Hace apenas unas décadas, la mujer puertorriqueña que no se casaba después de cierta edad, era sometida a prejuicios, burlas, comentarios de mal gusto y a la creencia de que se quedaría “para vestir santos”.

De seguro, muchos de ustedes han escuchado la frase “para vestir santos”, pero no saben exactamente a qué se refiere o su contexto histórico.

El doctor José Luis Méndez, sociólogo y catedrático del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, establece que el uso de ese decir popular se remonta al siglo XIX y se extendió hasta la mitad del siglo XX para describir el estilo de vida al que era sometida una mujer que no se había casado a cierta edad.

“En esa sociedad tradicional, la función de la Iglesia (católica) era muy importante y pensaban que la mujer que no podía casarse, iba, de alguna manera, a tener que insertarse cada vez más en la religión y a eso se refiere el quedarse para vestir santos”, explica el sociólogo, quien añade que “esto viene de unas raíces de la sociedad tradicional española”.

El catedrático explica que estas mujeres tenían una importante “presencia en la Iglesia a través de la misa, de las procesiones y de los rosarios”, sin embargo, esto no significaba que se convirtieran en monjas.

“Ésa es una frase que viene de una sociedad que ya no es la misma. En épocas anteriores, la situación de la mujer era muy distinta a como es ahora. El hombre era el proveedor y la mujer estaba destinada a ser ama de casa. Por lo tanto, su sustento y su futuro dependían de que algún hombre se enamorara de ella y que luego se casara. Si eso no ocurría antes de los 30, ya la familia comenzaba a inquietarse porque pensaba que las posibilidades de que surgiera un matrimonio eran cada vez más remotas”, indica el sociólogo.

Por su parte, Angie González, psicóloga licenciada con especialidad en consejería, advierte que “una mujer, para sobrevivir económicamente, necesitaba tener un hombre y las familias eran sumamente numerosas y los padres no podían mantener muchos hijos indefinidamente. Los padres mismos, por un factor económico, tan pronto la hija estaba en lo que llamaban la edad casadera, se planteaban el que ésta se tenía que casar”.

La psicóloga expone que la vida de las solteras, al no tener hijos ni esposos, giraba en torno a las necesidades de los miembros de su familia; no tenían voz ni voto. “La mujer que se quedaba sin casar estaba destinada a vivir con sus padres” y a hacerse cargo de éstos cuando envejecieran. “De hecho, no sólo cuidaba a sus padres envejecidos, cuidaba a sus tíos, a sus abuelos. Se quedaba en unas funciones de cuidadora”, añade González.

El doctor Méndez recuerda que “los que venimos de pueblos de la Isla, pequeños en aquella época, como es el caso mío, de San Sebastián de las Vegas del Pepino, tenemos la experiencia de cómo eso se manifestaba”.

El sociólogo afirma que, a través de “las obras literarias, hay expresiones que dejan pensar que en otros lugares (del mundo) era más o menos lo mismo”.

Trato despectivo

El sociólogo afirma que a estas mujeres se les trataba de forma despectiva y que tan fuerte era la burla a la que eran sometidas, que las llamaban “jamonas”, sobrenombre que ha llegado hasta nuestros tiempos.

El doctor Méndez comenta que se consideraba que una mujer soltera a una edad avanzada “no fue capaz de interesar suficientemente a ningún hombre como para que la librara de la soltería eterna”.

La psicóloga, por su parte, establece que el trato a las solteras “era bien denigrante, era despectivo y, de alguna manera, hacía sentir a la soltera que era menos mujer, menos persona. Una mujer, para estar realizada, tenía que estar casada”.

La liberación femenina

El sociólogo comparte que la situación de la mujer “comienza a cambiar, gradualmente, a partir de la Operación manos a la obra en Puerto Rico, en el 1947”, aunque “todavía en los 60 y en la primera mitad de la década de los 70, estas expresiones formaban parte de la mentalidad de mucha gente”. Con el tiempo, la mujer se incorpora a la actividad económica y se educa, convirtiéndose en un miembro activo dentro de la sociedad.

Por su parte, la psicóloga señala que estos cambios “empiezan con la Revolución Sexual en los años 70 y 80. La gente ya no se visualiza en esta idea de casarse en la adolescencia o tras terminar el cuarto año de escuela superior. Entonces, (la mujer) empieza a ver la sexualidad de una manera más liberal. La mujer se empieza a lanzar al mundo laboral, a las universidades y a prepararse por cuenta propia”, además, “ya la mujer podía salir de la casa sin que su papá la entregara en un altar”.

Tanto el sociólogo como la psicóloga establecen que, actualmente, el número de universitarias es mayor que el de los universitarios en los centros docentes del país.

El doctor Méndez comenta que “la mujer está prácticamente desplazando al hombre, en términos de las profesiones y de las actividades en la vida económica”.

Por todas estas razones, el sociólogo expone que “si una mujer no consigue pareja, ya no tiene que irse a vestir santos. Tiene muchas otras cosas que hacer. Eso de vestir santos es producto de aquella sociedad católica, que ya no es la misma”.

El psicólogo Carlos Sosa establece que “hoy en día, la mujer no está supeditada a la voluntad del hombre ni tampoco a la voluntad de un padre dominante” y que “las mujeres tienen más alternativas. Hoy en día, la mujer tiene otro tipo de preparación, ya no tiene las represiones que tenía en el pasado y sería un mito eso de vestir santos”.

Por otro lado, según el doctor Sosa, “el matrimonio, hoy en día, ha sufrido cambios dramáticos. El matrimonio convencional que promovía nuestra cultura pasó de moda hace rato”, pues hay parejas que optan por la convivencia y éstas se unen a edades cada vez más avanzadas.

González, por su parte, concluye que “en nuestra época, en nuestra cultura, es muy común ver que la gente está activa sexualmente sin estar casados. No es aquella idea de que si te quedaste soltera, pues estás señorita(virgen)”.

Y ahora, ¿qué? 

Todavía nos falta camino por recorrer en cuanto a la igualdad de género, pues,  según exponen los tres expertos entrevistados, aún quedan vestigios del estigma machista  al que era sometida  una mujer que no se había casado después de sus 30.

El psicólogo Carlos Sosa expresa que “ha disminuido bastante;  jamás es como antes. Aunque todavía en algunas comunidades bien conservadoras puede ser que algunas personas piensen en esa dirección”.

El doctor José Luis Méndez, sociólogo y catedrático  del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras,  destaca que todavía existe este tipo de prejuicio por parte de “gente de edad muy avanzada, en cuya cabeza ese vocabulario y esos esquemas están presentes”.

Angie González, psicóloga licenciada con especialidad en consejería, por su parte, reseña que, todavía “se especula que si no te has casado a cierta edad es porque tienes algún problema de carácter, es porque tienes algún trauma con el asunto o porque recibiste una mala impresión de lo que es el matrimonio por parte de tus padres”.

La psicóloga añade que, aunque las personas no se casan en la adolescencia,  todavía “tenemos la expectativa de que la gente se case  entre los 20 y los 30 años. Una vez que se pasa de esa edad (sin casarse), la gente empieza a preguntar y surgen las presiones sociales”.

Entre las interrogantes más comunes destacan:   “¿qué pasa contigo?” o “ ¿para cuándo lo vas a dejar?”  y entre los comentarios,   “se te va a ir el tren”, “mira a ver qué haces” y  “ya estás tarde”.

González comenta que la culpa de los prejuicios contra la mujer  soltera  no sólo la tienen nuestras raíces españolas y católicas. “Culturalmente, no sólo nosotros, sino también los norteamericanos (estadounidenses), tienen la idea de la media naranja. De alguna manera, culturalmente,  hemos entendido que a nosotros nos falta algo y ese algo es una persona que existe en algún lugar con quien yo me voy a juntar para ser completo. Antes de eso, no soy completo”, concluye.

Soltero maduro...

Los hombres tampoco estaban exentos de críticas si llegaban solteros a cierta edad, según establecen el doctor José Luis Méndez, sociólogo y catedrático en del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, y Angie González, psicóloga licenciada con especialidad en consejería.

El doctor Méndez menciona que al hombre maduro y soltero “tampoco se le veía muy bien. En muchas ocasiones, lo que ocurría es que comenzaba a especularse que no  se había casado porque era un homosexual, en una época en la que la homosexualidad no era tolerada”. Por otro lado,  “habían muchos hombres que no se casaban, que se mantenían solteros, pero si se mantenían saliendo con muchas mujeres, se libraban de esa especulación”.

Por su parte, la psicóloga comenta que “al hombre saludable que se quedaba sin casar, el estigma era de homosexual. ‘Si tú no te casaste, es porque a ti no te gustan las mujeres’”.