El apartamento no es muy grande. Perfecto para uno. Sobrio, con muebles de colores neutros donde resaltan el negro y el blanco. Un par de fotos, muchos libros de diseño y fotografía. La cocina se encuentra equipada con una estufa que apenas se ocupa. En el dormitorio hay una cama tamaño king , un televisor LED y mesas chic. Él, de 26 años, está preparando su próximo viaje a Brasil con un amigo: dos semanas recorriendo las costas del país carioca.

No sabe cocinar y lo dice sin asco. Antes prefiere salir a uno de los múltiples restaurantes y bares que rodean su comunidad –por eso ni siquiera tiene una mesa de comedor–. No le falta el dinero. En su corta experiencia laboral ya tiene un puesto de trabajo que le permite costearse sus viajes, sus gustos y su apartamento. Él, Maximiliano Aguilera, es un digno ejemplar del nuevo grupo social denominado los “neosolteros”. Alto, delgado y moreno, no es una persona que le falte quien lo acompañe. Pero, por ahora, su opción es otra.

“Me gusta donde estoy. Tengo un trabajo que me gusta, en el cual viajo mucho y no sé si sería compatible con casarme o armar familia”, cuenta.

Este nuevo grupo es definido como “neosolteros”. Hombres y mujeres con una vida totalmente armada, que han optado por no contemplarse con una pareja estable ni sentar cabeza en un futuro cercano. El término se acuña por primera vez en el libro Solas: Gozos y sombras de una manera de vivir (1999), de la escritora española Carmen Alborch. Ella los define como “profesionales muy calificados, desenvueltos, competentes, seguros de sí mismos, con un alto nivel cultural. No tienen por referente social la pareja, no están obsesionados por la estabilidad económica, que ya han alcanzado, no renuncian a las comodidades. Más bien las buscan y saben disfrutarlas, no quieren sufrir experiencias dolorosas o defraudantes en el terreno del amor, no es para ellos una prioridad la vida en pareja ni casarse y no les supone trauma la cama vacía, que consideran suficientemente compensada con el éxito profesional” y que, por supuesto, no están interesados en la idea tradicional de pareja más hijo más casa con jardín.

“Se le está yendo el tren”, es una expresión muy común para definir a aquellas personas que tienen sobre 30 y no están emparejadas. Peor a los 35, ahí el tren ya se pasó. Pero la idea de esta nueva soltería no es esa. Ellos no están interesados en “el tren” ni en el reloj biológico y no tienen ningún apuro por amarrarse a una relación. Antes que eso está la opción de ir a restaurantes de moda, tomar cursos en diferentes áreas, dedicarse a su carrera profesional escalando en los puestos de trabajo y estudiar maestrías y doctorados. Hay una libertad que, se considera, la pareja coarta. Un “neosoltero” puede aceptar un trabajo donde quiera –fuera de la ciudad o del país–, gastar su dinero en cosas para sí mismo –como tecnología, vacaciones o entretenimiento– y tener parejas sexuales cuando le acomode.

Ni narcisistas ni inmaduros

Según la sicóloga y docente de la Universidad de Chile y Adolfo Ibáñez, Ruth Weinstein, no hay que considerar a estos jóvenes como meros narcisistas –pese a que tienen ese rasgo de su personalidad profundamente marcado– ni tampoco como individuos inmaduros, sino que corresponden a una nueva forma de ver la diversidad: “Anteriormente el camino era uno solo: el tradicional, casarse, formar familia (niños, casa, árbol, perro). Ahora, en un mundo individualista pero muy exigente, se abren más opciones de desarrollo personal”, dice.

La sicóloga agrega que en este tipo de vida influye que los tiempos de estudios se han alargado mucho, lo que alarga la etapa más individualista del desarrollo personal en un mundo donde los estímulos son cada vez más enfocados a ese tipo de conducta.

“Pero tienen algo muy positivo, que es que muestran cómo los sistemas de vida son mucho más amplios y el ser humano no tiene solamente los caminos tradicionales, sino también unos nuevos”.

El fenómeno de los hogares unipersonales es algo que va en aumento. El número de personas que viven solas a nivel mundial pasó de 153 millones en 1996 a 277 millones en 2011, según la organización Euromonitor International. La ciudad con más hogares unipersonales es Estocolmo, en Suecia, donde hay un 60% de casas solo para uno. Le sigue Noruega, donde un 40% no convive con nadie. Mientras que, en 2012, en Estados Unidos, había más de 32 millones de personas viviendo solas.