Al contrario de lo que se creía, la pornografía es una carga de profundidad a la estabilidad de las parejas. Al parecer, cuando uno de sus miembros se pega a las pantallas a consumir escenas explícitas de cama, el riesgo de ruptura aumenta de manera significativa.

Ahora: cualquiera diría que quien se recrea viendo polvos ajenos es porque tiene problemas en la cama con su pareja; en ese orden de ideas, no sería la pornografía la causante de las separaciones sino su consecuencia. Sin embargo, al meterle ciencia al asunto se demostró que hay una relación causal directa entre el porno y los divorcios.

Investigadores de la Universidad de Oklahoma analizaron los resultados de una encuesta aplicada a miles de personas sobre el tema. Entre otras cosas, preguntaron a 5,698 participantes si habían visto una película X en el último año; de ese total, 1,681 contestaron que sí.

Al adentrase en los datos, los autores, cuyo estudio fue publicado en ‘Nature’, encontraron que los hombres aficionados a las encamadas actuadas tenían 10 por ciento de posibilidades de darles la espalda para siempre a sus mujeres, justo el doble de riesgo de los que no consumían pornografía.

El asunto empeora entre las mujeres, porque las que contemplan las astas de los actores en acción tienen tres veces más probabilidad de sacar a sus lánguidos maridos por la ventana, que las que cierran los ojos cuando aparecen en las pantallas.

Ahora, cuanto más jóvenes eran los ‘voyeuristas’ de la red, más propensos eran a pedir el divorcio, y esto, valga decirlo, es igual en hombres y mujeres.

Las explicaciones son diversas, pero la mayoría apunta hacia los problemas que surgen como consecuencia del consumo solitario, a escondidas y fuera de la casa de pornografía, principalmente de los señores, que terminan promoviendo disputas con sus mujeres, motivadas por la desconfianza. Por supuesto, muchas de ellas terminan aburriéndose y dejándolos de lado.

Ahora, cuando ellas ven porno sin la compañía de sus parejas pueden golpear la autoestima de sus varones que, muchas veces, terminan por pensar que no complacen lo suficiente, y se deslizan entre altercados que finalizan con cada uno por su lado.

La verdad, me perecen tontas estas inferencias. Me quedo con aquello de que la pornografía es una fuente de fantasías y de autosatisfacción. No hay que olvidar que la rutina vuelve los polvos aburridos, de ahí que lo mejor es convertir cada encamada en una película donde los gemidos y las contorsiones sean las propias y, por supuesto, reales. Hasta luego.