Cuando nos proponemos metas o hacemos planes, podría pasar que se nos escapa delinear las intenciones con la claridad que el objetivo necesita, o podemos ser muy distraídos por los aparentes retos.

En tal caso, cuando nos proponemos una meta, ya sea bajar o subir de peso, aumentar ingresos, crecer como persona, adquirir una propiedad o crear un negocio, por ejemplo, funciona hacernos las siguientes preguntas:

* ¿Cuánto lo necesito lograr?

* ¿Cuánto lo deseo?

* ¿Porqué lo deseo?

* ¿A quiénes beneficia además de a mí?

* ¿Cuál es el propósito?

De esta manera no solo aclaramos las intenciones, sino que podemos delinear un mapa más concreto y definido. Sacar tiempo para reflexionar en nuestras metas nos adelanta a reducir posibles errores, a mantener firme la mirada hacia la meta y a disfrutar mejor el proceso. El llegar a la meta no debe ser la razón para nuestra felicidad, sino el camino y los pasos, que aportan grandemente a la convivencia y el aprendizaje de nuestra vida. De igual modo, la meta es lo que permite el inicio de ese caminar. Los dos se nutren uno del otro, el camino de la meta y la meta del camino.

 Aquí tres contundentes palabras para apoyar nuestra marcha, día a día hacia aquello que nos trazamos:

* Deseo: Medir nuestro deseo es importante para reconocer cuánta energía y tiempo estamos dispuestos a aportar.

* Determinación: Ayuda para atender los desafíos u oposiciones proactivamente, atendiendo la oportunidad constante.

* Diligencia: Ninguna meta o sueño ocurre sin esfuerzo y dedicación. Las acciones diarias que apoyen el plan son las que van tejiendo el resultado.

 Apoyarnos a nosotros mismos consistentemente sirve de empuje para continuar a pesar de los desafíos, que llegarán sin duda para distraernos. Así que seamos compasivos en el día a día, es mejor enfocarnos en las oportunidades que en los obstáculos. ¡Adelante!