Comparten intereses, vacaciones y pasatiempos; disfrutan de pasar tiempo juntos, incluso se aman y algunos hasta tienen hijos en común. ¿La diferencia? No viven juntos.

Para las sociedades tradicionales, este acuerdo puede parecer extraño o, incluso, un signo de desafecto, pero la tendencia de vivir “juntos, pero no revueltos” está cobrando auge a nivel mundial. El fenómeno de convivencia ha sido llamado living apart together (o LAT, por sus siglas en inglés), y un número creciente de parejas lo han adoptado. De hecho, un estudio realizado en 2005 por la Universidad de Oxford señaló que se estimaba que dos millones de parejas británicas vivivían en hogares separados, por sólo mencionar un ejemplo.

Ante este panorama, cabe preguntarse qué es lo que ha cambiado en el modelo de convivencia. De acuerdo con la psicóloga clínica Omayra Rivera, “una relación estable se compone de tres elementos principales: la pasión (que envuelve el aspecto sexual), la intimidad (confianza, comunicación y respeto) y el compromiso (compartir aspectos económicos, responsabilidades, crianza de hijos, etc.)”.

Entonces, en las parejas que viven por separado “se da la intimidad y la pasión, pero sin el aspecto del compromiso”.

La doctora aclara, sin embargo, que estos arreglos no significan que no haya amor entre la pareja. “Aquí el amor no es cuestionable. Hay parejas que están así por años y se aman, pero por equis o ye razón no quieren dar ese paso (de vivir juntos)”, indica.

¿Es viable?

Sin contar el caso de las parejas que deben vivir separadas por cuestiones de trabajo (son trasladadas a otros pueblos, o incluso a otros países), muchas parejas viven separadas porque, aunque se amen, sus modos de ser o actuar hacen imposible que convivan con el otro. Y a juicio de Rivera, en estas relaciones sin compromiso “siempre va a faltar algo, y hay que ver qué está faltando o hasta qué punto hay un grado de desconfianza que no podemos tomar ese otro paso”.

No se trata de un mal, sino de un estilo de vida que ha decidido adoptarse de parte y parte. “Se entiende que ambos están de acuerdo”, indica la psicóloga. “El problema es cuando una de las partes desea algo más, y llegar al compromiso, y ahí es cuando deben buscar ayuda profesional, dialogar por qué no se puede llegar al acuerdo y trabajar con los temores, y finalmente, si no están cónsonos al paso de llegar más allá, entonces (pueden decidir) terminar la relación”, señala Rivera. “Pero puede haber parejas que pasen años juntas sin llegar a ese compromiso y, para ellos, en la forma en la que han conceptualizado su relación, ya en sí misma es un compromiso”, indica.

Sean honestos

Antes de adoptar una relación de este tipo, se debe estar claro en que eso es lo que en realidad se desea. “Dentro de las parejas hoy día, profesionales, lo estamos viendo y lo vamos a seguir viendo”, comenta Rivera. “Hay otros intereses, otra visión de la vida”, indica la psicóloga.

Sin embargo, “el problema es que muchas veces, y por lo general se ve con la mujer, (considera que) tiene esta edad y no tiene hijos, no se ha casado, y llega en un momento a desear precisamente ese compromiso, y si la otra parte no está de acuerdo, pues optan por terminar la relación”.

Entonces, conversar de antemano y saber con seguridad qué se espera y desea del otro es vital. “Muchos prefieren mantener esa relación abierta, sin llegar al compromiso. Si ambos lo constituyen así, pueden ser felices”, concluye Rivera.