Pareja relata cómo restauró su matrimonio tras años de abuso
Luis y Cynthia Roig trabajan para prevenir la violencia doméstica.

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Hoy día ambos trabajan para prevenir la violencia doméstica en la Isla
La mayoría de nosotros llega al matrimonio con dos deficiencias trascendentales: no nos conocemos bien (o no nos aceptamos) a nosotros mismos y no hemos sanado (ni sabemos por dónde empezar a sanar) nuestras muchas heridas.
Por eso, y con frecuencia, cuando nos enamoramos y nos casamos, nuestra vida en pareja se descarrila o termina en un inevitable y aparatoso choque de personalidades porque, si no sabemos bien quiénes somos, ¿cómo vamos a saber quiénes podemos llegar a ser al lado de la persona amada?
El diccionario define la introspección como la capacidad para la “observación interior de los propios actos o estados de ánimo o de conciencia” y, de acuerdo con Luis y Cynthia Roig –pastores de la Iglesia Cristiana Casa del Padre, en Trujillo Alto–, muy pocos de nosotros sabemos cómo atañer ese nivel de conciencia sin una mano sabia que nos guíe. Y nadie lo sabe mejor que ellos porque, tristemente, durante años, la pareja se maltrató mutuamente, llegando a agredirse físicamente, menoscabando sus respectivas autoestimas y alcanzando un nivel de desesperación que por poco los derrumba.
Solo su fe, apoyada por el genuino amor que se tenían a pesar de sus dificultades, hizo que el matrimonio luchara a capa y espada por salvar su unión. Por fortuna, el producto de ese análisis minucioso que los hizo recapacitar, que logró hacer de dos vidas que se destruían mutuamente una unión sólida, amorosa y compasiva, está ahora al alcance de todos por medio de su nuevo libro Corazones maltratados: cómo salvar a tu familia de los estragos de la violencia doméstica.
“La historia de Corazones maltratados abarca muchos aspectos”, indicó Luis Roig al inicio de nuestra entrevista. Por tal motivo, el libro está escrito desde la perspectiva de ella y la de él, para que el lector pueda entender claramente y beneficiarse de los pasos en falso que ambos dieron desde el principio de su unión sentimental, ya que desde las primeras páginas aclaran que el abuso y el maltrato mutuos comenzaron desde el noviazgo.
Desde su punto de vista, por ejemplo, Luis señala que en “los dos capítulos que hablan sobre el fundamento de la hombría… uno de los factores más determinantes que uno lleva al matrimonio es la gran pregunta de quién es uno; el concepto de identidad”. Por tanto, abundó Roig, “si yo no sé quién soy, pues yo voy a repetir lo que yo creo que soy. Nuestros padres, que amamos con todo nuestro corazón, no son perfectos tampoco”. Como tal, señaló, los progenitores hacen lo mejor que pueden, criando hijos “de provecho y de bien para nuestra sociedad”.
Lamentablemente, junto con lo bueno, nuestros padres también nos inculcan conductas, conceptos y nociones equivocadas sobre los roles del hombre y la mujer en el seno del hogar. Por ello, “uno va repitiendo patrones de lo que uno cree que se esperan de uno”, destacó, “por ejemplo, ser mujeriego y peleón. Uno va creciendo con eso y desde la etapa del noviazgo (el maltrato físico que algunas parejas viven) es como el preámbulo de lo que ocurrirá en el matrimonio”. Y esa fue la triste realidad que vivieron Luis y Cynthia Roig.
Durante el transcurso de nuestras vidas, todos experimentamos situaciones penosas. El problema radica en que, si se esos conflictos se quedan sin resolver, como Luis bien señaló, se convierten en corajes que “se vienen arrastrando de muchos años”… y, eventualmente, explotan y uno termina “peleando hasta con su sombra”.
Pero, según destacó, nuestros actos como adultos no se deben justificar por nuestras circunstancias en la etapa de la crianza porque “uno, también, como hombre, toma sus decisiones”. Tristemente, en lugar de “enfrentar esa realidad de nuestra perspectiva de dolor, coraje e ira”; en vez de decir, “Pues, vamos a hacer un cambio en mi vida”, algunos, como le ocurrió a Luis, optan por decirles a sus parejas: “Esto fue lo que te tocó, esto es lo que hay. Y la persona que venga a nuestro lado, que se ajuste”.
Obviamente, una actitud así de intransigente, de por sí, debería representar una poderosa señal de alerta de que el individuo, sea hombre o mujer, puede eventualmente convertirse en un agresor verbal, emocional y/o físico. Sin embargo, no le prestamos la debida atención.
Otra luz roja que no debemos ignorar es el factor de los celos, como bien lo señaló Cynthia Roig, al relatar que, en una ocasión, en la etapa temprana del noviazgo, Luis la agredió por el mero hecho de que ella levantó su mirada y dirigió su vista hacia donde estaba un hombre. Esto provocó tal ira en Luis, que cuando entró al auto, “lo primero que hizo fue golpearme en el muslo tan fuerte”, mientras él le reclamaba: “’Tú no tienes que estar mirando a nadie’. Eran estas reacciones que (tiene) un novio con su novia porque piensa que (ella) es propiedad de él”, señaló la pastora.
Más aún, los jóvenes, advirtió Cynthia, cometen mucho esos errores “porque no saben cultivar la relación. Cometemos muchos errores porque nadie nos enseña a ser novios. Nosotros (Luis y ella) tenemos eso ahora tan claro. (Por eso), a nuestra hija adolescente la instruimos, a los jóvenes de la iglesia los instruimos y les (indicamos) unas áreas que tienen que identificar en las personas” con quienes vayan a tener una relación (y los instamos a) evaluarse, también, ellos mismos.
En el caso del matrimonio Roig, la inmadurez sentimental y emocional de ambos se confabuló con el nacimiento de su primera hijita cuyas complicaciones de salud abonaron a la fermentar los rencores y las inseguridades que tanto Luis como Cynthia sentían por diversas razones. A esto se sumó el que Luis se vio en la obligación de asumir un segundo empleo para poder enfrentar la carga económica de un hogar donde ya no solo eran dos, sino tres.
Las válvulas de escape que tanto él como ella eligieron, no fueron –como es de suponer por el título de Corazones maltratados– las adecuadas. Luis le encontraba faltas a todo lo que Cynthia hacía y ella, por su parte, pasaba todo el día rumiando sus penas y planificando lo que le iba a contestar a su marido cada vez que él la criticara.
La vida en pareja se convirtió en una especie de competencia de “atácame, que yo te atacaré”. Y cuando las palabras no bastaban para herirse mutuamente, en su incertidumbre, la pareja recurrió a la violencia doméstica de parte y parte.
Luis y Cynthia atribuyen la restauración de su matrimonio a tres factores cruciales. Primero que todo, su fe en Dios, pues a pesar de todas sus tribulaciones, ambos eran –y son– fervientemente cristianos. En segundo término, está el amor genuino que, en el fondo, se tenían. En tercer lugar, e igualmente importante, en un momento crítico de la relación, Luis –sintiéndose totalmente vulnerable– preguntó: “¿Cómo puedo recuperar a mi familia?”. Y, en lugar de contestarle: “Tienes que buscar ayuda”, Cynthia, reconociendo su responsabilidad en el deterioro de la relación, con humildad le respondió: “Tenemos que buscar ayuda”.
A partir de ese momento, la pareja se encaminó hacia lo que es hoy: un matrimonio que se ama y se respeta, que pone su vida –primero que nada– al servicio de Dios y de la comunidad, y que lucha a brazo partido por prevenir la violencia doméstica en Puerto Rico.
El provecho que se pueda derivar de la lectura de Corazones maltratados dependerá, fundamentalmente, de la genuina disposición del lector para derrumbar sus propios muros y contestar –con toda la honestidad de que se es capaz– todas y cada una de las interrogantes que se cuestionan al final de cada capítulo.
Por eso, y para ayudarles a enfrentar estos y otros problemas que puedan amenazar la sana convivencia en pareja, Luis y Cynthia Roig están a la entera disposición de sus lectores, quienes pueden comunicarse con ellos, escribiendo a pastoresroig@gmail.com, llamando al 787-998-770 o visitando los portales de www.salvemospuertorico.com y en la página de www.facebook/pastoresroig.