Sentarse a conversar con don Mario Jesús Jiménez es una verdadera lección de sencillez, humildad, esfuerzo y, sobre todo, amor a la familia.

De pocas pero valiosas palabras, este barbero de 73 años dio sus primeros pasos en el oficio de las tijeras y las navajas para principios de la década del sesenta. Fue entonces cuando a sus 22 años dejó atrás a su natal San Germán para probar suerte en Nueva York, donde un buen día -caminando por la emblemática quinta avenida de la ciudad- pasó frente al Atlas Barber School y dijo “¡esto es lo mio!”

Tras completar un curso de un año en la escuela, don Mario regresó a la Isla y comenzó a trabajar en Santiago Barbershop, la misma barbería de Hato Rey que años más tarde compró y le cambió el nombre a Mario’s Salon.

Ahí, entre el sonido de las máquinas de afeitar y las conversaciones habituales que se daban entre los clientes, el ahora veterano barbero crió a sus dos hijos, Mario (al que llaman afectuosamente Marito) y Emilio.

Lo que don Mario nunca sospechó, sin embargo, en aquel entonces, cuando apenas comenzaba en el sector, es que tras él una generación más le seguiría sus pasos. Y es que Marito y Emilio emularon a su padre y son también barberos -así como estilistas-, trabajando junto a don Mario en el negocio familiar.

“Yo le decía a mi esposa: 'yo quiero hacer a uno (de sus hijos) ingeniero y a otro doctor. Cuando Marito había terminado su cuarto año le pregunté: ‘bueno, ¿qué quieres estudiar?’ Me dijo: ‘papi, yo quiero estudiar estilismo’. Entonces le respondí: ‘tú estudia lo que te gusta, cuestión de que lo hagas con amor’”, reveló un sonriente don Mario, sentado en la silla donde por décadas ha atendido a sus fieles clientes.

“Ellos se criaron aquí en la barbería. A éste me lo traje a los 15 años a trabajar y enseguida que vino se puso su jacket de barbero”, detalló el sangermeño señalando a Marito, quien en esos momentos le teñía el cabello a una mujer en una estación cercana.

Unión familiar en el negocio

No hay duda de que hablar sobre sus hijos llena a don Mario de un orgullo especial. Su cara se transforma al mencionar todo lo que han logrado, incluyendo las respectivas familias unidas que han formado.

“Ellos son tremendos. Son buenos amigos, buenos hijos, buenos padres. Son intachables”, resumió don Mario, con su acostumbrado estilo amoroso pero breve.

Sus hijos, asimismo, no pueden estar más orgullosos de su progenitor, de quien aseguran haber heredado todo un legado de importantes valores.

Mañana festejarán el Día de los Padres junto a él como siempre lo han hecho -cenando en familia-, pero consideran que cualquier momento es bueno para celebrar las bondades de su papá.

“De papi aprendí sobre la honestidad, esa humildad que él proyecta, la sencillez de él. Gracias a la seriedad que nos ha proyectado es que nosotros (su hermano y él) somos las personas que somos hoy día”, destacó Marito, de 48 años, el primogénito de don Mario.

Su hermano menor, Emilio, también describe a don Mario como un papá con todas las letras, que siempre ha cumplido cabalmente su rol de padre.

“Hay muchas veces que donde está la familia hay muchos problemas. Gracias a la educación que él nos ha dado es que, por el contario, estamos así de unidos”, aseguró Emilio, quien desde pequeño observaba la dinámica de trabajo de su padre.

Sobre compartir el espacio laboral durante tantos años, Marito observó que ha sido una experiencia gratificante para todos. Y es que, según explicó, el negocio les ha permitido compaginar perfectamente las facetas de trabajo y familia.

“Ha sido formidable porque de verdad que compartimos mucho tiempo siempre juntos en familia. Y aquí han venido personas desde que papi comenzó a trabajar aquí y han seguido viniendo los hijos, los nietos y las esposas. Así que es otra familia extendida”, puntualizó.