, indica. Para Grecia,   la imaginación y la computadora desataron   una libertad que aumentó la confianza mutua mientras aumentaban  las fantasías. 

Grecia afirma que su esposo   nunca se enteró de la infidelidad. “Comencé a cansarme de vivir la doble vida”, reflexiona, aceptando que “sustituí  mi intimidad emocional y sexual con un desconocido en vez de trabajarla con mi pareja”.

A la luz de  este complejo capítulo, Grecia hizo  un llamado a que los matrimonios   exterioricen sus problemas. “Comprendan que lo que encontré en la Internet me trajo más dolor”, concluye  quien gracias a   terapia  goza de un matrimonio donde ambos se dedican tiempo y atención tanto  física como  emocional.