“Amar no es solamente querer, es sobre todo comprender” - Francoise Sagan

Para ser capaces de amar verdaderamente y ser maduros a la hora de amar hace falta tener expectativas realistas acerca de la otra persona. La madurez en el amor conlleva la aceptación de nuestra propia felicidad e infelicidad sin esperar que la otra persona haga algo por ello. Esta madurez nos permite parar de culpar y responsabilizar a la otra persona por nuestros malos humores y frustraciones.

La madurez en una relación amorosa lo es todo. Una habilidad que nos aporta la madurez es aquella para tomar decisiones basadas en el bienestar a largo plazo. Con la madurez nos damos cuenta que no es tan importante el auge del momento, ya que el momento es efímero. Por el contrario, lo que se busca es el camino, el plan de acción que pagará en el futuro por nuestra felicidad. Esto nos lleva a ser pacientes porque sabemos que, aunque la fugacidad del momento es sumamente placentera, lo que nos espera en el futuro es mucho mejor.

De una manera u otra el amor maduro sabe que con el tiempo la relación crece. Es ese crecimiento, junto con las experiencias compartidas, lo que fortalece una relación. Es el trabajo en conjunto lo que hace que el amor incondicional se vuelva la base de la relación. En la pareja madura ambos buscan nuevas maneras para ayudarse a crecer.

El “lo mío es importante y lo tuyo no” es típico de la inmadurez. En cambio, la persona adulta y madura puede ceder, acomodarse, flexibilizarse y apoyar. La madurez permite mantenerse en dirección a alcanzar algo por más tiempo. La madurez nos hace trabajar de diferentes maneras para que una relación en particular funcione.

La pareja madura aprende a no esperar la perfección en el otro. Sabe que el aceptar las imperfecciones tiene sus ventajas. En la aceptación de las imperfecciones se vive en la realidad del otro; se espera exactamente lo que el otro puede ofrecer.

Las diferencias individuales prueban la capacidad de aceptar, perdonar y de entendimiento del otro. La pareja madura es capaz de hablar de frente acerca de las imperfecciones de cada uno de una manera respetuosa y basada en el amor incondicional. Se logra enfrentar la frustración, la incomodidad y el displacer sin reproches.

El amor maduro permite que cada miembro de la pareja posea la libertad de ir en busca de sus propios intereses. También, permite que cada quien mantenga su propio círculo de amistades y mantenga una estrecha relación con su familia. Es aquí cuando la confianza se manifiesta. El amor maduro permite este nivel de separación para así crear una unión más profunda. Este amor maduro propicia la celebración de la individualidad propia y del otro.

Otro factor importante dentro del amor adulto es la responsabilidad. La madurez otorga la capacidad de ser responsable dentro de una relación. Cuando eres responsable eres consecuente. Es decir, lo que se dice va acorde con lo que se hace y viceversa. Además, al estar responsablemente en una relación se es consciente del compromiso que la misma conlleva. Ese compromiso se define como el estar ahí cuando el otro te necesite. Es darle la seguridad al otro de que no importa lo que pase, vas a estar ahí.

Indiscutiblemente, el amor maduro nos brinda la oportunidad de reclamar el sentido de sentirnos completos. Esto ocurre no porque la pareja llene nuestro vacío, sino porque podemos usar la esencia del amor incondicional para nutrirnos a nosotros mismos para ser más maduros y aumentar nuestro desarrollo personal. Esta madurez nos permite cosechar frutos duraderos en la relación amorosa y nos llena de una energía vibrante para hacer más de lo esperado. La persona madura se rehúsa a conformarse con la mediocridad en las relaciones. Por el contario, aspira a vivir feliz y compartir esa felicidad con otra persona madura.

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