Se llaman “Dinks”  (Double Income No Kids, por sus siglas en inglés) y son un modelo de pareja que no solo está creciendo en los países desarrollados sino que socialmente es cada vez más aceptado. Sus características: intereses en común que pasan por no tener hijos, realizarse profesionalmente y disfrutar el dinero y el tiempo libre en viajes, vida social y lujos. Su propósito: hacer vida en pareja sin obstáculos.

Si bien no existen cifras que demuestren dicha tendencia en Colombia, lo cierto es que esta forma de construir familia es mucho más frecuente en los estratos altos entre personas de 25 a 45 años.  También está claro que ha aumentado el número de mujeres que se niegan a afrontar la responsabilidad de la maternidad. “Estas han dejado de ser vistas como un instrumento para darle hijos al marido”, afirma Juan Carlos Vargas, director científico de Profamilia.

La opción de no ser madres o incluso de tener solo un hijo, advierte el experto, recae con frecuencia en mujeres con una carrera profesional brillante y con un conocimiento profundo de sus derechos. De hecho, según datos de Profamilia, la tasa de fecundidad de las colombianas pasó, en los últimos 15 años, de un promedio de tres hijos por mujer a dos hijos. Y en ciudades como Bogotá, hay menos de dos nacimientos por mujer.

En Estados Unidos, por ejemplo, se calcula que 31 millones de parejas renunciaron a ejercer su rol parental y en China, unos 80 millones. Un informe de la agencia Reuters, citado por el diario La Nación, de Argentina, afirma que en el 2012 el 3.4 por ciento de los hogares en México, el 4.5 en Brasil, el 14 en los Estados Unidos y el 17.6 en el Reino Unido habían optado por una vida sin hijos. En este último se cree que una de cada cinco mujeres elige no ser madre.

Sin embargo, en opinión de la terapeuta Alicia del Socorro Durán, profesora de Psicología de la Universidad Javeriana, el mayor temor de las mujeres que rechazan ser mamás es ser consideradas egoístas. “Pero lo que uno ve en consulta es que algunas parejas que en su momento decidieron no tener niños muestran cierto arrepentimiento cuando comienzan a envejecer, pues anhelan el acompañamiento y el apoyo de sus hijos”.

La colombiana Camila Rueda espera que eso no le ocurra. De momento, no siente presión para quedar embarazada, a pesar de los distintos mensajes que le llegan desde su familia.

Desde antes de casarse, Camila tenía claro que no quería ser mamá. Lleva tres años de matrimonio y se siente feliz, realizada. Su decisión de no tener hijos, compartida por su esposo, se basa en una sencilla razón: quiere disfrutar con libertad su relación de pareja.

“Nos gusta la vida que llevamos y creemos que un hijo absorbe mucho tiempo. Queremos dedicarnos a viajar y a hacer otras cosas que con un hijo serían muy difíciles de llevar a cabo”, afirma esta maestra de 27 años.

Los dos disfrutan de sus espacios a solas, de los beneficios económicos que representa no invertir en pañales, leche, jardín, colegio... Al menos una vez al año viajan a un destino lejano. Los niños le parecen lindos, pero mejor si son ajenos. Y aunque su mamá ya se resignó a no tener nietos, su padre le dice que con los años aflorará su “instinto maternal”. Y su suegra no se cansa de decirle que una linda bebita alegraría su hogar. Pero ella sigue firme en su decisión.

Ni mejor ni peor

Una relación de pareja sin hijos no es, según los expertos, ni mejor ni peor; simplemente es distinta, explica la terapeuta de pareja Nelly Rojas. Es una opción que, muchas veces, no es aceptada socialmente, pues en un país como el nuestro la familia tiene un valor importante.

Sin embargo, la psicóloga Susana Otero, terapeuta de pareja y de familia, opina que esta relación es “generalmente buena, pero también muchas veces vacía”. “Viven para ellos, lo cual estimula la individualización por encima de la alianza con otros”, agrega la experta.

Lo importante, según Durán, es que la decisión de no concebirlos sea propia, consciente, por convicción y no presionada por la pareja. Una determinación conjunta, pues cuando es una imposición abierta u oculta lleva a la insatisfacción del otro.

Las razones detrás de esta elección son tan amplias como complejas. En algunos casos –explica la terapeuta Rojas– se da porque el hombre y la mujer no quieren tener niños para abandonarlos, dado que sus compromisos laborales absorben la mayor parte de su tiempo. Pero también porque no quieren que sufran, pues no le ven futuro a este país, ni al mundo.

“Igualmente, existe un temor a comprometerse, a no saber cómo permanecer en pareja, por lo cual se hacen planes a corto plazo. Y un hijo es un proyecto a largo plazo”, agrega la psicóloga Otero. Las cuestiones económicas también son una razón para negarse a tener descendencia (un hijo cuesta mucho) e, incluso, una más sencilla: simple comodidad. “Un hijo es un tsunami para el vínculo, y estamos en una época mucho más individualista”, agrega Rojas.

Muchas de estas parejas que les huyen a la paternidad y a la maternidad, afirman los expertos, quieren conquistar y realizar los proyectos abandonados por sus padres o hermanos mayores. En ciertos casos, suelen ser hombres o mujeres con carencias afectivas (fueron rechazados en la infancia), relaciones conflictivas con sus madres no resueltas o que han crecido sin alguno o ambos padres.

Felices y tranquilos

Johanna Pieschacón y Mario Utria llevan 14 años de casados. Mientras ella se casó con la ilusión de tener hijos, él, desde un principio, le advirtió que entre sus planes no estaba ser padre. “Yo sí tenía ese instinto maternal y pensé que con el paso del tiempo las cosas iban a cambiar e íbamos a tener hijos, pero no fue así -dice Johanna, de 38 años-. Sin embargo, con el paso de los años, los niños no nos hicieron falta, pues, ¿para qué traerlos a un mundo tan descompuesto socialmente? La pasamos rico y estamos acostumbrados a hacer una vida para los dos. Viajamos mucho, con frecuencia salimos a comer, no tenemos que madrugar tanto, podemos meternos en cursos y clases diferentes sin estar pensando con quién dejamos los niños”.

Dice que cuando en las parejas hay hijos, la atención se centra en ellos. Por eso, el reto de ambos es dedicarse a alimentar su relación a toda hora. Eso sí, tienen sobrinos y ahijados en todo lado, a los cuales adoran y consienten. “Desde el día en que nos casamos nos insistían en tener hijos. Este es un tema que aún no se ha cerrado”, dice Mario. Y aunque es complejo de manejar, no se sienten presionados. Están bien, felices y tranquilos con su decisión de vivir sin hijos.