En Puerto Rico, la Navidad no espera por nadie. Desde octubre ya vemos algunos árboles encendidos, ofertas, decoraciones, “playlists” navideños y un sentimiento colectivo de que, “¡Arranca la época más alegre del año!”.

Es una temporada hermosa y culturalmente rica, pero también es una época donde algunas se sienten desconectadas, cansadas, solas o emocionalmente sobrecargadas. Es la doble realidad de estas fechas: todo el mundo supone que “debemos estar bien”. Y, en parte, ese mito es el que más daño nos hace.

Porque sí, hay familias unidas, cenas, regalos y planes; pero también existen quienes trabajan doble turno para poder comprar lo básico, quienes no tienen el presupuesto para seguirle el ritmo a la temporada, quienes atraviesan pérdidas, quienes pasan la Navidad solos o lejos de sus hijos, y quienes simplemente no tienen espacio emocional para sostener la expectativa de alegría colectiva.

Y lo que casi nunca se habla es que ese cansancio emocional no solo afecta el ánimo, también impacta la sexualidad.

El cuerpo no sabe qué es Navidad, solo sabe cómo te sientes tú. Y para algunas personas, estas fechas pueden activar un modo de sobrevivencia. Desde la sexología entendemos que la respuesta sexual es altamente sensible al contexto emocional: el deseo puede tener dificultad para surgir cuando hay cansancio extremo; la intimidad se complica en una mente saturada y el placer rara vez aparece cuando el cuerpo está tenso, ansioso o en piloto automático.

Durante esta temporada, aunque hermosa, también aumentan factores como el estrés económico, la comparación social, la culpa por no sentir el “Christmas spirit”, la sobrecarga mental, las dinámicas familiares complicadas y la presión de decir que sí a todo. Todo esto puede activar un estado interno de alarma leve, pero constante: el sistema nervioso se acelera, la respiración se acorta, el cuerpo acumula tensión y la mente se llena de pendientes. En esas condiciones, el deseo sexual puede disminuir, la sensibilidad cambia, la paciencia se reduce y la intimidad se siente más lejana.

Nada de esto significa que “no quieres a tu pareja” o que “no eres sexual”. Significa que tu cuerpo está pidiendo una pausa antes de poder conectar. No es falta de amor ni falta de deseo: es cansancio y es válido… incluso, en estas fechas festivas donde se supone que todo esté perfecto, lleno de felicidad, fiestas y gratitud.

Además, está la presión invisible de “estar bien”, especialmente en Navidad. Muchas personas sienten que deben sonreír, mantenerse alegres y funcionar como si nada pasara porque “es época festiva”. Surge la máscara emocional del: “voy a sonreír para no dañar el ambiente”, “todo el mundo está feliz, no puedo decir que estoy drenada”, “mis hijos se merecen una mamá alegre”.

Ese esfuerzo por sostener una imagen deja muy poco espacio para sentir de verdad. Y cuando nos desconectamos emocionalmente es casi inevitable que también nos desconectemos sexualmente. La sexualidad no vive en la mente que intenta hacerlo todo perfecto, vive en el cuerpo. Y el cuerpo, aunque intentemos ocultarlo, no sabe mentir.

Esa desconexión del cuerpo puede verse de muchas formas como falta de deseo, irritabilidad o dificultad para relajarte. El cuerpo se pone tenso y llega la sensación de que “no quiero que me toquen ahora mismo”. Quizá llegas a la cama y solo quieres dormir, o te das cuenta de que las relaciones sexuales se sienten casi obligadas o simplemente desconectadas. También puede aparecer poca lubricación, cambios en la sensibilidad o, simplemente, cero disposición emocional para la intimidad.

Nada de esto es una falla, al contrario es una señal.

Entonces, ¿cómo empezamos a reconectar, incluso en medio del caos navideño? No se trata de eliminar compromisos ni regalos, se trata de recuperarte a ti; de bajar el ritmo cuando puedas, no cuando ya no puedas más. A veces, cinco minutos de pausa hacen maravillas para tu sistema nervioso.

Mueve el cuerpo sin presión: un estiramiento, caminar un ratito, bailar en la cocina. Practica el contacto físico sin agenda sexual: abrazos largos, manos entrelazadas o acostarse juntitos sin expectativa, si tienes pareja. Y si estás soltera, en duelo o simplemente no quieres ningún tipo de contacto, eso también es válido. No todo el mundo está en el mismo lugar emocional y respetar tus propios límites es parte esencial del autocuidado.

En consulta lo escucho mucho: “No sé qué me pasa, simplemente no tengo ganas”. Y les explico que muchas veces el deseo no desaparece… solo se esconde cuando el cuerpo no tiene espacio para respirar. Cuando la vida pesa, el cuerpo lo siente primero. Respira profundo antes de decir que sí, tu cuerpo también debe tener voto. Crea micromomentos sensoriales: un té caliente, un baño con olor rico, tocar tu piel con calma, una crema que disfrutes. Y si tienes pareja, habla claro: “Mi amor, estoy drenada. No es falta de deseo hacia ti; es que necesito recargar”.

Recuerda que no tienes que estar “bien” para estar presente. A veces, acompañarte a ti misma es más que suficiente.

La sexualidad en Navidad es un reflejo de la vida misma, no una competencia ni un “checklist” que cumplir. La vida real no se ajusta al calendario; el deseo no entiende de ofertas, luces o “playlists”. El cuerpo no responde al espíritu festive, responde a tu estado emocional real.

Y si estás cansada, abrumada o desconectada, eso es exactamente lo que tu cuerpo va a reflejar. Y no estás sola. Tampoco significa que algo esté mal contigo, significa que eres humana y que tu cuerpo está intentando protegerte. Pide menos exigencia y más pausa. Pide menos apariencias y más honestidad. Pide menos autojuicio y más suavidad.

A veces, la sexualidad más saludable no es la que se practica, sino la que se acompaña. La que se cuida. La que se honra desde la verdad, incluso cuando esa verdad no parece “navideña”.

(Este contenido tiene fines educativos y no sustituye una consulta profesional. Si estás viviendo esta etapa y deseas orientación sexológica o acompañamiento personalizado, puedes agendar tu cita o dejar tu pregunta anónima en Layla Responde.)

“Cuando nos desconectamos emocionalmente es casi inevitable que también nos desconectemos sexualmente”