Por siglos, la circuncisión ha sido el eje de ritos y creencias. Innumerables culturas la practican para marcar la entrada del niño a la religión o un como símbolo de que ahora es un hombre y puede procrear. Es más, hasta hace pocos años, se pensaba que ese “pellejito” no servía para nada y lo único que podía provocar era problemas de salud como infecciones o, incluso, cáncer de pene.

Más aún, históricamente, se creía que la circuncisión prevenía o hasta curaba enfermedades como la parálisis o la epilepsia. Y en la mentalidad represiva del siglo XIX se llegó a pensar que al circuncidar al niño, se evitaba la masturbación y, por consiguiente, los “males” que se asociaban con ésta, entre ellos, la demencia.

Por fortuna, múltiples investigaciones médicas han demostrado que esa “telita” -que, en términos médicos, se llama prepucio- tiene funciones específicas, no sólo de protección, sino al momento de la intimidad.

¿Qué es la circuncisión?

De acuerdo con el doctor Gil Nieves, de la Sección de Urología del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, la circuncisión se lleva a cabo “cuando se hace la escisión (corte) del prepucio, el exceso de piel que el hombre tiene sobre el glande”. Esa piel recubre el órgano sexual, protegiendo el glande (punta del pene) de los elementos del exterior. Durante la excitación sexual, la piel se estira y lo deja al descubierto. El prepucio, además, contiene terminaciones nerviosas que reaccionan al tacto. Al funcionar como “cobertura” del glande, cuando éste queda expuesto, se torna más sensible. Además, se produce una sustancia llamada esmegma, que es lubricante y se cree que tiene propiedades antibacteriales y antivirales.

Esto no quiere decir que un pene “natural” o “intacto” sea mejor o más sensible que uno circuncidado. Para el varón que es circuncidado al momento de nacer, las sensaciones siempre serán iguales. Al no tener el prepucio, el glande siempre estará expuesto, pero no se producirá esmegma.

Estadísticamente, un 80% de la población mundial masculina no está circuncidada pero, en Estados Unidos, la intervención se realiza con regularidad. El doctor Jorge R. Pando, psicólogo clínico y terapista sexual, explicó que “Estados Unidos es el único país donde se circuncida al hombre rutinariamente sin tener que ver con técnicas religiosas”.

¿Por qué se realiza?

Esta intervención no es “buena” ni “mala”, sino que todo depende del motivo que se tenga para llevarla a cabo. Por su parte, Pando indica que no se considera médicamente necesaria, mientras Nieves señala que la mayoría lo hace por razones cosméticas. Muchos padres circuncidados las piden para que sus hijos se vean “iguales a ellos”.

De acuerdo con Pando, seis de cada 100 mil personas tienen necesidad de hacerse la circuncisión por razones médicas. Una de éstas es la estenosis, en la que el prepucio es tan duro, estrecho o inflexible, que el hombre no puede retraer la piel, lo que puede dificultar la limpieza o provocar dolor o hasta laceraciones. La fimosis, por otro lado, se da, generalmente, en hombres ya mayores en los que el prepucio pierde elasticidad y se asocia con infecciones o pobre higiene. En estos casos, se recomienda una circuncisión para evitar daño al órgano u otros problemas de salud.

“Los circuncidados tienen, generalmente, menos riesgo de infecciones de orina; el cáncer de pene da casi exclusivamente a personas no circuncidadas, y se está viendo que hay una disminución bastante notable de enfermedades de transmisión sexual entre personas que tienen circuncisión”, señala, por su parte, Nieves.

Mitos y realidades

Por muchos años se creyó que al recién nacido no le dolía cuando le hacían la circuncisión, pero las investigaciones y estudios realizados por entidades como la Academia Americana de Pediatría (AAP) han demostrado que no es así. “Se parte de la premisa que el niño de dos o tres días de nacido se le hace esto y no le duele. Es completamente incierto... el niño siente un dolor grandísimo y hay estudios de niños que se van en shock”, indica Pando. Agregó que hasta hace 20 años la operación la hacían los pediatras, pero ahora, al menos en la Isla, la hacen los urólogos.

Otro de los hallazgos de las investigaciones realizadas indica que los circuncisos tienden a practicar más el sexo oral, la masturbación y el sexo anal, que los no circuncidados, quienes se inclinan más por el coito.

En cuanto a las mujeres, mientras algunas prefieren las relaciones sexuales con hombres circuncidados, otras han reportado problemas de resequedad vaginal. En todo caso, el lubricante nunca está de más.

¿Hay alternativas?

Hacer una circuncisión es una decisión muy personal. Si fuera por razones médicas, la respuesta es clara, pero Pando indica que hay alternativas. “Hoy día, se trabaja con cremas con esteroides o se hacen unos recortes que no son la circuncisión completa, y hay menos pérdida de sensación”.

En fin, el galeno reitera que como un infante no tiene forma de decidir si quiere una circuncisión o no, al ser una intervención electiva, sería mejor dejarle decidir por su cuenta cuando esté apto para hacerlo.

Sea cual sea tu situación, aprovecha lo que la naturaleza -o la ciencia- te dio, edúcate y toma decisiones informadas, ya sea por tus hijos o por ti.