El divorcio es el punto final en la mayoría de casos. Sin embargo, para algunas parejas es un punto y seguido, porque vuelven a intentarlo casándose por segunda vez.

Ese fue el caso de Susana Vera y Gustavo Ramírez, quienes se casaron en 1995. En esa ocasión, la pareja estuvo casada durante 10 años, pero pusieron fin a su relación por diferencias irreconciliables.

Ambos rehicieron sus vidas y contrajeron nupcias con otras personas, poco tiempo después. Gustavo se casó en el 2008 con una mujer más joven que él, mientras que Susana también se dio otra oportunidad con una nueva pareja.

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“Me casé en segundas nupcias en el 2007 y me di cuenta que me había metido en un paquete. A partir de esa experiencia y conversando con unas amigas, me di cuenta que Gustavo no era tan malo na’ (ríe). En serio, Gustavo siempre ha sido un hombre responsable, amoroso y respetuoso, pero durante nuestro primer matrimonio, tenía unas cosas que yo veía como manías, no sé, cosas que hoy día reconozco que no son razones para romper, pero en la época no supe lidiar con ellas”, expresa la mujer de 53 años, que volvió a divorciarse en 2009.

Ambos reconocen que la inmadurez tuvo que ver en la decisión que tomaron entonces. En el caso de Gustavo, estuvo casado hasta el 2011.

Poco tiempo después del segundo divorcio de él, se reencontraron, salieron un tiempo y volvieron a casarse.

“Creo que ahora valoramos las diferencias de cada cual. La primera vez nos casamos tarde, en comparación con nuestro grupo de amistades que desde los 20 ya habían formado familia y creemos que nos pusimos mucha presión. No tuvimos hijos, que para él era una cosa de que había que tenerlos, pero ahora bregamos con nuestra realidad de adultos maduros”, dijo Susana. 

La psicóloga Karen Vázquez asegura que son varios los factores que hacen que una pareja lo vuelva a intentar.

“Hay personas que creen en el matrimonio para toda la vida y no tienen ningún impacto psicológico si se vuelven a casar con la persona con la que ya habían contraído matrimonio. Esa es la idea de que el matrimonio es eterno. Otras razones que me han traído es que siguen indicando que esa persona es su primer amor, el amor de su vida o el amor ideal. También otras razones para reconciliarse tienen que ver con sus hijas o hijos. Darle una nueva oportunidad a la relación para ver si los hijos crecen con una mamá y papá biológicos en el hogar. Las ideas religiosas también son otros factores. Son personas religiosas que no creen en el divorcio y aunque se hayan separado deciden darse otra oportunidad”, destacó Vázquez.

El impulso o una decisión apresurada es en muchas ocasiones el detonante para el divorcio en parejas que después se darán otra oportunidad, destaca la experta.

“Cuando salimos de una relación de pareja, a veces está la variable impulso. Hay personas que tienen una vida de pareja relativamente estable. Entonces, el aspecto de la sexualidad empieza a enfriarse un poco, de pronto una parte se vincula con otra parte, ocurre una relación de infidelidad. La pareja no acepta la infidelidad, por lo tanto se separa y luego quien fue infiel se dio cuenta que tomó una mala decisión y solicita una reconciliación. Y si la otra parte está dispuesta o dispuesto, pues se va a dar. Puede que haya sido como una reacción impulsiva, el sexo estaba más o menos frío, no estaba llenando las necesidades y de pronto se abre esta ventana, donde nuevamente me reconecto con una sexualidad más pasional, más frecuente e intensa y me enganché con esa otra persona. En términos generales las personas piensan que la sexualidad que se va a vivir cuando uno conoce a una persona va a permanecer y la sexualidad va evolucionando. Uno se engancha en lo erótico por la frecuencia, el apasionamiento, lo nuevo, pero eso se va a convertir en rutinario y no nos damos cuenta de eso. Por impulso me fui con otra, hasta que me di cuenta que lo que estoy recibiendo no me llena como lo que tenía en mi relación de pareja”, afirmó la psicóloga, quien también es terapeuta sexual.

En el caso de Maritza Jiménez y Fernando Matos, se casaron en 2007 cuando tenían 22 y 23 años, respectivamente. Él se acababa de graduar de ingeniero y ella estaba terminando un bachillerato en Biología para seguir estudios en Farmacia cuando se enteraron que serían padres. 

“Nunca vivimos en estabilidad. Vivíamos en casa de mis papás en Guaynabo y él empezó a trabajar como ingeniero en Manatí. Cuando nació la nena era como que no podíamos con el trajín. A él no le gustaba vivir en casa de mis padres, yo no quería dejar de estudiar, pero no queríamos recibir ayuda económica de nuestros padres... Tomamos muchas malas decisiones", explicó Maritza.

La pareja terminó divorciándose en 2009. 

“Siempre mantuvimos una relación cordial como padres de nuestra hija y nos apoyamos mucho, pero reconocíamos que juntos no podíamos estar en aquellas circunstancias”, expuso Maritza.

Con el tiempo, Maritza terminó sus estudios y comenzó a trabajar. Mientras, Fernando había comprado casa, estaba estable en su trabajo y su hija tenía seis años. Las circunstancias habían cambiado a su favor, pensaron, y decidieron darse una segunda oportunidad y se volvieron a casar en 2014. 

“Fue lo peor que nos pasó. Él siempre fue controlador. La primera vez no lo noté y la segunda vez que no estaban mis padres de por medio todo eso salió", indicó.

Martiza y Fernando se divorciaron el año pasado.

“Ya estoy clara que no es el hombre de mi vida. Es el padre de mi hija y lo respetaré por eso, pero él sabe que entre los dos, sentimentalmente, ya no hay nada”, aseguró.

La psicóloga recalca un cuestionamiento fundamental que deben hacerse las personas que están en ésta situación.

“Aquí hay una pregunta básica: si en la primera no funcionó, ¿qué te hace pensar que luego va a funcionar? La persona tú la conoces tal y cual es. Su estilo de comunicación, su forma de conducir, su personalidad. Después de haber llevado dos o tres años con esa persona te vas a dar cuenta. Entonces qué te hace pensar que si antes no funcionó, ahora sí”, destacó Vázquez.

Hay situaciones serias y hasta graves que hacen que una relación acabe. La infidelidad, el alcoholismo y hasta la violencia de género son situaciones que acaban con el amor que pudo existir entre una pareja. Y se requiere de mucha determinación y compromiso poder reparar una relación rota por esos factores, destacó la experta. De no atender esos aspectos, la nueva unión será construida sobre una base inestable.

“Lo más difícil es que dan oportunidades vacías y no lo entienden. Las parejas se divorcian por una razón específica que puede ser desamor, infidelidad, alcoholismo, violencia de género, personalidades disímiles que no se logran conciliar. Si a ellos les preguntas dicen que no se entienden, que son diferentes. Entonces, una oportunidad vacía sería, por ejemplo, en el caso de violencia de género, sería unirse nuevamente a la persona agresora, pero sin que esa persona agresora haya buscado algún tipo de ayuda y no se maneja el problema. La persona le da oportunidad, pero ¿basado en qué? La probabilidad de que la pareja continúe con los mismos conflictos es bien alta”, señaló la psicóloga.

Vázquez hace énfasis en la comunicación entre la pareja para que el segundo intento sea exitoso.

“Necesitamos entender lo que es la comunicación en la relación de pareja, porque parte de las dificultades en la comunicación es ‘yo le he dicho tantas veces que no haga esto o le he exigido o le he peleado para tal cosa’. Estamos hablando que ese tipo de comunicación es donde se impone una persona y la finalidad de la comunicación es tratar de llegar a una negociación, que sea de beneficio a ambas partes. Que pueda promover una sana convivencia y ese tipo de comunicación regularmente es una comunicación no violenta. Es una comunicación del tipo asertivo, entiéndase que no puede haber imposición, entonación ni exigencias. La persona que lleva el mensaje habla más en primera persona”, destacó la psicóloga.

Vázquez también hizo hincapié en que los hijos no pueden ser la razón por la que una pareja vuelva a intentarlo.

“Los hijos van a crecer, van hacer sus familias, se van a independizar. Entonces, vamos a tener a dos personas casi extrañas viviendo bajo el mismo techo sencillamente porque quisieron darle una mamá y papá a unos hijos que ya no están. Esa es una de las razones principales por que las parejas no se divorcian cuando las cosas están mal. Pero la sociedad ejerce mucha presión en eso”, concluyó Vázquez.