“Exijo un resarcimiento moral y económico que compense todas las heridas, trastornos y dolencias sufridas al navegar por las turbulentas aguas del mercado amoroso”, es una de las primeras cosas que anota María Campot en su libro “Príncipe azul se busca (sapos... abstenerse)”.

Allí, la consultora financiera uruguaya intenta entregar un manual de autoayuda que sirva para desengañar a las mujeres de la idea de que existe un héroe perfecto que las salvará como en los cuentos de hadas y princesas, “para defenderse de la metamorfosis de los hombres que se creen con coronita y terminan sapos”.

La razón que una experta en cifras decidiera embarcarse en un proyecto como este es porque, al igual que cada una de las lectoras, tras los diplomas y clasificaciones, siempre hay una mujer que comparte con las mismas de su género una especie de inconsciente colectivo que -influenciado por las historias que les contaban en la infancia-, puede causar estragos en la búsqueda de la felicidad, y qué decir del amor. 

“Desde niñas nos han incitado a pensar que al menos uno, dentro de la larga lista de anfibios que atravesarían nuestro camino, sufriría la tan ansiada metamorfosis de los cuentos (de sapo a príncipe)”, comentó Campot.

A eso se le agrega el concepto del “y vivieron felices para siempre”. “Nada nos advirtieron entonces, sobre las posteriores discusiones entabladas con el príncipe por sus consuetudinarias noches de parranda, o los desacuerdos existentes entre ambos por la educación y crianza de los siete enanitos”, dijo.

Pero a esta situación ya frustrante la autora suma el hecho de que los aspirantes a príncipe parecen reducirse dramáticamente, a partir de los 30 años femeninos, edad en la que muchas mujeres que han querido concentrarse en sus carreras, recién comienzan a preguntarse si ya están en una buena etapa como para comenzar a enfocarse en lo que podría ser una posible familia propia.

Pero para entonces, y dada la caída del número de prospectos, aparecen las reflexiones que invitan a peguntarse ¿dónde están los hombres? ¿Ya están emparejados todos? O peor aún, ¿ya están comprometidos todos los buenos partidos?

Para Campot, la técnica en este punto es no dormirse en los laureles con la máxima de que el destino se encargará de traer el amor. Por otro lado, también indica que ojalá, tampoco se desespere en la búsqueda de pareja, saliendo a cualquier evento, fiesta, cumpleaños, bautizo, etc., para ver si hay suerte. “Dejar ‘fluir’ significa  vivir activamente, sin sentir que nuestras acciones se transforman en esfuerzos o sacrificios que nos impidan gozar de los momentos vividos”, explica.

Y para esto, entrega una serie de técnicas que pueden ayudar a que Cupido se ponga las pilas. 

-Celestinos: Los amigos que con cierto criterio se prestan como intermediarios para presentar dos posibles enamorados suele ser una herramienta útil. Sobre todo, porque se presume que aquel camarada conoce las características de ambas personas y tiene un mínimo de sentido común como para saber si ambos serán de cierto agrado el uno para el otro.

Hay veces que se equivocan, es cierto, pero cuando aciertan puede surgir algo interesante.

-Actividades deportivas y/o de formación: Para Campot esta opción representa la mejor para encontrar el amor y nuevas amistades.

La mayor ventaja es que los acercamientos se realizan sin presión y con la espontaneidad que otorgan los espacios en los que se realiza una actividad en conjunto. Compañeros del curso que se prestan los apuntes o el/la nuevo/a del gimnasio que pide ayuda con una máquina es una excelente manera de crear lazos y eventuales amores. 

-Cyber-citas: La autora aclara que, en general, el 99% de los pretendientes que pueden encontrarse en un sitio web de citas son charlatanes, ya que las fotografías que suelen ponerse en su perfil no corresponden a la realidad y sus datos y conversaciones se pueden ver alterados gracias al anonimato que entrega la web.

Según explica Campot, aquellas historias que hablan de parejas que se conocieron a través de ese medio y que hoy son felices suelen escapar a la regla, y siempre es mejor –para evitar malos ratos- considerarse dentro de la norma.

-La noche: A veces puede ser el escenario ideal para el amor, pero la autora pide poner cuidado con varios factores que suelen darse cuando se quiere salir de caza a la luz de la luna. Además de los desaciertos que pueden ocurrir por el alcohol, la falta de sueño, y el ruido que afecta el intercambio de información, es común toparse con galanes que -mal acostumbrados a compañeras de género enamoradizas, que no se regodearon mucho para mostrarse cariñosas-, esperan con frases aprendidas deslumbrar a una nueva víctima, solo por el rato.

Dependiendo de cuáles sean las intensiones de la mujer solitaria, es su decisión si se deja alagar y acepta la relación a cortísimo plazo o pasa al siguiente prospecto masculino.

-Citas a ciegas:
 Es un método arriesgado y por eso se  recomienda, al menos como experiencia, a aquellas amantes de la adrenalina.
Nunca se sabe qué esperar, y el nervio de no terminar aburrida o totalmente desinteresada, entrega varios minutos de aventura.

Con todo,  para Campot no suponen una óptima forma de conocer a alguien románticamente interesante, “pero como sentencia el saber popular, el amor tiene la manifiesta capacidad de transformarse en ciego, sordo y mudo. Y en ocasiones tan antojadizo, que puede terminar golpeando a nuestra puerta en el escenario menos pensado”.

-Romances de oficina: Dado el tiempo que se pasa del día encerrados en el trabajo, la oficina parece ser la forma más clásica de la actualidad para enamorarse. Por otro lado, la energía destinada al trabajo, reduce muchas veces las opciones de tener una vida social digna.

El trato se da fluido, dando pie, si surge la química, a un coqueteo entretenido que se intentará esconder del resto de los colegas.

El lado más negativo de esta táctica es que si las cosas no resultan bien, habrá que enfrentarse a un ex amante-novio-brillo día tras día.