Hace ya 40 años, don Pablo León descubrió que el suelo que pisa es más que un camino para andar. Este villalbeño considera que la naturaleza trabaja para suplirnos comida, pero no solo porque produce los alimentos que conocemos, sino porque las plantas silvestres, aquellas que la mayoría ve como “yerba mala”, son una fuente de alimentación inagotable.

Don Pablo “va de compras” al patio de su hogar. Arranca una hoja por aquí, un tallo por allá y va probando. Y, en su recorrido, se lleva ingredientes suficientes para confeccionar cualquier platillo, porque todo alrededor de su hogar –asegura- que es comestible.

“Aprendí que la naturaleza no necesita químicos ni necesita científicos ni quién la elaboré y está hermosa sin nada de eso, pues entonces ella nos puede enseñar a nosotros. Vamos a buscar que la naturaleza nos enseñe qué producir, qué consumir. La naturaleza conspira para alimentarme. La naturaleza me dice yerba y yo como yerba. La naturaleza me dice bledo y yo como bledo”, dijo don Pablo, quien tiene 75 años y reside en una casita junto al lago Toa Vaca en compañía de su esposa Alicia Zayas, de 70 años.

Con esta filosofía, el septuagenario busca demostrarle a la gente que uno no tiene que comprar en supermercados sus alimentos porque “yo puedo producir mi propio alimento y no tengo que cultivarlo porque la naturaleza lo hace para mí”. Este maestro de música retirado prepara todo tipo de platillos. Sus creaciones van desde sopas, guisos, té, refrescos, jugos y hasta harinas de hojas disecadas con las que confecciona pan. Él lo aprovecha todo, desde las raíces, las hojas y hasta los tallos silvestres. Así ya tiene un repertorio de creaciones que muestra a través de su página de Facebook (Pablo León Hernández) con tal de convencer a quienes le siguen de que estar en armonía con la naturaleza es vital para el ser humano.

“Busco diferentes formas de cocinarlo para que me sepa agradable al paladar porque uno está acostumbrado a complacer el paladar. Entonces yo hago combinaciones de sabores para que me guste lo que estoy cocinando. Hago una sopita de mangó, pero le hecho esto, aquello y lo otro. Si te comes un churrasco y no le echas sal ni le echas pimienta te va a saber fatal, pero tú lo sazonas y te sabe bien. Es lo mismo. La gente te dice: ‘eso sabe malo’, pues claro porque no lo estás condimentando… ¡condiméntalo!”, exhortó el hombre, quien dice ser también fermentista.

Don Pablo mostrando sus plantas del patio.
Don Pablo mostrando sus plantas del patio. (Isabel Ferré Sadurní Photography)

Asimismo, afirmó que incluir plantas silvestres en su dieta es lo que ha permitido que, a su edad, esté como coco. “Me hice unos análisis y el doctor me llama y me dice que pase rápido por su oficina. Me asusté y, cuando llego, me pregunta que qué yo hacía porque todos mis análisis estaban muy bien. Presión, azúcar y cuanto número hay de estadísticas lo tengo todo perfecto, todo normal. La gente dice: ‘si comes esa porquería te vas a enfermar’, pues cuando me enferme te aviso”, comentó.

“Ayer hice un refresco de heno, que es lo que comen los caballos y las vacas. Lo cogí, lo herví, lo colé, lo sazoné y me lo tomé y esperé a morirme. ¡Ah, no me morí! Entonces me dicen: ‘las vacas pueden comer eso, pero tú no’. Me lo comí y, ¿qué pasó? Nada, me siento más fuerte que ayer. Pueden masticar el heno, pueden hacer té y sopa de heno”, sugirió. Aunque reconoce que la sociedad prefiere el camino fácil, el músico villalbeño está esperanzado en que las personas le den la oportunidad a esta experiencia culinaria para que, en tiempos difíciles, siempre tengan dónde acudir para obtener su alimento.

“En el futuro yo sé que la gente va a dejar de comprar en la tienda y va a hacer cada cual su alimento. Le digo eso a la gente y me dicen: ‘tú estás loco, a la gente no le gusta eso’. Pero va a llegar el momento en que la sociedad se va a ir sazonando ella misma y van a empezar a cultivar, a comer, a ayudar a la naturaleza. Porque de verdad nosotros no cultivamos, quien cultiva es la naturaleza. No hay que saber de agricultura, la naturaleza hace todo el trabajo”, culminó el septuagenario, mientras preparaba una muy gustosa sopita de bledo con verdolaga.